Últimas

Arde la ciudad

La Mancha de Rolando coordinó los sonidos, Boudou hizo sonar las cuerdas de su guitarra y ardió la ciudad.

La Mancha de Rolando coordinó los sonidos, el ministro hizo sonar las cuerdas de su guitarra y ardió la ciudad. Otras cuerdas sonaron, pero en este caso las vocales de algunos periodistas porteños y ciertos dirigentes de la oposición para cuestionar a Boudou: el candidato a vicepresidente había profanado los cánones de la política, que algunos entienden como el acartonamiento del saco, la corbata, el maletín y la circunspección, como si ello fuera no ya suficiente, sino necesario para llevar a buen puerto la paz interior de cada ser humano, la paz del conjunto en el marco de la justicia social de una nación.

Sin pretender (¡faltaba más!) una defensa del candidato de un modelo que quien esto escribe ha cuestionado cuando debió hacerlo, es menester recordar (para reavivar la memoria que cierto Alzheimer deterioró históricamente en los argentinos) que hasta la adustez erudita de Harvard y de otros claustros famosos por sus formas tuvieron la oportunidad de conducir a esta sociedad con los resultados que deberían ser recordados.

Quienes han cuestionado a Boudou por hacer sonar las cuerdas de su guitarra, o por su gusto y afición por las motocicletas, no deberían olvidar tampoco el baile de Carlos Menem con la odalisca (que por supuesto también levantó críticas de algunos del arco opositor, pero que el autor de esta opinión defendió con el mismo énfasis con que hoy lo hace con la guitarra del ministro). ¡Si hasta se llegó a confundir una danza tradicional árabe con cierto sesgo frívolo!

Y todo ello sin descuidar, claro, el hecho de que hasta un presidente de los Estados Unidos, Bill Clinton, se subió al escenario, tomó el saxofón, y comenzó a deleitar a los presentes, en medio de aplausos junto con la banda que en esos momentos actuaba. No dejó de hacerlo; reiteró su actuación para recaudar fondos durante la campaña de su esposa Hillary y hasta en un importante foro en Colombia. Se reproduce la noticia: “El ex presidente estadounidense Bill Clinton concluyó este sábado su segunda visita a Colombia, que estuvo marcada por acordes de vallenatos y del saxofón que tocó para los asistentes a un foro organizado por el ex mandatario Andrés Pastrana”. Es bueno recordar que Clinton, en esa ocasión, llegó acompañado nada menos que por un grupo de congresistas de su país y por la reina Noor de Jordania.

Es que algunos argentinos, cuando de política se trata, son apegados a la crítica y a la oposición vacía de contenido, como si el destino de un país pendiera de las cuerdas de una guitarra o del aire que pasa a través de los orificios de un saxofón, o de la conducción de una moto.

¿¡Qué diría entonces el periodista porteño de esos colegas entrados en años que hablan de Teología y de Dios, que montan aún sus dos ruedas, o tocan la batería que alguna vez ejecutaron sobre un escenario en los albores del rock nacional!? ¿Será necesario guardar las formas y cargar cotidianamente los libros sagrados para entrar en el reino de los cielos? Como bien lo dijo Jesús: “No todo el que me llama señor entrará en el reino de los cielos”. Es decir, las formas por sí mismas (sin traspasar límites, claro) y el protocolo no hacen a la persona ni salva a la sociedad. La crítica hueca, la confrontación sin más trámite que su propia esencia, son un despropósito que tarde o temprano hace arder a la sociedad. Es que, lamentablemente en este suelo…, “La vida siempre es así,/ te da y te quita por nada…”. Arde la ciudad, ¡si hasta Macri la bailó! Pero de eso, claro, no se habla.

Comentarios

10