Crónicas

Cartas reveladoras

El misterioso “secreto” bien guardado sobre la hija primogénita de Albert Einstein

Varias biografías abordaron la vida del creador de la teoría de la relatividad, pero ninguna abundó en detalles sobre su primera hija. El hallazgo de correspondencia entre él y su primera mujer Mileva develó que hubo una niña de la que el físico jamás habló con nadie pero menciona en esas misivas


Varias biografías abordaron la vida y obra del físico y creador de la teoría de la relatividad Albert Einstein. Pero ninguna todavía abundó en detalles sobre la existencia  de quien  fuera su primera hija. Recién a mediados de los 80, el hallazgo de correspondencia entre él y su mujer develó que hubo una niña de la que Einstein jamás habló con nadie.

Hasta ahí sólo se sabía que había tenido dos hijos con su primera esposa, Mileva Maric. En las cartas encontradas se hablaba de una pequeña llamada Lieserl, quien habría nacido en 1902.

“En realidad no sabemos qué le pasó a esa niña después de los dos años”, señaló Ze’ev Rosenkranz, editor y subdirector de Einstein Papers Project, un megaproyecto para reunir todos los componentes de la historia de vida del gran científico que todavía se encuentran dispersos.

“La historia de esa niña se pierde en la historia de la vida de su padre”, agregó Rozenkranz, y continuó: “Eso ha generado especulaciones. Puede ser que la hayan dado en adopción o que haya fallecido. Simplemente no ha logrado saberse”. El Einstein Papers Project es una iniciativa del Instituto de Tecnología de California que ha reunido, traducido y publicado miles de documentos del Nobel alemán y que cuenta con el patrocinio de la Universidad de Princeton, de Estados Unidos, y la Universidad Hebrea de Jerusalén.

Las cartas y los documentos del físico que fueron encontrándose en las dos últimas décadas se convirtieron en una valiosa fuente para tener una idea más acabada de su lado humano, para poder ver con otra luz su interioridad y las relaciones con su entorno familiar, que aparece como diferente al estado público que había tomado su figura como genio científico.

Un nacimiento develado por cartas

Fue la correspondencia encontrada la que confirmó la existencia de Lieserl. En cartas dirigidas a su mujer, que se encontraba en Zagreb, capital de la actual Croacia, preguntaba por su hija del siguiente modo: “¿Está sana? ¿Y llora convenientemente? ¿Cómo son sus ojos? ¿A cuál de nosotros se parece más? ¿Quién le da la leche? ¿Tiene hambre? Debe ser completamente calva. Todavía no la conozco y la quiero tanto”.

Mileva había tenido la niña lejos de él, en la casa de sus padres. Estos fragmentos aparecen reproducidos en Einstein, su vida y universo, una amplia y minuciosa biografía escrita por Walter Isaacson. Allí queda claro que Mileva abandonó Suiza para viajar a su antiguo hogar apenas iniciado el embarazo y todo indica que el motivo no fue otro que el rechazo que los padres de Albert habían manifestado a la unión de la pareja. Sobre todo su madre, quien se oponía a la relación advirtiéndole que junto a ella, Albert no podría seguir desarrollándose y arruinaría su futuro.

Mileva Maric, primera mujer de Einstein y madre de Lieserl

Algo de todo esto también aparece en Einstein sobre Einstein: reflexiones autobiográficas y científicas, de Hanoch Gutfreund, donde se describe la tensión que hubo entre un joven Einstein y sus padres cuando decidió seguir su relación con Mileva y al tiempo ella quedó embarazada sin haberse casado todavía.

La madre de Albert le hizo un escándalo frente a algunos compañeros en plena calle demonizando a Mileva y diciéndole que no toleraría un embarazo de “esa mujer que era más grande que él”. Pero Mileva y Albert estaban muy enamorados y nada les importaba que ella tuviera 23 años mientras él apenas 19. Ella, que era de extracción mucho más humilde que Albert, era su compañera en el Instituto Politécnico de Zúrich, donde también se destacaría en investigaciones sobre física.

