Sociedad

Gordofobia

La autoestima del error: ¿Cómo hacerle frente a un sistema que discrimina en nombre de la salud?


Por Romina Sarti*

En el encuentro anterior conversábamos con Lara y Cris de Nadie hablará de nosotras (ir a nota) y quedaron resonando cuestiones nodales como salud, modelo preventivo, gordofobia. En este ejercicio de deconstrucción en que nos proponemos desandar conceptos y cuestionar estereotipos, pueden surgir incomodidades, desacuerdos, dudas; sin embargo creemos que es necesario polemizar sobre estas estructuras para proyectar una construcción social inclusiva, basada en el respeto a la diversidad en todas sus formas.

Nadie hablará de nosotras (sin nosotras): un espacio de reflexión, calidez y humor gorde

Hoy, en nuestro afán de comprender el desamparo que genera sentir, percibir y ver que somxs expulsades del Jardín del Edén de la salud y belleza heteronormativas, indagaremos sobre la autoestima que se tensiona entre el capitalismo, el body positive y el artificio de aceptarse con alegría; cuestionando con cierta herejía un empoderamiento edulcorado, que termina siendo tan perjudicial como la gordofobia misma.

En este contexto, y haciendo un recorte voraz de mucha teoría, traemos a colación un abordaje de la autoestima desde una perspectiva paradojal: El amor propio nace del afecto que nos entregan nuestros padres o cuidadores en nuestra infancia. Si dicho afecto es sólido, continuo y estable, las bases de nuestro amor propio serán sólidas, continuas y estables; si dicho afecto es frágil, discontinuo e inestable, las bases de nuestro amor propio serán frágiles, discontinuas e inestables.

Tal es la paradoja: el amor propio nace del amor ajeno”.[1] Aunque también es cierto que La autoestima es una experiencia íntima: es lo que pienso y lo que siento sobre mí mismo, no lo que piensa o siente alguna otra persona acerca de mí. Mi familia, mi pareja y mis amigos pueden amarme, y aun así cabe la posibilidad de que yo no me ame. Mis compañeros de trabajo pueden admirarme y aun así yo me veo como alguien insignificante. Puedo proyectar una imagen de seguridad y aplomo que engañe a todo el mundo y aun así temblar por mis sentimientos de insuficiencia. Puedo satisfacer las expectativas de otros y aun así fracasar en mi propia vida. Puedo ganar todos los honores y aun así sentir que no he conseguido nada. Millones de personas pueden admirarme y aun así me levanto cada mañana con un doloroso sentimiento de fraude y un vacío interno”.[2] Considerando entonces estas definiciones casi complementarias, me querré considerando cuanto amor me han tenido, aunque no basta con que me quieran los demás para consolidar mi autoestima. Tampoco creemos que la repetición mántrica del me quiero me acepto me amo, tenga un impacto más allá de lo pseudo hipnótico. Estos son procesos individuales, que también anclan en procesos colectivos, que requieren de madurez emocional, de profesionales que acompañen y estén a la altura de las necesidades, de valor para cuestionar la realidad y sororidad, mucha sororidad.[3] El “momento de quiebre” en que confesamos a otre una autopercepción dañada, equivocada, fea, desagradable, errónea y la comprensión del pesar que ese otre atraviesa porque comparte esta experiencia, genera un reconocimiento identitario de un colectivo oprimido (por lo que también termina asumiendo un rol político).

¿Cómo querernos cuando todo un sistema nos dice que estamos mal?, que somos representantes de aquello que nadie quiere encarnar, que simbolizamos la vagancia, la paja, la gula, el descontrol, el error. Cómo convivir en la distorsión que genera un modelo en donde el ser se reduce al hacer, donde compulsivamente se asocia lo sano con un formato de cuerpo quimérico para la mayoría de la población, donde la mujer-objeto debe responder a esos cánones simplemente por portación de vagina, cuando la responsabilidad cae sólo en las personas y no en un mercado que remarca el precio de alimentos sanos y naturales, haciéndolos inaccesibles para un gran número de personas.

Cuando en nombre de nuestra salud (física) somxs objeto de opinión de cualquier persona sin saber la historia que está detrás: ansiedad, bulimia, trastorno de conducta alimentaria (TCD), depresión; no, eso no se ve, y lo que no se ve no existe. Existe la grasa, la curva pronunciada, el rollo demonizado; importa más que la cuerpa se adapte a los parámetros estandarizados de normalidad que impone una industria de la dieta, a la cual lo único que le importa es que sigamos engordando para poder seguir garantizando tratamientos que engrosan sus bolsillos y nuestras panzas.

¿Cómo hace el error para gestar autoestima?, ¿qué mecanismos genera para trascender los aberrantes límites que le impone una sociedad? ¿basta con cerrar la boca y aflojar a los postres (cerrar la boca y permitir la opresión por vergüenza)? Los límites condicionan la vida, la percepción del mundo, la posibilidad de transitar experiencias: jugar a la popa en el recreo, noviazgos adolescentes, pileta o mar en verano, y un sinfín de ejemplos más. La actitud compensatoria que generan estas formas desmedidas se dislocan en una excesiva simpatía, bondad o inteligencia (porque “la pinta es lo de menos, vos sos un gordo bueno”).

La cuerpa errónea es la cuerpa abatida, subyugada, colonizada, vencida, anulada. Por eso, a pesar del bombardeo mediático y cultural de un formato homogeneizante: ¡sororidad y Avanti, o mejor

Piú Avanti!

No te des por vencido, ni aun vencido,

no te sientas esclavo, ni aun esclavo;

trémulo de pavor, piénsate bravo,

y arremete feroz, ya mal herido.

Ten el tesón del clavo enmohecido

que ya viejo y ruin, vuelve a ser clavo;

no la cobarde estupidez del pavo

que amaina su plumaje al primer ruido.

Procede como Dios que nunca llora;

o como Lucifer, que nunca reza;

o como el robledal, cuya grandeza necesita del agua y no la implora…

(Almafuerte, 1907)

***

 

*Gorda, aprendiz de las diversidades en todos sus niveles, mamá, docente y rockera IG: romina.sarti

 

[1] Mundo Crianza, 28/01/2019. PARADOJA DEL AMOR PROPIO. El amor propio nace del afecto que nos entregan nuestros padres o cuidadores en nuestra infancia (VER).

[2] Hornstein, L. (2011). Autoestima e identidad: narcisismo y valores sociales. In Tezontle (pp. 224-p). Recuperado de lectoresdeheidegger

[3] La palabra sororidad se deriva de la hermandad entre mujeres que pueden aliarse, compartir y cambiar su realidad opresiva. Una dimensión ética, política y práctica del feminismo contemporáneo. Es una experiencia de las mujeres que conduce a la búsqueda de relaciones positivas y la alianza existencial y política, cuerpo a cuerpo, subjetividad a subjetividad con otras mujeres, para contribuir con acciones específicas a la eliminación social de todas formas de opresión y al apoyo mutuo para lograr el poderío genérico de todas y el empoderamiento vital de cada mujer” (Lagarde, 2006).

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