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Kirchner vuelve a un PJ que se le rebela

Por: Pablo Ibáñez

Néstor Kirchner planea revisitar los simbolismos camporistas como escenografía para su regreso al PJ. El 11 de marzo, en el Chaco, retomaría la jefatura partidaria a la que renunció, el 29 de junio pasado, luego de perder con Francisco de Narváez en Buenos Aires.

El patagónico prometió que, como celebración de los 37 años de la victoria de La Tendencia en el 73, aceptará retomar el mando del peronismo oficial. Jorge Capitanich, gobernador anfitrión, en las últimas horas ofició de vocero de la demorada reacción de Kirchner.

El chaqueño debe confiar en su suerte: antes que él, Sergio Urribarri y José Alperovich se atrevieron a pronosticar, luego de charlas en Olivos, que el ex presidente elegiría Entre Ríos y Tucumán, respectivamente –ambos en febrero–, para retomar la jefatura partidaria.

Como en un ciclo perfecto, Kirchner se escuda otra vez en el 11 de marzo, fecha que quiso hacer emblemática cuando en 2004 hizo el primer acto propio, en su primigenio distanciamiento de Eduardo Duhalde. Fue, como indicio de rebeldía, un guiño setentista.

Seis años después, el patagónico completa la secuencia: en la misma fecha que marcó su expansión, cuando el PJ suplicaba por tenerlo como jefe, ahora regresa, reducido y en picada, a un partido que atraviesa el peor momento de disidencias y fugas.

Hasta Hugo Moyano, quien se convirtió en el último tiempo en el principal sostén y defensor de Kirchner, se animó a reconocer en público lo que la Casa Rosada sólo admite en voz baja: que el malestar entre los dirigentes con los Kirchner es inocultable.

“Algunos muchachos del peronismo no están de acuerdo con Kirchner”, aseguró el camionero y jefe de la CGT. Tuvo la gentileza de cuantificar moderadamente el alcance de la rebeldía.

El patagónico, con su decisión de volver al PJ, no hace otra cosa que reconocerlo: el peronismo que alguna vez desmereció –se negó, de hecho, durante cinco años a asumir la jefatura– se convierte ahora en su último refugio mientras, explícita o implícitamente, la dirigencia imagina opciones que no lo incluyen.

El show de regreso que promete al PJ, en el Chaco, tiene ese desafío. Kirchner ordenó reunir la mayor cantidad de dirigentes, entre gobernadores, sindicalistas, legisladores e intendentes, para mostrar una foto que contradiga el clima de rebelión.

¿Hacerlo en el lejano Chaco es una elección correcta o es una excusa perfecta para justificar las ausencias a una ceremonia que se prenuncia diezmada?

Entre tanto, el patagónico deberá resolver el episodio crítico del Grupo Pinamar que el lunes pasado, en un almuerzo, reunió a más de 20 diputados con miradas temerosas sobre el destino electoral del PJ en 2011 si el proyecto sigue atado a los “antojos” K.

El primer espasmo, que consistió en aplicar el látigo y remover a Raúl Pérez, uno de los diputados sobre los que Kirchner descarga la responsabilidad de la cita pinamarense, de la jefatura del bloque bonaerense, está en veremos.

En Olivos no aciertan a dimensionar si esa jugada puede, finalmente, resultar exitosa y, llegado el caso, con qué costos. Una embestida sobre el bloque podría tener como consecuencia una fractura que, más que servir como adiestramiento para los rebeldes, podría precipitar la estampida.

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