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Historia revisada

“Argentina, 1985”: al éxito del film se suman libros con voces sobre el Juicio a las Juntas

Junto al film dirigido por Santiago Mitre, potencial candidato a mejor película extranjera en la próxima entrega del Oscar, una serie de libros aborda el suceso judicial desde la perspectiva de sus protagonistas, la reconstrucción del rol que jugó cada uno o del análisis más amplio e histórico


Ana Pérez Cotten, Télam

En sintonía con el impacto que tuvo la película Argentina, 1985 de Santiago Mitre tras haberse convertido en un auténtico fenómeno cultural y social y de haber sido preseleccionada para competir por el Oscar 2023 en la categoría de mejor película extranjera, una serie de libros abordan el Juicio a las Juntas desde la perspectiva de sus protagonistas, la reconstrucción del rol que jugó cada uno o del análisis más amplio e histórico.

A casi tres meses de su estreno, la película Argentina, 1985 continúa siendo premiada a nivel internacional: recibió nominaciones para cuatro nuevos premios como mejor película en idioma extranjero y fue nominada en la preselección del Oscar. Pero además, todavía motiva debates y es uno de los ejes de la conversación pública, algo que se retroalimenta con una serie de publicaciones que desde la literatura, la historia, la ciencia política y el derecho enriquecen y complejizan la trama de la película y permiten que los espectadores sumen capas de interpretación.

La película nacional “Argentina, 1985”, en la lista final para ingresar a los premios Oscar

Matías Bauso (Buenos Aires, 1971) es escritor, abogado y periodista. Acaba de publicar El Fiscal (Ariel), un libro que repasa escenas de la vida de Julio Strassera y que reconstruye “la época y la épica” del Juicio a las Juntas. El también autor de Una épica de los últimos instantes, El deporte en el cine: grandes partidos, jugadores y atletas de la pantalla y 78: ​​historia oral del mundial asumió el desafío convocado por el editor Marcelo Panozzo.

“Hace un año y a partir de la salida de la película, me convocó para el proyecto. Me llevó un año y medio investigar y escribir. Al principio, pretendía no hacer muchas entrevistas aunque de todas maneras después me fui entusiasmando: hablé con gente de la Fiscalía, con el hijo, con periodistas que cubrieron el Juicio, con gente de Organismos. Siempre mi proceso de escritura se basa en leer mucho: consulté las sesiones de Diputados y Senadores para poder ver los debates de la época, el Diario del Juicio, compré varias colecciones de revistas. Recién después encaré las entrevistas y empecé con el texto”, contó Bauso sobre cómo encaró el proyecto para acceder al material necesario para dar cuenta de una vida.

El autor de El Fiscal cree que el diálogo con la película es inevitable por su impacto y su masividad. “Los lectores llegan al libro entusiasmados por la película. Que Strasera tenga la cara de Darín permite que muchas generaciones lo descubran. Vi la primera función cuando estaba cerrando el libro y, si bien es otro lenguaje, tiene un gran valor: apunta a convocar a la mayor cantidad de gente posible. Y en esa línea, toma decisiones narrativas y una decisión casi filosófica: en este país tan atravesado por la grieta no predispone mal a nadie, por eso logra el mayor alcance posible”, analizó Bauso sobre la forma en la que conversan Argentina, 1985 y su libro que, por el formato, “permite otro rigor, la digresión o detenerse en otros lugares sin la limitación del tiempo”.

Acerca de si logra El Fiscal escapar de la simplificación epocal que se le imprime a un personaje que, advierte el autor, “para muchos quedó sepultada bajo disputas partidarias y discusiones coyunturales”, “Strassera entra en la grieta porque es un signo de los tiempos. Pasa lo mismo con Magdalena (Ruiz Guiñazú) y con Graciela Fernández Meijide. Noto que ahí hay una continuidad. Él tenía lo que Nabokov llamaba opiniones contundentes y fue abiertamente antikirchnerista, se preguntó por la fortuna del matrimonio Kirchner y discutía mucho sin sacar el cuerpo. Daba y recibía. Se metió de lleno en esa pelea”, recuperó Bauso, con una reflexión que lo aleja de la figura de la víctima y lo asimila con el rol de cualquiera de los otros actores de la realidad.

