Anhelamos un estado de conciencia en que la felicidad sea una experiencia duradera.
Una voz nos susurra con calculada seguridad que esto es una utopía y que el sufrimiento es inevitable, que tal estado de conciencia sería una exigencia por sobre la realidad, y que procede del orgullo. Aun así, podemos comprender que no es lo mismo estar feliz por algo que ser una persona feliz. Cuando experimentamos en nuestra vida que la felicidad viene y se va, en ciclos continuos, es prueba fehaciente de que vivimos desde modelos de ser instalados desde el exterior. De alguna manera hemos sepultado nuestra capacidad de sentir lo que somos y olvidamos cómo vivir desde nuestro centro real, y por tanto, de obrar de acuerdo con nuestro propio interés. La mente ha sido obnubilada por un modelo externo que nos impone otra valoración. La personalidad se ha forjado desde un extraño anhelo de agradar a los demás. Veamos cómo se estructura la imposición subconsciente del modelo.
Cuando somos pequeños es inevitable seguir una guía externa o modelo de conducta impuesto por los padres. Sentimos que el amor llega cuando satisfacemos ciertos requerimientos que ellos estipulan como adecuados, pero que van moldeando nuestra manera de percibir y sentir. Si nuestros padres han sido adiestrados en el modelo externo, se nos prohibirá a nosotros ser espontáneos, instalándose en nuestra mente una insignia que nos hará creer que hay algo mal con nosotros. Por ejemplo, dentro del modelo se cree que los niños tienen que aprender tantísimas cosas que ignoran, en un mundo que está en continuo movimiento y que nos exige una actualización constante. Una preocupación prevaleciente trata sobre qué serás de adulto, hay un modelo más aceptable que otro dentro de las profesiones de turno o formas de contribuir, y de niños nos preguntan: ¿qué vas a ser cuando seas grande? …Y la gente grande juega con esta preguntita sin darse cuenta que actúa como los adiestradores subconscientes de un modelo de desconexión (un programa de miedo).
Este modelo nos instala las valoraciones de percepción que son funcionales únicamente a la vida exterior a costa del sentir propio, y va reemplazando el conocimiento real del niño (su confianza en sí mismo basada en su igualdad con todo), por la percepción del mundo del padre. El padre, por más cariñoso que sea, cree en el modelo, lo practica y lo enseña, es lo que aprendió, no puede enseñar lo que él mismo no conoce. Y en el ideal de ser alguien responsable y dador para el hijo, transmite el modelo externo de vida, una forma de pensar, que no es ni más ni menos que un sistema de defensa adecuado al mundo que percibe. En tal caso, tú puedes llegar a experimentar que tienes dudas acerca de quién eres, y es debido simplemente a que te perdiste a ti mismo en el proceso de crecer.
En verdad, lo que ha crecido no fuiste tú, sino el modelo dentro de ti. Luego de esta instalación gradual y sutil del programa, con tu práctica diaria de conducirte lo refuerzas.
“Hay que ser de esta manera o de esta otra…”, se suele escuchar en nuestro interior.
Este modelo priva al niño de su derecho a sentir y queda sin su guía natural. A merced de valoraciones ajenas crece la desconfianza en sí mismo, su propia valía no es despertada desde su interior y tampoco puede mirar al mundo de acuerdo con su propia intuición. Quizá pocas preguntas se le hacen para avivar su fuego interior natural. Este proceso unilateral de valoración exterior es directamente proporcional a la desconexión con su propio ser, y por lo tanto, su ilimitado potencial interno permanece latente. Sin lugar a dudas, no estamos frente a un proceso educativo, sino más bien, frente a una fascinante domesticación.
El adormecedor modelo de conducta no funciona meramente de cara al exterior sino que también funciona como un sistema interno de percepción, ya que te juzga y te condena de acuerdo con qué tan bueno eres en seguirlo. Cuando no cumples con sus criterios de valor, te criticas y te desapruebas. Ahora tú mismo eres el guardián de un interés desconocido, ahora tú mismo eres el guardián de la ilusión. Todos los pensamientos que abrigas sobre ti parten del parámetro del modelo. No me miro a través de mi propia mente, sino que mis pensamientos van a representar lo que los demás sienten y piensan de mí. El ego no es ni más ni menos que un inmenso sistema de percepción mental basado en un interés separado o ajeno a mi naturaleza, pero que me rige desde el interior. Es un sistema de pensamiento fundado en la fascinación por lo exterior, y que roba la autoridad (autoría + autenticidad) de mi vida.
Los modelos serían necesarios a veces, cuando queremos lograr ciertos objetivos prácticos en el mundo, pero no sirven si se los utiliza para derivar importancia, o como parámetro de identidad, o como lente con el que mirar o juzgar al niño o a la gente. Hay personas que creen ser doctores o abogados cuando en verdad esas señalizaciones se refieren a una función práctica dentro del tiempo, pero es confundida con la identidad. En la medida en que para ti sea más importante obtener algo del mundo exterior, más y más te adecuarás a un modelo que te sirva, pero te privarás en la misma medida de crecer interiormente, de mirarte y observarte. Hay personas que desde que se levantan hasta que se acuestan realizan actividades sin detenerse, para evitar el sentir, que les guía más allá del modelo o programa. Por lo tanto, el modelo te hace servil al mundo pero te vuelve esclavo de tus pensamientos.
Miras a un pobre, o a un analfabeto, o te miras a ti mismo viejo y sin atractivo físico, pero lo que ves en verdad es tu propio miedo proyectado afuera desde una expectativa falsa.
No es de extrañar entonces que te sientas raro al sentarte en silencio a meditar y observar tus pensamientos. No es de extrañar que percibas incomodidad o te pienses anormal si te haces vegetariano, o bien si piensas diferente al modelo representado por la opinión de tus amigos y familiares. No es de extrañar que la búsqueda de placeres temporales se haya transformado en un objetivo de vida y una adicción dolorosa,¡estás desconectado de tu verdadero interés!
La profunda paz y sabiduría latentes en nuestro interior necesitan del apoyo de habilidades internas como la atención sostenida y la observación libre de todo juicio, que nada tiene que ver con la habilidad de razonar que utilizamos en los procesos externos en el diario vivir.
De manera que en verdad tú eres tú mismo en la medida en que vives cada vez más desde el centro de alegría que eres (emotividad), desde el centro de fuerza que eres (energía vital) y desde el centro de inteligencia que eres (claridad de propósito). Para nada eres mejor persona siendo bueno, siguiendo la noción esclavizante del modelo externo.
Aquí descubrimos que: los modelos externos ayudan mientras no limiten tu sensación de valía, ni dominen, ni moldeen tu forma liberadora de pensar y sentir. Cuando vivimos bajo su falsa luminosidad se yerguen como grandes defensas que obstruyen el sentir y la guía interior. Son mensajeros de una culpabilidad ancestral que tú te permites vivir como real, pero que hoy puedes elegir comenzar a soltar en tu mente.
Di para tus adentros: “Soy libre hoy, y en mi libertad elijo sentir, soltar y ser guiado desde mi verdad profunda”.
El miedo con todos sus juguetes de turno desaparecerá, ya que has comenzado a avivar el tremendo potencial de tu fuego interior.
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