Una “desgracia” amorosa

Sobre la relación de Albert y Mileva, Isaacson refleja algunos pormenores que clarifican al menos los sentimientos que se jugaban entre ambos. “Continuaremos amándonos. Mi madre no va a interferir en lo que siento y no va a impedir que nos casemos”, dice Einstein en una de las cartas a su mujer.

Y en otra misiva aparece una frase que da cuenta de lo duro que significaba sostener la relación con Mileva: “Mis padres lloran por mí casi como si me hubiera muerto. Una y otra vez se quejan de que yo mismo me he acarrea-do la desgracia por mi amor hacia ti. Creen que no eres sana y que soy víctima de algún sortilegio”.

Con todo, la pareja llevó adelante la relación pero cuando se enteraron del embarazo, ella partió a Zagreb. Al parecer de común acuerdo y para no complicar más aún la situación, según se desprende de algunos pasajes de otras cartas enviadas por Albert.

De acuerdo a las fechas de las misivas, se pudo determinar que pocas semanas antes del parto, Einstein estaba en Berna, entusiasmado por la posibilidad de conseguir un empleo en la Oficina Federal de la Propiedad Intelectual, al tiempo que ofrecía clases privadas de matemáticas y física. Eso les permitiría cierta estabilidad para afrontar el nacimiento en una época en la que la cuestión económica no era nada fácil para quienes empleaban su tiempo en estudiar e investigar y no contaban con medios suficientes.

En una de esas cartas, Einstein le expresa a Mileva su optimismo en cuanto al futuro pero también una preocupación: “El único problema que nos quedaría por resolver sería el de cómo tener a nuestra Lieserl con nosotros. No quisiera tener que renunciar a ella”, escribió. Quien sería uno de los grandes científicos sabía de la dificultad que representaba para la sociedad de su época tener un “hijo ilegítimo” y más para alguien que en ese momento buscaba convertirse en un respetable funcionario público.

Einstein nunca habló con nadie de su hija

El insondable silencio

Luego del nacimiento de Lieserl la correspondencia parece haberse suspendido y resulta curioso que es solo Albert quien menciona casi exclusivamente a la pequeña, mientras que Mileva responde con alguna interjección o asentimiento. A partir de allí los rastros de la relación con la niña brillan por su ausencia.

Esto llevó a teorizar sobre que Einstein y su hija nunca se conocieron ya que cuando Mileva volvió a Suiza lo hizo sin ella. Finalmente, en 1903, cuando Albert se aseguró un trabajo estable en Berna, se casaron.

En 1904 nacería su segundo hijo, Hans Albert, y en 1910 el tercero, Eduard, cuando ya la familia se había mudado a Zúrich. Sin embargo, ni siquiera sus hermanos mencionaron alguna vez algo sobre Lieserl; y Albert y Mileva parecen haber cuidado celosamente que el “secreto” permaneciera guardado.

Luego de algunas arduas búsquedas, Isaacson señaló que es muy probable que una amiga de Mileva en Zagreb haya asumido el cuidado de la niña. Pero nunca hubo demasiada certeza sobre el paradero de esta mujer y sobre la misma Lieserl.

Gutfreund abona esta suposición: “Todo lo que sabemos sobre su hija es lo que se escribieron en sus car-tas y es muy poco y en un momento determinado, la niña no vuelve a ser mencionada”.

La madre del genio de la física quiso impedir la boda de su hijo con Mileva

Rosenkranz coincide con esta apreciación: “Hubo historiadores y periodistas que viajaron a Zagreb y trataron de encontrar sus rastros, buscaron documentos, registros, en archivos y repositorios, pero no tuvieron éxito. La última mención que se hace de ella es cuando tenía cerca de dos años, cuando una prima de Mileva dijo que supo que la niña había contraído escarlatina pero que creía que estaba con la madre, a quien había dejado de ver desde aquella época. No sabemos si sobrevivió a eso”, indicó.

A principios del siglo XX esa enfermedad resultaba todavía muy virulenta, especialmente para los niños pequeños y esta fue una probabilidad que el equipo de Einstein Papers Project consideró cuando en 1986 se descubrió la correspondencia del físico con su mujer.

Todo cuanto se averiguó hasta ahora hace suponer que el creativo científico que desarrolló la teoría de la relatividad, quien murió en 1955, no le contó jamás a nadie sobre su hija.

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