En 2007, cuando regresó al país después de jugar al rugby en Europa, Federico Pucciarello decidió crear una empresa de biocombustible, Rosario Bioenergy, que funciona en el Parque Industrial de Roldán.
En diálogo con El Ciudadano, el empresario explicó que la Argentina está en condiciones de producir 4 millones de litros anuales de biocombustible, pero en la actualidad sólo producen al tope de la capacidad instalada las 22 plantas pymes que existen en el país, que abastecen al mercado interno y justifican sólo 1,2 de esos 4 millones potenciales. Las grandes empresas cerealeras, que concentran el resto de la capacidad productiva, atraviesan una seria crisis, porque su mercado, el externo, sufre con la caída del precio del petróleo y con las medidas proteccionistas de Europa.
—¿Cuál es la situación de la producción de biocombustibles en la Argentina? Se habla de una caída pronunciada de las exportaciones por la baja en el precio del petróleo.
—Lo primero que hay que aclarar es que en la República Argentina hay una ley, la 26.093, que promueve las economías regionales y las industrias pymes de los biocombustibles, y de las energías renovables. Muchas veces, cuando se analizan los informes de los biocombustibles, se mezcla la producción local con el tema de las exportaciones de las grandes cerealeras. Y son dos negocios totalmente distintos. Nuestra actividad, la de las pyme, está enmarcada en la ley 26.093, y la otra es libre mercado.
—¿Cómo se reparte la producción entre los dos sectores?
—De la producción total, el 80 por ciento de la capacidad productiva la tienen las grandes cerealeras, y el 20 por ciento la tienen las 22 plantas pyme, esparcidas en siete provincias argentinas. De los 4 millones de capacidad instalada que tenemos, un millón 200 mil es de las pymes y el resto es de las grandes.
—¿Cómo se regula el reparto entre el mercado interno y el externo?
—La ley que regula el biocombustible en la Argentina establecía que la actividad tenía que ser para pymes. Las cerealeras multinacionales se pusieron en el negocio por fuera de la ley, por lo cual el mercado que ellos tenían disponible era la exportación.
—¿Por qué cayeron las exportaciones?
—Porque la baja en el precio internacional del petróleo hizo que el biocombustible argentino sea más caro que el gasoil, con lo cual no compite por ningún lado. Además, la gran mayoría de los países que tienen corte obligatorio están en Europa, que cerró toda la importación de biocombustibles, para muchos países del mundo, no sólo Argentina, también el indonesio, el colombiano, o el africano. Eso por el proteccionismo europeo.
—En Argentina se dijo que era la consecuencia de la estatización de YPF.
—Eso fue un verso y todos se comieron la curva, pero ¿qué culpa tenían los malayos de la estatización de YPF? Ellos la importación la cerraron para todos. No solamente para Argentina. De hecho hay una denuncia en la OMC (Organización Mundial de Comercio), que ya se ganó, y que está en vías de ganar, hecha por Argentina, Indonesia, Centroamérica, por una medida que le dio dos o tres años de respiro a una industria ineficiente europea.
—Cuando las grandes aceiteras dejan de exportar, ¿se meten en el mercado interno?
—No pueden, porque la ley no lo permite. Entonces ahí aparecen los informes que dicen que se detiene la producción de biodiésel en Argentina. Pero en realidad el mercado interno sigue igual. Nosotros seguimos trabajando al ciento por ciento de la capacidad instalada. Cuando la gente ve los informes, cree que es todo un desastre. Ven que Argentina pasó de ser el segundo exportador mundial a la nada, pero nadie aclara que son dos realidades distintas. Argentina sigue “cortando” (las naftas con bioetanol y el gasoil con biodiésel) al 10 por ciento, aunque nuestros problemas son otros.
—¿Cuáles?
—El nuestro es un negocio regulado por el Estado, como la generación eléctrica, o el gas. Las pymes, al entregar el biocombustible a las petroleras, tienen que seguir la publicación de precios que realiza la Secretaría de Energía que teóricamente se hace una vez por mes. Hace cuatro meses que no tenemos publicación de precios de biodiésel. Si uno va a la página oficial de la Secretaría de Energía, ahí están los precios publicados quincena por quincena, del biodiésel y del bioetanol. Como el último precio publicado es el de mayo, entregamos en junio, julio, agosto y septiembre, sin precio de publicación.
