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Alemania, Rusia y la moral en política exterior: el eterno debate de las relaciones internacionales

Los intereses de un país y de una sociedad pueden estar reñidos con los derechos de los ciudadanos porque las dinámicas mundiales no se mueven por valores democráticos, sino por intereses geopolíticos y económicos


Sergio Molina García**

Tras la Segunda Guerra Mundial, las relaciones internacionales adquirieron cada vez más relevancia y, al mismo tiempo, se hicieron más complejas y poliédricas: la geopolítica en la Guerra Fría y las relaciones comerciales en el nuevo marco de economías liberales y sociedades tecnológicas fueron algunos de los factores que influyeron en el nuevo contexto.

Esos contactos internacionales, que no tenían amparos legislativos mundiales, trataron de controlarse a través de nuevas organizaciones supranacionales.

La ONU, la Otan y la UE, entre otras, pretendían evitar conflictos, generar uniones militares y construir marcos de protección comercial y económica. Y con el tiempo, en el caso de la UE, incluso se aspiró a generar un espacio político y social común.

Los historiadores y politólogos, ante esta situación, suelen incidir en la importancia que tiene el contexto mundial para poder darle respuestas a las diferentes acciones de un país y no a buscar respuestas en el ambiente únicamente nacional.

La ética en política exterior

De manera progresiva, las relaciones internacionales fueron ganando cada vez más importancia en los gobiernos nacionales. Charles de Gaulle, en la década de los cincuenta, promovió una política exterior “al servicio de los intereses económicos de Francia” que, en gran medida, ha llegado hasta la actualidad.

En la concepción de acciones internacionales que se fue asentando en plena Guerra Fría primaban los intereses geoestratégicos y los económicos.

De esta manera, los lucros particulares de los estados democráticos no impiden que se establezcan relaciones con países no democráticos, e incluso que se generen conflictos internacionales, con el objetivo de lograr ciertos beneficios nacionales.

En ese momento, aparecen debates que afectan a los elementos más deontológicos y morales de la sociedad, que con frecuencia se escapan de las entidades supranacionales.

El ejemplo más claro y reiterativo son las relaciones diplomáticas que establece un país democrático con una dictadura y que, en muchas ocasiones la mayoría de la sociedad no pone en duda debido a los beneficios económicos que suele reportarles. Joseph Nye, en su reciente publicación sobre la política exterior estadounidense, Do Morals Matter?: Presidents and Foreign Policy from FDR to Trump, 2020, trata de mostrar que en política exterior también existe una ética, aunque no puede valorarse en los mismos términos que a nivel nacional.

Aumento considerable de la tensión entre Alemania y Rusia

Toda esta controversia se está comprobando actualmente en Alemania, el país ejemplar para una parte importante de los europeos. Su relación con Rusia ha generado un debate en las últimas semanas.

Por una parte, Ángela Merkel, que además posee la presidencia rotatoria de la Comisión Europea, ha condenado el envenenamiento del líder opositor ruso Alexéi Navalni. Este político, que lleva años oponiéndose al gobierno de Putin, fue ingresado en un hospital en Berlín después de regresar de Rusia.

En una comparecencia de la semana pasada, la canciller alemana aseguró que, junto a la Otan, pedirían explicaciones a Putin, pues los análisis clínicos han demostrado que A. Navalni sufrió un envenenamiento.

Todo ello ha provocado un aumento considerable de la tensión entre ambos gobiernos. Por otra parte, en el mar báltico, se está concluyendo el proyecto ruso-alemán Nord Stream 2, que consiste en la construcción de un gran gaseoducto para enviar gas natural de Rusia al país germano.

La tensión entra ambos países ha aumentado debido a que una parte importante de los partidos políticos de la oposición alemana, sobre todo Los Verdes, que han pedido la cancelación del proyecto Nord Stream 2, alegando que no se pueden mantener relaciones formales con un país que permite el “uso de armas de destrucción masiva” para personas.

Intereses geopolíticos y económicos

La anulación de la construcción del gaseoducto, que está en su última fase, es bastante improbable. De la misma manera que la UE no terminará sus relaciones con países no democráticos o con democracias cuestionables.

Los giros copernicanos en política exterior son muy complejos porque afectan a una infinidad de cuestiones nacionales e internacionales (situación denominada orden/desorden mundial).

Aunque sea difícil la paralización del Nord Stream 2, esta problemática vuelve a reabrir el eterno debate sobre la complejidad de las actuaciones internacionales. Los intereses de un país y de una sociedad pueden estar reñidos con ciertos valores sobre los derechos de los ciudadanos a nivel mundial.

Quizás, una de las claves está en comprender que las dinámicas mundiales no se mueven por valores democráticos, sino por intereses geopolíticos y económicos.

En ese sentido, Franklin Roosevelt afirmó sobre el dictador nicaragüense Somoza: “Es un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta”. Este es el eterno debate que marca la agenda de la Unión Europea (tratar de conciliar sus valores democráticos con las acciones exteriores) y que de manera habitual pone en compromiso a la ONU.

** Seminario de estudios del Franquismo y la Transición/ Universidad de Castilla-La Mancha

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