Espectáculos

Triste despedida

A los 81 años murió el rockero Rodríguez, protagonista involuntario de una historia increíble

Oriundo de Detroit, abandonó la música en 1971 luego de que los dos discos que había grabado pasaran desapercibidos. Pero en una curiosa vuelta del destino se volvieron muy populares en Sudáfrica y él, sin saberlo, se convirtió en una leyenda


Sixto Rodríguez, el legendario cantautor conocido sólo por su apellido y protagonista involuntario de una de las historias más increíbles del rock, murió en las últimas horas, a los 81 años, en Detroit, Estados Unidos, donde residía desde siempre.

Stephen Sugar Segerman, director de SugarMan.org, el blog y sitio web oficial de Rodríguez, confirmó su muerte a News24 este miércoles. “Hemos confirmado con su hija Sandra que falleció ayer, 8 de agosto, a las 17.30 hora de Detroit”, publicó. Sugar agregó que Rodríguez había estado enfermo durante algún tiempo antes de su muerte, luego de sufrir un derrame cerebral.

El cantante de Sugar Man cumplió 81 años el mes pasado y lo celebró con una reunión de músicos en Detroit. “Estuvo allí por un tiempo, pero no estaba en buena forma”, dijo Sugar. Y agregó que la celebración terminó “con un concierto tributo masivo”. SugarMan.org rindió homenaje a Rodríguez en las redes sociales, citando una canción de su álbum Coming to Reality. “Expresamos nuestras más sentidas condolencias a sus hijas, Sandra, Eva y Regan, y a toda su familia. Que su querida alma descanse en paz”, se lee en la publicación.

Una historia singular

Rodríguez comenzó a actuar en bares y clubes de la ciudad de Detroit en la década del 60, y fue allí donde grabó dos álbumes de estudio: Cold Fact en 1970 y Coming from Reality en 1971. Los discos pasaron desapercibidas en Estados Unidos, y Rodríguez dejó la música para estudiar y trabajar. Obtuvo una licenciatura en Filosofía de la Universidad Estatal de Wayne, se postuló para un cargo político y trabajó en la construcción y en una fábrica para mantener a su familia.

Pero sin que él lo supiera, alcanzó el estrellato como artista del folk-rock en Sudáfrica. Su historia se cuenta en el documental ganador del Oscar 2012, Searching for Sugarman, que le dio a Rodríguez una nueva medida de fama en todo el mundo.

Según los realizadores de la película, una estudiante sudafricana que había estado de intercambio en Detroit, al volver a su país le regaló Cold facts a su novio. Así lo contó Juan Forn en una contratapa del diario Página 12 de febrero de 2013: “El novio hizo escuchar el disco a sus amigos, todos fliparon, uno de ellos lo pasó un día por la radio de la universidad, pegó tanto que lo siguió pasando las semanas siguientes. Un empleado de la filial local de la Polygram inglesa descubrió que tenía el disco de Rodríguez en el catálogo y convenció a sus jefes de hacer una edición local. Era la Sudáfrica del apartheid: con la excusa del boicot comercial no pagaban regalías a nadie. Igual, los ingleses ignoraban quién era Rodríguez; lo tenían en su catálogo por esos acuerdos transatlánticos con discográficas yanquis, pero para entonces el sello de Detroit que apostó por Rodríguez ya había ido a la quiebra luego de vender menos de cien copias del disco”.

Las canciones de Rodríguez se volvieron un emblema de la juventud sudafricana de los 70, especialmente “Sugar man” y “I wonder”. El músico se volvió más popular que Elvis, Dylan, Los Beatles y Los Stones. Pero nadie sabía quién era él. La poca información de la portada del álbum no daba pistas de dónde era ni si seguía vivo. Entonces comenzaron a circular las más disparatadas versiones. Algunos decían que se había suicidado de un disparo, otros que se había quemado a lo bonzo arriba del escenario o que había tenido una sobredosis en la cárcel. De este modo, Rodríguez ya era un mito.

A comienzos de los años 90, un comerciante y un documentalista sueco, ambos fanáticos de su música, y convencidos de que Rodríguez estaba muerto, se pusieron de acuerdo para investigar cómo y cuándo había pasado eso. Sudáfrica estaba aislada del mundo e internet todavía no existía. Recién a mediados de esa década, cuando la web llegó a la gente, uno de ellos armó un sitio muy básico en el que pedía información sobre el misterioso músico. Y así, de manera extraña y maravillosa, estos dos personajes lograron hallar a Rodríguez a través de una de sus hijas.

Rodríguez seguía viviendo en Detroit, de manera austera. Hacía años que no tocaba en público y no tenía ni idea que allí, en el sur de África, un lugar tan remoto como extraño para él, se había convertido en una leyenda. La noticia del hallazgo se expandió por todo Sudáfrica y, en marzo de 1998, Rodríguez voló a Ciudad del Cabo, donde dio una serie de conciertos masivos. Fue una verdadera sensación y las imágenes que muestra el documental son realmente conmovedoras.

Se cree que en ese país se vendieron más de medio millón de discos (y que una cantidad mucho mayor circuló de manera pirata). Pero Rodríguez nunca vio un peso y tampoco lo reclamó. Lo que ganó por sus shows se lo dio a sus hijas.

Volvió a Sudáfrica de 2013 done actuó para más de 40 mil fanáticos en nueve shows que dio Ciudad del Cabo y Johannesburgo. También regresó a ese país en 2016.

Rodríguez superó las adversidades, sus discos se popularizaron y así encontró un lugar en la historia de la música.

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