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Nueva vida

“Ahora el espejo devuelve lo que soy”

Franco Barazzuol nació en 1993, pero volvió a nacer en 2012 como Catalina Jazmín. Y hace un mes completó su sueño: la suya fue una de las primeras dos cirugías de reasignación de sexo realizadas en la provincia.


El 15 de octubre de 1993 nació Franco Barazzuol. Pero desde que tiene memoria sintió que fue una mujer atrapada en el cuerpo de un hombre. Hace poco más de un mes cumplió un sueño: se convirtió en una de las primeras dos mujeres trans que se sometió a una operación de reasignación de sexo en la provincia, en el Hospital Centenario. En 2012 le otorgaron la partida de nacimiento y el DNI con su nuevo nombre: Catalina Jazmín. “No hay más rastros de Franco. Ahora empiezo a vivir la vida, todos estos años fueron una tortura. Cuando me miraba al espejo antes de la cirugía, sentía asco. No me sentía yo, fue horrible. Me cambió la vida completamente. Ahora el espejo me devuelve lo que realmente soy”, advirtió la joven.

—¿Cómo está conformada tu familia?

—Mis padres –que están separados– y mis cuatro hermanos: Jonatan, de 19 años, Candela, de 14, y los mellizos: Ayelén y Yamir, de 13. Yo tengo 21.

—¿Desde chica te sentiste diferente?

—Me sentí mujer desde que tengo uso de razón. Sentía que no encajaba porque me vestía como varón. Me mandaron a psicólogos y llamaban a mis padres porque desfilaba en el escenario de la escuela. A los 14 años soñaba con tener mi fiesta de 15 como una chica, con el vestido blanco. Me gustaban los chicos. No aguanté más, junté coraje y le conté a mi mamá. Fue complicado al principio, pero ella siempre me apoyó. Le planteé a mi familia que quería ir como una chica a la escuela, no como un varón. Sufrí mucho cuando hice el cambio. No en mi curso, sino con los demás.

—¿Cómo fue esa transformación?

—Me enfrenté a mi familia, y a la escuela, armé una revolución. En el colegio me dijeron que tenía que ir vestida neutra, con remera blanca y pantalón de jean. Pasaron unos días y me pregunté: ¿Por qué tengo que ir neutral si me siento una mujer? Me puse la minifalda, la remera de la escuela, y aparecí así. Fue en primer año. Esa actitud ayudó a otros compañeros de la escuela que pasaban por algo similar.

—¿Hiciste tu fiesta de 15?

—Sí. El vestido me lo hizo mi abuela materna, que es modista. Lo hice en un salón, en Salta y Ricchieri. Estuvieron presentes todos los que quería que vayan: mi familia, mis amigos, y los profesores de la escuela. Estaba muy contenta. No pensé que me iba a pasar todo lo que me pasó, pensé que no me iban a entender.

—¿Siempre quisiste operarte?

—Sí. En Buenos Aires es gratuita pero hay que anotarse en una lista de espera, en el Hospital Eva Perón de San Martín, pero no me gustó la atención. En Chile era una operación muy costosa, todo el presupuesto en dólares. Quería hacerlo en mi ciudad y sabía que tarde o temprano iba a llegar esa oportunidad. Antes de la vaginoplastía, me hice una orquiectomía, que es la extirpación total (o parcial) de los testículos. Me la hice en abril de este año, estaba muy ansiosa. Pensé que iba a pasar más tiempo para poder operarme.

—¿Quién te informó de la buena nueva?

—Hablé con mi médico clínico, Claudio Bertone, y me comentó que estaba la posibilidad de poder operarme en Rosario. En junio de este año, me llamó el doctor Bertone para decirme que me acerque al consultorio. Pensé que era por algún control de rutina, nunca imaginé que era para decirme que me iban a hacer la vaginoplastía. Me contó que iba a venir el doctor Guillermo MacMillan –un experimentado médico chileno–. Cuando me lo nombró empecé a llorar y me dijo que me operaba el 26 de septiembre. Le dí un fuerte abrazo, la llamé a mi mamá para contarle y se puso a llorar conmigo. Ella me apoyó en todo, es lo más.

—¿Cómo te sentiste “ese día”?

—El 25 de septiembre fui a internarme al Hospital Centenario y el 26 me operaron. Fueron cinco horas de cirugía. Estaba muy nerviosa cuando llegué al Hospital, pero cuando lo conocí al doctor MacMillan me tranquilicé. Me decía “que me iba a quedar hermosa”, me hizo sentir muy cómoda. Fue como verlo a Dios, es un amor, una persona muy humilde. Todos me trataron muy bien: los enfermeros, los médicos. Estuve internada cinco días. Fueron muchos años de sufrimiento, y pensaba que después de la cirugía iba a ser realmente yo.

—Hubo un antes y un después de la cirugía…

—Me encanta mirarme al espejo. Tengo una vagina como cualquier mujer. Lloro todo el tiempo y la primera vez que hice pis, también lloré. Es muy fuerte todo. Me saco fotos todo el tiempo. Me cambió la cabeza y la vida completamente. En algún momento va a llegar la oportunidad de estar íntimamente con alguien, pero se va a tener que esmerar mucho para estar conmigo. Siento que volví a nacer, me siento tan feliz y tan mujer. El espejo me devuelve lo que realmente soy.

—¿Qué mensaje le darías a las personas que están pasando por tu misma situación?

—Que luchen por lo que quieren, que no se pongan a pensar en lo que dicen los demás. No hay nada imposible.

Con ciencia

Las prácticas en las dos personas trans (una de ellas Catalina) tuvieron por objetivo la creación de la vulva (labios mayores y menores) y una “neovagina” utilizando tejidos del pene y del escroto, la piel que envuelve los testículos. Uno de los pacientes, de 30 años, cuenta con la primera historia clínica que se abrió en el grupo trans de la Municipalidad y que tuvo continuidad de atención y tratamiento, mientras que el otro paciente, de 21 años, fue la primera persona en hacerse una orquiectomía (extirpación de testículos) en la ciudad.

La intervención contó con la presencia del urólogo chileno Guillermo MacMillan, considerado un maestro en transexualidad con más de 45 años de trayectoria y experiencia. Durante la cirugía, MacMillan estuvo acompañado por dos médicos rosarinos, Gustavo Delgado y Daniel Lizzi, referentes de la salud pública provincial y municipal, respectivamente, quienes tuvieron a su cargo la intervención bajo la supervisión del profesional chileno.

Por ley

La ley nacional 26.743, sancionada en mayo de 2012, garantiza el derecho a la identidad de género, definiéndolo como “la vivencia interna e individual del género tal como cada persona la siente, la cual puede corresponder o no con el sexo asignado al momento del nacimiento”. Así habilita el cambio de DNI y el acceso a intervenciones o tratamientos.

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