Ciudad

Bajo el signo de la Barbie

Por Laura Hintze.- Un ícono que generación tras generación representó el juego, pero también la belleza, desembarca con un negocio en Rosario que va a dar que hablar. Chicas de diferentes edades hablan de Barbie en sus infancias.


Las Barbies fueron, son y serán algo más que una marca de una muñeca: son un juego y una fantasía; la excusa para que las chicas se junten y armen casas, historias, desfiles, peluquerías y vestidores. Y si bien los salones de belleza caseros y las casitas construidas a lo largo de todo un dormitorio son irremplazables, ahora también está la oportunidad de que la experiencia “de Barbie” sea más tangible. El próximo miércoles 18, a las 17, se inaugurará en un shopping de la ciudad la primera tienda de Barbies del interior del país: un lugar para que las chicas “sean” una Barbie más por día. Indumentaria y accesorios, maquillaje, peluquería, y la oportunidad de jugar, dibujar, desfilar y bailar, son algunas de las ofertas.

Cuando comenzó a correr la noticia de la tienda, fueron las jóvenes y adolescentes las que más chillaron de la emoción. Un lugar como ese se asemeja mucho a los sueños que tenían de chiquitas y que, a su manera, volvían realidad. Jugar “a las Barbies” implicaba armar casas, vestir y peinar muñecas y también, y por muchas horas, generar y sostener una historia a través de la cual vivía la muñeca. “Creo que al 99 por ciento de las chicas de mi generación le encantaban las Barbies. Era el mejor regalo que podías recibir”, recuerda, con alegría y nostalgia, Luisina, de 23 años. “Yo tuve pocas, en comparación con otras chicas: 2 Barbies, 1 Ken y 1 Kelly. Los 3 primeros me los regalaron y la última me la compré con mis ahorros, algo así como 14 pesos en aquella época. Todavía me acuerdo mi emoción cuando junté la plata necesaria y me llevaron a comprarla. En mi pieza tenía una cama extra en la que durante un tiempo puse un tablón encima para poder acomodar todos los muebles y tener siempre la casa armada y lista para jugar”.

Luisina se juntaba a jugar con las Barbies con sus amigas del barrio. Eran cuatro y siempre copaban alguna parte de una de sus casas y hasta de la vereda para jugar. Muchas veces también se juntaban a dormir y era esa la oportunidad para pasar horas construyendo casitas o aventuras. La cocina de la casa, el patio o una habitación siempre terminaban convirtiéndose en una ciudad o una mansión donde vivían las chicas, por algunas horas, a través de sus muñecas. “Cuando teníamos aproximadamente 10, 11 años, ya no jugábamos tanto haciendo historias, pero con una amiga nos divertíamos muchísimo haciendo desfiles. Usábamos ropa, pañuelos, accesorios y lo que encontráramos, creando atuendos y peinados tan locos como nos diera la imaginación”, recordó la joven.

María Emilia y Mercedes tienen 6 y 9 años respectivamente, y son las que ahora juegan y disfrutan con las Barbies. La habitación de Emilia, por ejemplo, está toda pintada de rosa y llena de juguetes, películas y libros de princesa. En un rincón, aunque para nada oculta, tiene una casita para las Barbies que le regalaron a los 4 años. A veces, ésta sirve para depositar otros juguetes, cuando está ordenada para cumplir su función, cada espacio tiene sillas, cama, mesas, alacenas y cocinita, todo en orden para que las Barbies –las 9 que tiene en total– puedan vivir sus historias. Mercedes, por su parte, dice que ya está dejando el juego, pero que sin embargo sigue teniendo sus muñecas intactas. No hay nadie mejor que ellas para explicar qué significa este juego y cómo, precisamente, se juega: “Tengo una casita y me gustaba inventar que eran hermanas y una mamá, y cocinaban o salían a pasear a un perro. Les pongo nombres a ellas: Julieta, Lola, Delfina”, contó Mercedes. Por su parte, Emilia explicó que las Barbies tienen amigas y trabajan, y que, al menos las suyas, no tienen novio. Ella tiene un montón de cosas de la muñeca: pinturas, juegos de mesa, disfraces, mochilas.

Estas muñecas siempre han dado de qué hablar, por el estereotipo de mujer que imponen. Sin embargo, ninguna de las chicas entrevistadas pretendió o pretende ser como Barbie. María Emilia, por ejemplo, prefiere dibujar y pintar, no ser una Barbie. Va a un taller de arte y, a pesar de la cantidad de cosas que tiene color rosa, dice que prefiere el azul. Mercedes, por su parte, elige el color violeta y dice que le gustaría dedicarse a la fotografía. A ella también le gusta el arte: en su taller una vez hizo un palo de lluvia y hasta trabajó con arcilla. Lejos de los estereotipos también, cuando las dos señalan a su muñeca preferida, la Barbie que muestran es la morocha, la de pelo negro y piel oscura.

El local de Barbie en la ciudad junta, directa e indirectamente, a varias generaciones de mujeres: madres y sus hijas, y jóvenes que añoran con ser una de esas niñas aunque sea por una nueva tarde. Este local cuenta con cuatro áreas bien diferenciadas: un sector de Indumentaria y Accesorios fashion; un Beauty Center donde podrán maquillarse y peinarse; el Photo Opportunity en el que las niñas se transforman en estrellas por un instante; y la infaltable Casita de Barbie para que las chicas desfilen, realicen coreografías, jueguen con las muñecas, dibujen, pinten y participen de distintos talleres.

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