Ciudad

Auge de comercios muestran reactivación

Así lo destaca el presidente de la institución, Osvaldo Ortolani.

Por: Santiago Baraldi

Los primeros registros históricos sobre el barrio dan cuenta de que el primer poblador que se instaló allí, en 1880, sembraba alfalfa, alimento para la tracción a sangre. Poco después llegó el ferrocarril y se instaló una estación de cruces de vías para el “empalme” de vagones que transportaban los cereales que iban al puerto. Así nació Empalme Graneros, que a principios del siglo pasado recibió a los primeros inmigrantes de la Europa pobre y, en la década del 50, comenzaron las migraciones internas en busca de trabajo. En los años 80, el escenario se modifica con la llegada de la población Toba que escapaba del hambre chaqueño. Con más de 40 mil habitantes, Empalme Graneros sufrió 17 inundaciones, la más dramática fue en 1986 que determinó que el barrio se levantara. Allí nació el mítico Numain (Nunca Más Inundaciones). En la crisis del 2001 llegó a tener el 64 por ciento de desocupación y hoy, en los más de 400 negocios instalados en su arteria principal, Juan José Paso, se nota el pulso de la economía. La vecinal es la más antigua del país, fundada en 1933, y su presidente Osvaldo Ortolani, 52 años, es el mentor, junto a los 40 miembros de comisión directiva, de un trabajo que tiene como protagonistas a cada uno de los vecinos.

—La inundación de 1986 fue una bisagra para el barrio.

—Ahí comienza una pelea histórica del barrio. En una de las asambleas se propone un nombre para la comisión que iba a exigir las obras y como en el 86 se hablaba mucho del Nunca Más, uno levantó la mano y gritó: “¡Nunca Más Inundaciones en Empalme!” y quedó la sigla Nu.Ma.In. Con ello vino una nueva generación de gente comprometida, serían claves Domingo Polichizo y Deolindo Foresto. El miedo a las inundaciones hizo que nos uniéramos. Todo progreso que tuvo Empalme fue después de una inundación. Del 86 para delante se consigue el Aliviador 2, se consigue la represa del Ludueña, el entubamiento con un nivel de seguridad importantísimo.

—Pero la del 86 no fue la última.

—A mediados de los 90, con la expansión de los negocios inmobiliarios, la ciudad crece de manera anárquica. Y en la mitad de la cuenca, la que no está sostenida por la represa, se vendieron loteos donde había lagunas. Para sacar el agua había que canalizar; el agua se derivaba al Canal Ibarlucea y al Salvat, afluentes del arroyo Ludueña, que está entubado y recibe cada vez más agua. Los mismos ingenieros nos decían “se van a ahogar”, les pedíamos que lo dijeran ellos. Pero el gasto de prevención no tiene impacto, parece que la obra es importante si primero nos inundamos. Porque si se trabaja en la prevención no se ve, los caños van bajo tierra, no se ven.

—Hace unas semanas hubo anuncios de la provincia para Empalme.

—Después de muchas peleas, el gobierno provincial reconoce el problema. El gobernador Binner vino a la vecinal con su gabinete y reconoció que el fantasma de la inundación puede aparecer en cualquier momento. Ahora estamos discutiendo cuándo comienza la obra y no si hay que hacerla: ese es un paso adelante.

Actividades

—¿Cuál son las actividades más importantes de la vecinal?

—A 20 cuadras a la redonda de la vecinal el Estado está ausente. Todos vienen aquí o me llaman a las 3 de la mañana por algún problema. En la vecinal trabajan casi cien profesionales, con guardias médicas en todas las especialidades, diez psicólogos, ocho dentistas, funciona un área descentralizada de Pami para que no tengan que ir al centro hacer trámites, sala de rayos, laboratorio, ecografía. Entre la comisión y sub comisión somos unas 40 personas que estamos muchas horas aquí. Tenemos una biblioteca toda levantada por los vecinos, hay gran salón donde se da gimnasia de 8 a 20 para todas las edades.

—Empalme carga con ese estigma de barrio marginal, ¿cómo revertirlo?

—Todo nos queda lejos. Hay una Rosario para la publicidad y otra distinta en Empalme. Lamentablemente, cuando fue la crisis del año 2001, el barrio tenía el 64 por ciento de desocupación. Hoy se ha revertido, aquí vive mucha gente que hace changas, que cobra por semana o por quincena y la gasta. Los 400 negocios que hay sobre Juan José Paso marcan el pulso de una barriada que está cambiando. Uno ve las motos, las bicicletas, hay otra cosa. La clase media baja de aquí hace un gran esfuerzo para salir adelante. Pero la ciudad no acompaña. Nos queda lejos esperar el colectivo, el 101, por ejemplo, la gente lo espera una hora. Hace cuatro o cinco años que no se hacen bacheos, que no se limpian las zanjas, no hay pavimento definitivo. Los taxis y las ambulancias no ingresan al barrio por los problemas de inseguridad. Si por seguridad no haces ingresar al colectivo al barrio, lo que haces es ocultar el problema y no enfrentarlo. Si un vecino tiene una urgencia a las 3 de la mañana tiene que esperar hasta el día siguiente porque no viene nadie.

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