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A un año de la derrota, poco cambio en la política

Por: Daniel Casal / NA

Hace un año, el kirchnerismo sufría una dura derrota electoral que presagiaba un debilitamiento del poder del gobierno, y hasta algunos se entusiasmaban con un alejamiento anticipado de la presidenta Cristina Kirchner.

De las urnas del 28 de junio emergieron candidatos como Francisco de Narváez, convertido en uno de los hombres fuertes de la política local al lograr un importante triunfo en la provincia de Buenos Aires.

La oposición en su conjunto pudo cantar victoria y hasta el campo logró colocar a varios legisladores con la promesa de avanzar en proyectos clave para el sector.

Con el castigo electoral, el rechazo a las listas testimoniales, más el malhumor general por el brote de gripe A, los Kirchner se ubicaron en el piso de aceptación en todas las encuestas.

Pasados doce meses de aquella votación, se puede decir que la oposición no pudo o no supo capitalizar el resultado de las urnas y el kirchnerismo recuperó un terreno impensado por aquellos días aunque, claro está, lejos de los tiempos dorados.

Por ejemplo, De Narváez se mantuvo casi en silencio durante meses y se alejó de su socio político, Mauricio Macri, con quien ahora parece volver a acercarse.

El propio jefe de Gobierno porteño duda a la hora de construir su proyecto nacional, a pesar que algunas encuestas lo ubican en un lugar expectante.

Mientras que Julio Cobos, quien lideraba el claro favoritismo de la gente, ha perdido un par de elecciones en las internas de la UCR, como las de Buenos Aires y Neuquén, y se fue desdibujado como candidato para dar paso a un fortalecido Ricardo Alfonsín.

Fue por esta causa que el vicepresidente se despegó de las internas, al señalar que su enemigo es Kirchner y no Alfonsín.

Hasta los diputados del agro no pudieron en un año avanzar demasiado en proyectos comunes y se dividieron por temas como la Oncca o la ley de Arrendamiento, que quiere la Federación Agraria y la rechazan la Sociedad Rural y Confederaciones Rurales.

La ausencia de referentes capaces de aglutinar voluntades llevó a Eduardo Duhalde a lanzarse a la carrera presidencial, tras aquel lejano anuncio de que se retiraba para siempre de la política activa.

Sin embargo, su modesto avance en la encuestas también lo forzó a impulsar la unidad en el denominado Peronismo Federal, para competir fuera o dentro de las internas partidarias.

Duhalde recorre el territorio bonaerense para reunir la masa crítica necesaria con intendentes que le permita un repunte en el principal distrito del país.

Ante esto, el ex presidente Kirchner ya despliega su estrategia y le anticipa a los jefes comunales del PJ que deberán disputar sus cargos en internas partidarias, es decir, que si se atreven a sumarse a la filas duhaldistas les podrá un candidato propio.

La idea es que los díscolos huelan la posible derrota y forzarlos a no sacar los pies del plato.

Además, siempre está presente el rigor de los premios y castigos de los fondos coparticipables, el gran terror de cualquier intendente o gobernador.

Como los sectores rurales bonaerenses pueden ser clave para cualquier candidato, el gobierno ha avanzado también en un plan de seducción para los productores, con los subsidios o el Plan Estratégico para el sector.

A pesar del grave enfrentamiento de 2008 , en el gobierno consideran que el ánimo de muchos ruralistas pudo haber cambiado gracias a los gruesos dividendos que logran por las cosechas récords y los precios internacionales.

En vastas zonas del interior se jugarán importantes partidos si se tiene en cuenta que el kirchnerismo ya da por perdidos importantes segmentos de clase media urbana, los mismos que le dieron la espalda hace un año.

Esto lo sabe bien el gobernador bonaerense, Daniel Scioli, quien recorre con paciencia toda la provincia, siempre con sus tonos conciliadores.

Cerca suyo aseguran que varias encuestas le dan una ventaja de cinco puntos con respecto de su inmediato perseguidor, precisamente, De Narváez.

Considera que en marzo se empezarán a definir los tantos y quiere para ese tiempo por venir, una diferencia de mayor holgura.

Con ese objetivo, Scioli encarga encuestas, y engrosa sus equipos con especialistas de imagen y asesores de prensa.

Scioli va por la reelección a la gobernación, pero nada se puede descartar en el universo Kirchner, ni su propia deserción a la candidatura presidencial si las encuestas no le dan una ventaja apreciable. Si esto ocurre, puede llegar el momento del ex motonauta.

Pero, esa será la última carta del mazo que puede jugar el ex presidente y, antes de eso, afina su estrategia de cara al 2011.

En ese marco, se ve cierto giro hacia posiciones algo más moderadas, en especial, desde su posición como presidente de la Unasur.

Ya anticipó que viajará a Colombia para participar de la asunción del sucesor del presidente Uribe, ubicado en la antípodas de su pensamiento geopolítico para la región.

También se puede leer que el nombramiento de Héctor Timerman en la Cancillería denota cierto acercamiento al gobierno de Barack Obama.

La reciprocidad se pudo percibir con rapidez cuando el presidente de los Estados Unidos elogió la política argentina para con Irán, muy distante a la de Brasil y Venezuela.

Con respecto a este último país, la relación con Hugo Chávez se encuentra enfriada con respecto a la que se observaba hace un par de años.

El gobierno necesita ganar la confianza del establishment internacional para lograr el objetivo de atraer capitales a pesar de no bajar la bandera de castigo al FMI.

Es que ni el buen resultado del canje de deuda asegura una baja de riesgo país ni el logro de tasas de un dígito que luego se puedan traducir en el plano doméstico para las empresas.

Quizás, la llave se encuentre en demostrar, de una vez por todas, que las estadísticas del Indec son confiables. Pero esta es una puerta misteriosa que nunca se quiere abrir.

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