Rosario ha nutrido, siempre, de jugadores y últimamente de directores técnicos al seleccionado argentino. Y hoy la noticia de la llegada de Gerardo Daniel Martino conmueve a una ciudad que respira fútbol en cada rincón.
El Tata llega por aclamación al combinado albiceleste. Por trabajo, seriedad y humildad.
Pero también por trayectoria. Volvió a su querido Newell’s en el peor momento deportivo de los últimos años y en 18 meses lo guió desde el banco al título y a una semifinal de Libertadores. Pegó el salto a Europa y comandó a un Dream Team en plena etapa de recambio; y pese a que no cumplió con lo que prometió (“en el Barcelona hay que ganar todo”), su paso por España le aportó un eslabón más a un intachable currículum. Volvió a su querida Rosario, descansó, fue religiosamente a ver a los pibes de las inferiores leprosas cada sábado mate en mano y nuevamente el teléfono sonó en su casa de Barrio Cura, aunque ahora con un sueño al que no podía decirle que no: el seleccionado nacional.
Hoy, como todos los miércoles desde hace muchísimos años, el Tata tomará un café a la mañana en el tradicional bar Pan y Manteca de Córdoba e Italia y por la noche se juntará –con ya es una costumbre– con sus amigos en la peña que reúne a profesionales, ex futbolistas y gente de barrio. Ahí seguramente levantará la copa y brindará. Esta vez no por Newell’s. Esta vez lo hará por la celeste y blanca. Es que desde ayer es el Tata de todos.
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