En el capítulo “Apuntes para contar una vida ajena IV”, el autor explicó cuáles son los desafíos del biógrafo: exculpar al retratado, esquivar la hagiografía o jerarquizar. “Ya en los apuntes noté que me iba enfrentando a los problemas de un biógrafo. Y me pareció que algo de ese diario de escritura y de cómo el personaje abordado iba cambiando a partir de la investigación tenía que estar. Así el libro pasó de la biografía al perfil biográfico. La mayor dificultad que enfrenté fue lograr que la coyuntura no influyera demasiado en la mirada del personaje para así poder hacerle justicia: no solo hablar de él sino también mostrar sus lados flacos, sus obsesiones y sus errores. Acceder a lo tridimensional”, repasó Bauso.

El Fiscal es un texto con transparencias: el autor cuenta cómo fue el proceso de escritura, las decisiones que tomó y, además, se apoya en lo literario con citas a autores, reflexiones o narraciones de cuestiones que dan contexto pero que no necesariamente hablan del fiscal.

“No se puede contar a Strassera solo contándolo a él. Hay que contar el Juicio, los personajes que lo rodeaban, los chicos de la Fiscalía, el hijo y, además, la época. No se entiende el valor de lo que hizo si no se conocen las amenazas, el poder residual de los militares, la inestabilidad política y cómo operó el tiempo”, explicó el autor y no dudó en aceptar que Strassera y el Juicio atravesaron su vida personal. Ante eso, eligió asumirlo con honestidad y reflejarlo en un texto que “tiene un cuidado narrativo, pretende contar historias y no aleccionar o editorializar”.

El Fiscal convive en las mesas de las librerías con otros dos textos que amplían la comprensión histórica de la presidencia de Raúl Alfonsín y del Juicio a las Juntas.

Raúl Alfonsín. El planisferio invertido (Edhasa) es el ensayo histórico en el que Pablo Gerchunoff analizó y pensó la vida del expresidente a la luz de los últimos setenta años de la Argentina. Gracias a una investigación exhaustiva que va desde su nacimiento en Chascomús hasta su muerte, el libro muestra a un Alfonsín casi desconocido y revela cuestiones sobre las transformaciones de la economía y la sociedad, las negociaciones en el poder, el Juicio a las Juntas y la amenaza militar durante la década del ochenta.

El juicio que no se vio (Ediciones Continente) es un libro de Pablo Llonto publicado en 2015 y que ahora cobró notoriedad en el contexto de debate sobre la época. Llonto concurrió a la Sala de Audiencias como un joven periodista de Clarín, pero además cubrió las audiencias con la mirada y el conocimiento del abogado que llevaba poco tiempo militando por los derechos humanos junto a madres, padres y abuelos de desaparecidos.

“Quise poner el énfasis en contar las historias que atravesaron los testigos de ese juicio. Ellos declararon cuando muchos de los genocidas estaban en libertad y gozaban de poder dentro de la estructura de las Fuerzas Armadas. Los declarantes, sobrevivientes que habían padecido el horror y la tortura en primera persona, llegaban por su cuenta y se iban muy tarde, después de jornadas extenuantes, que arrancaban a las 15 y a veces terminaban a la madrugada”, contó Llonto sobre cómo todo ese material en calidad de testigo le permitió contar una historia.

Ricardo Gil Lavedra, ex juez del proceso que condenó a Videla y Massera como integrante de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional Federal de la Capital, publicó recientemente La hermandad de los astronautas (Sudamericana), en el que reconstruye la intimidad del juicio que se volvió un ejemplo mundial.

¿Y si después de la tercera Copa del Mundo ahora nos ganamos el tercer Oscar?

“Sólo quienes estuvimos ahí dentro, en la inolvidable Sala de Acuerdos de la Cámara en lo Criminal y Correccional Federal de la Capital, sabemos qué pasó, cómo se fue gestando el proceso, los obstáculos que aparecieron y cómo se los enfrentó. No había moldes previos a los que recurrir”, contó Gil Lavedra, consciente de que aquella posición de juez y testigo lo deja en un lugar privilegiado al momento de contar qué ocurrió.

En casi 300 páginas, el ex juez dio cuenta de las amenazas de los cuarteles y las presiones de poder, pero también de la intimidad de seis jueces y dos fiscales “muy distintos” que en la diversidad compartían una visión sobre la Justicia. “Detrás de los hechos históricos siempre hay explicaciones racionales: procesos, contextos, factores predecibles, las fuerzas de la Historia. Pero también está lo fortuito, lo humano. Las cosas que se producen misteriosamente en un momento dado, con las personas y sus circunstancias. Cuando, de algún modo, todos los planetas se alinean”, le explicó el autor al lector, en una invitación explícita a seguirlo para conocer cómo operó lo humano en aquel juicio histórico.

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