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A correr que somos muchos

Por: Omar Marsili

reflexiones

Para todos los debutantes y especialmente a mis compañeros de equipo Mariana Azpeitia y Eduardo Schibb.

A correr muchachos que hace frío y somos miles detrás de una zanahoria  inalcanzable, agitando el gran sueño de pisotear la distancia, de doblegarla contra todas las leyes del raciocinio.

Es cierto que en el trayecto se nos cruzarán las ideas más insólitas pero la voluntad y el orgullo nos impulsarán sin tregua y con ganas. Se viene la fecha y la angustia muerde los talones.

El listado de autorecomendaciones se agranda sobre la mesa de luz. La toalla para la traspiración que caerá en los ojos, la vaselina para las intimidades y la cinta para cada dedo, los guantes por el frío, la bolsa de polietileno con la leyenda Rosario 42 K de 2007 que sigo usando, la necesidad de recortarse las uñas, el doble moño en los cordones de las zapatillas, el recuerdo imborrable de Zaballita y Cabrera haciendo historia en la especialidad con sus dos medallas olímpicas para Argentina, sin olvidar a Gorno, Sensini y Osvaldo Suárez, por nombrar algunas leyendas del deporte nacional.  

Esta dura competencia se desarrollará desde el Monumento a la Bandera hasta  Pellegrini para volver a Rioja por la costanera. Desde ahí tomar Avenida Libertad hasta el Parque Urquiza, para seguir por Pellegrini hasta el Parque Independencia y la fresca arboleda. Habrá que retornar al Monumento a la Bandera por el mismo recorrido, avanzar por el túnel hasta La Florida recorriendo la costanera, bordeando el estadio canalla para volver al Monumento en busca del arco de llegada.

Si algo tiene el maratón es placer y suplicio, masoquismo y desafío. Cuarenta y dos kilómetros y 195 metros es una prueba interminable con matices que van desde la emoción a la depre, y por encima de todas las sensaciones el orgullo de “ser maratonísta”. Sin los cuarenta y dos kilómetros el maratonista tiene una deuda consigo mismo, una deuda pendiente que sólo puede cancelarse corriendo al menos un maratón. 

Hasta los treinta y pico el ego acompaña; mas allá la sombra se irá achicando por el horario (cerca del mediodía) y el cuerpo se va cayendo. A esa altura todo es destrucción, no hay agua que pueda levantar el ánimo, ninguna sonrisa podrá estimular al espíritu. Después de los treinta la desazón en calzoncillos ceba mate, los párpados quieren agitarse pero estarán estáticos, quietos como el asfalto quieto. Por supuesto que la voluntad seguirá sosteniendo el alma, la ilusión de alcanzar la meta y las ganas de seguir soñando aunque el cuerpo pida tregua; el compromiso de correr se mantendrá intacto, porque somos trotadores, amantes de la distancia, hijos del capricho, maratonistas que el 21 de junio cruzarán las calles de Rosario para escribir una nueva página de esta competencia que dejó de ser una fiesta local para convertirse en una fecha del calendario internacional.

Esta vez se encontrarán mil quinientos argentinos de distintas ciudades, doscientos rosarinos por nacimiento o adopción y 170 extranjeros provenientes de Australia, Islas Caimán, Francia, Estados Unidos, Israel, Italia,  muchísimos uruguayos, chilenos, brasileños y paraguayos.

Esta competencia juntará en un solo circuito –como es costumbre en esta disciplina– aficionados y profesionales del atletismo, hombres y mujeres, jóvenes y viejos, velocistas y pacientes trotadores, auténticos atletas y, por otro lado, cuerpos un tanto desvencijados que harán la prueba con una diferencia en tiempo que oscila entre las dos horas quince y el tope de seis. Recorreremos el ya prestigiado circuito urbano para reafirmar que Rosario es ciudad de maratones”.

 * Autor de “El maratonista” y “El paraíso sobre tus zapatos”

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