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Alertan sobre dieta nacional “monótona” y de baja calidad

Además de comer siempre lo mismo, se descuidan nutrientes. Los más afectados son los chicos.

Un estudio analizó cuántas porciones diarias se consumen de alimentos de buena calidad nutricional como las pastas, verduras, frutas, leche, carnes de diverso tipo, cereales, legumbres y aceites. A pesar de su extraordinaria capacidad para producir alimentos para 442 millones de personas, la Argentina enfrenta problemas nutricionales crónicos que se reflejan en 30 por ciento de anemia en niños menores de 2 años o 10 por ciento de desnutridos crónicos.

Como contracara, 3 de cada 10 chicos entran a la escuela con sobrepeso y una dieta en la que sobran calorías, grasas saturadas y sodio pero faltan calcio, vitamina C y grasas buenas (omega 3). El elemento común de las deficiencias y los excesos es una alimentación monótona y de baja calidad nutricional.

En cuanto a monótona, se explicó que para lograr condiciones saludables deberían combinarse en el menú semanal no menos de 40 o 50 alimentos. Sin embargo, la “mesa de los argentinos” no alcanza a combinar más de 25.

Sobre la baja calidad nutricional se supo que 4 de cada 10 calorías que los argentinos, chicos o grandes, pobres o ricos, llevan a la boca no tienen una concentración óptima de nutrientes esenciales (calcio, hierro, vitaminas, minerales, fibra y grasas buenas). Lo saludable es que esa relación sea más o menos sólo 2 de cada 10 calorías.

Desde el Programa de Agronegocios se llevaron adelante dos investigaciones. Primero una en la que se calculó las “Brechas Alimentarias” en la dieta o en la mesa de los argentinos.

Tomando diversas encuestas nutricionales se analizaron cuántas porciones diarias se consumen de alimentos de buena calidad nutricional (pastas, verduras, frutas, leche, carnes de diverso tipo, cereales, legumbres y aceites) y se lo comparó con un modelo de dieta saludable que construyeron los autores, a partir de los lineamientos de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

El resultado es que de esos alimentos –los más saludables– se consume algo menos de la mitad de porciones respecto de lo que se debería (su brecha, negativa, es en promedio 55 por ciento y sube a 65 por ciento en los hogares pobres).

Las brechas mayores se dan en verduras (sin considerar a la papa), frutas, leche y carnes porcina y de pescado. Por supuesto que en carne vacuna no hay brecha negativa sino lo contrario; aún los más chicos comen mucha carne vacuna.

Una curiosidad fueron los cereales. Cuando sólo se consideran sus formas simples (pastas, arroz, avena, harinas e incluimos a las legumbres) la brecha es negativa; se come menos que las dos porciones diarias sugeridas por el modelo de dieta saludable.

Y esto es así porque casi la mitad de las calorías de cereales en la mesa de los argentinos provienen de las formas más elaboradas  (panificados dulces o salados, galletitas, pizzas, tartas, pastas rellenas). Estos últimos productos generalmente agregan calorías, grasas, sodio o azúcares al perfil básico de los cereales.

A partir de ahí, y ya en el segundo trabajo, se cuantificó lo que se define como “brecha de mejoramiento nutricional de los cereales”;  esto es, en qué medida habría que promover una mejor combinación entre cereales en sus formas simples y más elaboradas o bien qué sendero de mejoramiento nutricional (menos grasas saturadas, menos sodio, menos calorías) debería seguir la industria para con sus productos elaborados con base en cereales.

Se llega a la conclusión de que para asegurar un consumo saludable de la categoría cereales, la meta a alcanzar –seguramente a largo plazo– está en el orden de los 40 kilos de pan por año (hoy se consume casi el doble). A cambio, aumentar la presencia de pastas, arroz o cereales simples y legumbres en la mesa, llegando a unos 30 kilos por año (las guías alimentarias argentinas recomiendan unos 21 kilos y el consumo se ubica un poco por encima de esta cifra) y ajustar el consumo de las preparaciones más elaboradas a unos 14 kilos por año.

Como parte del trabajo también se analizó la calidad nutricional de unas 700 variedades de cereales. El resultado fue que una amplia mayoría de los alimentos, dos tercios, tienen una calidad buena o muy buena y ninguno es de calidad mínima.

Las pastas simples y cereales del tipo avena o harina de maíz reúnen la máxima calificación en el 100 por ciento de los casos. Mientras que la mitad de las galletitas y tapas de hojaldre son de calidad regular. Aunque en ningún caso  mínima.

El análisis efectuado es consistente con la recomendación de proponer un mayor consumo de cereales en sus formas simples y un consumo responsable de sus formas más elaboradas.

Ambos estudios tienen en común una mirada amplia sobre el perfil y la calidad de la dieta de los argentinos; precisamente, la mesa del conjunto de la sociedad tiene brechas similares; algo más marcadas en los pobres pero no muy distintas a las del resto de la población. Por ello es que las políticas alimentarias deben poner en agenda el logro de una dieta saludable para todos.

Esto supone un gran esfuerzo y sostenido en educación alimentaria, el rediseño  de algunos programas alimentarios, con el foco puesto en la calidad de los alimentos y multiplicar algunas buenas iniciativas de las cadenas agroalimentarias y de la industria plasmadas en compromisos y protocolos de mejoramiento nutricional de sus productos.

La transformación ocurrida en la disminución de grasas trans en los últimos ocho años; reformulaciones saludables en alimentos orientados a los chicos; la fortificación con hierro  y vitaminas del grupo B de la harina de trigo (que es lo  mismo que fortificar 3 de cada 10 calorías que forman la mesa de los argentinos) son iniciativas que muestran un real sendero de protección de “la mesa de los argentinos”.

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