—¿Eso qué implica?
—Es una locura. Estamos entregando a precio de mayo, y sin los precios publicados tenés que hacer notas de crédito y débito, que es una barbaridad. Teóricamente, por las conversaciones que llevamos con el gobierno, la semana que viene tendrían que estar publicados los precios. Si no fuera así, ahí sí la industria pyme entraría en conflicto importante, porque no hay capital de trabajo que aguante seguir entregando a valores por debajo del costo operativo nuestro.
—¿Cuáles son las diferencias de precios?
—Mayo está 6.300 pesos la tonelada, y en julio la publicación de precios, según la fórmula que está publicada en la página oficial, tendría que estar por arriba de 7 mil. Pero igual fluctúa con el valor del aceite. Los precios tuvieron un aumento en julio, otro en julio, una baja en agosto y en septiembre recién lo vamos a saber a fin de mes.
Es normal que se sepa unos días después porque nosotros tenemos que entregar a la Secretaria todos los costos productivos, y una vez que los procesan hacen un promedio y mediante la fórmula de precio, lo publican. Por lo cual, siempre vamos a mes vencido, pero no cuatro meses atrasados.
—Ese es el gran problema. Si no fuera por eso, el sector estaría bien.
—Si no fuera por eso, nosotros estaríamos bien, en el marco de un negocio regulado, con una rentabilidad acotadísima, supercontrolada, pero son las reglas de juego. Es bueno decirlo: el sector de biocombustible no está mal. Las empresas producen, la ley se respeta, y eso es importante, ya que las grandes multinacionales creyeron que la ley no se iba a respetar, y sin embargo el Estado protegió a las pymes. Ellos hicieron una presión muy fuerte, pero el gobierno nos protegió y respetó el espíritu de la ley. Pero también estamos a la expectativa de la modificación de precios.
“La discusión de la matriz energética se dio hasta que YPF volvió a manos del Estado”
—¿Cómo podría resolverse la situación del sector y aprovechar la capacidad instalada de las grandes cerealeras?
—Para resolver el problema de fondo tenemos que definir una matriz energética. Hoy todos hablan de la generación eléctrica de biomasa, solar, eólica, etc, etc, pero en el país tenemos una industria que fue por lejos la que más invirtió, miles de millones de dólares, una industria madura que genera sólo en el sector pyme entre 7 mil y 8 mil puestos de trabajo, y que se ha logrado una enorme eficacia. Pero sin embargo nunca se pudo aplicar el corte del 10 por ciento en la generación eléctrica. Por lo cual, hoy para generar electricidad se sigue consumiendo gasoil importado. Y no se usa biocombustible argentino. O ponemos toda la plata en Vaca Muerta, que es energía fósil, cuando podríamos estar en un corte del 20 por ciento como otros países de la región, o en Europa. Como Brasil con el bioetanol. Nosotros podríamos hacerlo pero no lo hacemos.
—¿Esa discusión se dio?
—Se dio hasta la expropiación de Repsol. Cuando YPF pasó a manos del Estado nos convertimos en un país que promueve la energía fósil. El mundo va hacia lo renovable, el Papa escribe una encíclica de 200 páginas a favor de lo renovable, Estados Unidos aparentemente va a firmar un convenio en París en diciembre, el FMI larga un informe en contra del daño ambiental que genera el petróleo, más el daño socioeconómico por los subsidios, y la Argentina, con YPF a la cabeza, tiene casi el ciento por ciento de los recursos apuntando a Vaca Muerta, o sea al fósil. Si bien es parte de nuestros recursos naturales y hay que saber aprovecharlo, hay dos estigmas que hay que cortar. Primero que el petróleo no es más barato que la energía renovable, eso es mentira, y lo dijo el FMI, cuando explicó que el petróleo, si no hubiera subsidio, estaría a 280 dólares el barril, y sin embargo está en 50. Porque está subsidiado. Estamos extrayendo un producto fósil que no es renovable, y sin embargo la industria fósil exige a la renovable que sea barata y se haga cargo de los daños ambientales si los hubiera. Es una pelea injusta. En el medio está el planeta y nuestro futuro, por eso yo pienso que la discusión no se está llevando a cabo con igualdad de condiciones.