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Boxeo

Alfredo Capiello: el hombre de la “izquierda de oro” y un final inesperado

Protagonista del primer clásico de la historia del pugilismo rosarino, logró movilizar centenares de admiradores a todos los estadios donde combatió


El boxeo local gozó de grandes pioneros de los puños cuando Rosario comenzó a ser conocida como “la Chicago Argentina”. Uno de esos valores fue Alfredo Capiello, un tipo franco y sencillo a quien apodaron “Izquierda de Oro”, por su agilidad en el uso de su golpe en jab, quien además gozaba de una confianza ilimitada en sus combates, los cuales compartía con Natale, su mánager y compañero. Este peleador recio sabía llevar de manera inteligente cada enfrentamiento y agrandarse ante grandes rivales, acción que era acompañada por numerosos admiradores que lo siguieron a través de su campaña y lo alentaron siempre.

Desde su inicio en el boxeo exhibió un talento notable que lo hizo imbatible entre los amateur, etapa en la que fue por muchos años campeón santafesino en varias categorías. Posteriormente, ya como profesional, siguió victoriosamente la senda trazada, venciendo en forma amplia a rivales como los inolvidables Lencina, Zabala y Roldán, quienes fueron cayendo abatidos, simultáneamente, bajo el poder demoledor de sus puños a pura potencia y valentía.

El primer clásico rosarino

El jueves 12 de febrero de 1931 se realizó el pleito entre los más reconocidos invictos, peso liviano, de la época: Alfredo PeritaBilanzone y Alfredo “Izquierda de Oro” Capiello. El encuentro no tenía precedentes y tuvo una convocatoria impresionante, pocas veces vista en la historia deportiva de Rosario en esos años. Es decir, jamás dos pugilistas de esta ciudad habían contado con tantos admiradores y tanta expectativa, reflejada en las fuertes sumas de dinero que se habían apostado a favor de uno y otro.

Tal como se esperaba el combate justificó plenamente las expectativas. Un mundo de gente se dio cita en el estadio del Gimnasia Boxing Club, el cual de haber sido más amplio hubiera sido un claro récord de gente, ya que muchos se quedaron afuera. El entusiasmo entre la concurrencia llegó a su punto máximo cuando los dos adversarios ocuparon el ring para dar comienzo a la pelea, momento que salvas de aplausos atronaron el espacio y los nombres de Capiello y Bilanzone partieron de todos los labios, como un saludo y aliento para la dura lucha que habrían de emprender.

Aunque la pelea culminaría con un empate, la prensa y los especialistas declararon que de haber correspondido un triunfo debería haberlo sido para Bilanzone, quien a pesar de su pasividad en el transcurso de la lucha, se acredito los mejores impactos. Con este resultado no quedó la menor duda de la necesidad de concertar un nuevo encuentro. La revancha se realizó el 6 de marzo de 1932 en el Club Atlético Newell’s Old Boys y fue tal la magnitud del encuentro que la Administración de Tranvías Eléctricos de Rosario debió adoptar las disposiciones necesarias a fin de que los concurrentes a la reunión cuenten con la seguridad de un servicio especial en las líneas. Esta vez a Capiello le tocaría perder y con la derrota su invicto, de esta manera quedaría sellada la duda de superioridad en el clásico más famoso de esos tiempos que batió el récord en recaudación.

Continuidad de su campaña

Capiello sumaría más combates destacados, como su victoria ante el legendario Eduardo Corti en 1933, cuando se impone por puntos tras una demostración que puso en evidencia su espléndido estado. En una de sus obras, Sergio Ferrer cuenta que Simón Bronenberg, coeditor de la famosa e histórica Guía Pugilística y fundador en 1952 de la revista KO Mundial, explica que cuando Capiello viajaba a la Capital Federal, Juan Umberto Natale le solicitaba que lleve adelante su campaña y cuidar que no quede desprotegido en la gran ciudad. La tarea encomendada a Simón consistía en enviarle a Rosario los hombres que el empresario local necesitaba para imponer a Capiello en el radary la consideración de los promotores de Buenos Aires, ya sea la empresa Luna Park, el club River Plate o el estadio Parque Romano. De ese trato constante nació una gran amistad entre Bronenberg y Capiello.

Pero en uno de esos encuentros Capiello sufriría una derrota que marcaría su destino boxístico: el rosarino tenía que realizar una pelea en el Parque Romano por pedido de Don Alfredo Guerrieri, el histórico promotor de dicho estadio. Simón le trasladó la novedad a Natale y este aceptó el compromiso, por lo cual los dos se pusieron a buscar rival para el ídolo rosarino. Consultaron al propio Guerrieri y este les dio a elegir entre Vicente Cerdan, Armando Schackels y Ernesto Ferrari. Alfredo ya había derrotado a los tres, así que las posibilidades de ganar eran amplias. Eligieron a Ferrari, tal como lo cuenta el propio Bronenberg en una de las publicaciones de la revista KO Mundial: “No quise correr el riesgo de elegir yo solo el rival, porque sabía que después de ese combate Capiello debía pelear con Víctor Peralta por el título liviano. Entonces resolví consultar con Natale. ‘Ni Schackels ni Cerdan convienen’, me dijo Juan, porque son hombres raros y de características difíciles para el lucimiento. Me gustaría Ferrari, porque pese a su terrible golpe, es un peleador franco y capaz de hacer lucir a Alfredo”.

La derrota y el adiós

El combate se realizó en el Parque Romano y desde un comienzo Capiello fue superior a Ferrari, por lo que se esperaba que en los últimos rounds continuara su dominio. Pero como dice el dicho “peleas son peleas” y las posibilidades son para ambos boxeadores, cuando Alfredo buscaba terminar la faena pasó lo increíble y Bronenberg lo describió así: “Todavía lo recuerdo muy bien, porque fue uno de los nocauts más espectaculares que vi en mi vida el que le infligió Ferrari al muchacho rosarino, que vio tronchada así su carrera en nuestros rings. Y que conste que no fue por las consecuencias que el mismo le produjo en su físico, sino porque el pupilo de Natale, un sentimental por temperamento, nunca pudo levantar su moral, apesadumbrado por esa derrota injusta, provocada por un terrible punch que llegó, casi, en las postrimerías de un encuentro que le era enteramente favorable y que llegaba al final victorioso, después de un despliegue inigualable de técnica pugilística”.

Bronenberg prosigue su comentario: “Pocas veces había visto a Capiello tan tremendamente brillante como esa noche en el Parque Romano, cuando creía que se le habrían todas las posibilidades de llegar a Víctor Peralta para disputarle el título argentino, el que pudo haber ganado, si el destino no le juega tremenda mala pasada, frente a alguien que iba siendo vencido por él, en forma fácil. Siempre lo he dicho, así como todos los colegas deportivos tienen una camiseta debajo de su camisa, los que andamos entre ‘los ñatos’ también tenemos nuestros favoritos: Capiello fue uno de los que más se adentró en mis sentimientos y por eso recuerdo siempre aquella noche de su derrota frente a Ferrari”.

Para Bronenberg, Alfredo Capiello no llegó al estrellato por muy poquito, la suerte no lo acompañó y cuando estaba rasguñando la gloria, una mano salvadora de su rival le arruinó el sueño.

Especial para El Ciudadano de Ever Palermo, ex boxeador amateur y autor de “Rebeldes de uniforme” y “Puños Rosarinos: tierra de campeones”, libro declarado de interés Municipal y Provincial.

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