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Así se gana un clásico

Argentina derrotó a Brasil por 1-0 con gol de Messi a un minuto del final. El encuentro se jugó en Doha, Qatar.

La victoria soñada. ¿Quién alguna vez no soñó en el barrio ganarle a su clásico rival a un minuto del final? Argentina ayer cumplió su sueño y le ganó a Brasil gracias a una genialidad del mejor jugador del mundo, Lionel Messi. Ante 50 mil personas en el estadio Khalifa Internacional de Doha, Qatar, la selección del Checho ganó por la mínima y cortó la racha de cinco años sin triunfos en el clásico sudamericano a nivel mayor.

Una corrida del crack rosarino, que concluyó con un zurdazo bajo y esquinado al palo izquierdo del arquero Víctor, sacudió la parsimonia de un partido demasiado amistoso, que se perfilaba para un empate sin emociones.

El tanto del delantero de Barcelona, la gran atracción del espectáculo en Qatar, sirvió para que el conjunto de Sergio Batista regresara al triunfo (llegaba de perder con Japón 1-0 en Saitama, el 8 de octubre).

Independientemente de la alegría por el resultado ante los pentacampeones del mundo, el clásico dejó para el equipo argentino varios interrogantes en el funcionamiento.

Sensación de inestabilidad defensiva transmitió Argentina en el comienzo, a partir de una mejor gestión de la pelota por parte de Brasil, que se tradujo en mayor facilidad para visitar las adyacencias del arco de Sergio Romero.

Dos caras mostró el equipo de Batista: una preocupante en cada retroceso para recuperar la pelota y otra, en ataque, más alentadora cuando sus cuatro atacantes combinaron en campo rival.

Si bien las intenciones del equipo argentino son inobjetables, el esquema pensado para la era post Diego Maradona demandará una coordinación sin margen de error para asimilar la descompensación inevitable que se produce al jugar con apenas dos mediocampistas de contención como Javier Mascherano y Ever Banega.

No funcionó la idea del entrenador de colocar a Ángel Di María como tercer delantero para bloquear el ascenso del jugador de Barcelona de España, que fue un arma peligrosa junto a André Santos por el lado opuesto.

Brasil pudo conseguir la apertura de haber encontrado mayor justeza en las acciones de Ronaldinho, Robinho o el veloz y atrevido Neymar (19 años), que encaró siempre con el desparpajo de un jugador consagrado en el scracht.

Para Argentina fue más cuesta arriba. Messi, vitoreado en cada intervención, participó en las tres ocasiones más peligrosas del equipo de Batista: dos mal resueltas en el área por Javier Zanetti y  Gonzalo Higuaín y la restante frustrada por la mala suerte de un remate propio que rozó el ángulo superior derecho de Víctor.

Javier Pastore, flotante en la zona de creación de juego, nunca ocupó el lugar correcto en el momento preciso, como suele hacerlo habitualmente en Palermo de Italia.

Apenas un par de pelotas paradas por cada lado fueron los restos ofensivos de un clásico demasiado amistoso, consumido en la apatía hasta que Messi, destinado al protagonismo permanente, inventó el gol de la demorada victoria en el clásico.

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