Ciudad

“En El Obrador la clave es mirar con otros ojos”

La antropóloga Marcela Valdata está a cargo del Centro Municipal donde, asegura, “se construye cultura”.

En la zona oeste de la ciudad, Rouillón al 4300, en Espinillo y Maradona, funciona desde hace tres años el Centro Cultural Municipal El Obrador. Cada semana, más de 600 vecinos pasan por sus talleres de herrería, carpintería, juguetería, el “roperito”, murga, percusión, cestería, soldadura o hip hop. Su directora, la antropóloga Marcela Valdata, enfatiza con orgullo: “Aquí construimos cultura”.

En los márgenes de la ciudad, entre los bulevares Seguí, Avellaneda, avenida de Circunvalación y las vías del Ferrocarril, donde conviven más de 30 mil vecinos de los barrios construidos por el Plan Federal o del Servicio Público de la Vivienda, hay casas levantadas por los mismos integrantes de la Cooperativa de Trabajo, muchos de ellos aprendiendo un oficio en El Obrador, que incluso les habilita herramientas para que “entre todos se ayuden”. Allí también están los olvidados de los asentamientos irregulares de Villa Cariñito y La Tacuarita. Hay integrantes de la comunidad Toba, otros que llegaron de Paraguay o Bolivia, y todos tienen un lugar de encuentro común: El Obrador.

Valdata está al frente de un grupo de madres que incansablemente trabajan para generar objetos que luego van a ser vendidos y así cada uno se siente útil. “Ése es el primer desafío: que cada uno sea responsable de lo que realiza, que lo vea terminado y que luego ingrese dinero por la venta, lo cual es el logro final. Pero, por sobre todo, sentirse útiles, que se puede, que si hacen un bolso, ese bolso esté bien terminado, que tenga un diseño original para que despierte interés y sea posible vender. Confeccionamos bolsos ecológicos para el súper, donde se reciclan los sachet de leche, se los corta en tiras y se teje algo muy resistente. También la Muni nos manda papeles de viejas publicaciones y se arman bolsos para regalaría”, agrega la antropóloga.

Los cartoneros llegan del centro con sus carros y canjean los sachet, bolsas de nylon por botellas plásticas o cartón. “Aquí, la gente recibe leche de los planes en cajas de cartón, a nosotros no sirven los sachet. Al mes de junio teníamos 18 mil envases y para hacer un bolso necesitamos cerca de 200”, agrega Valeria, una de las mujeres del Roperito, que muestra con orgullo cómo se confecciona ropa para la murga. Con bolsas de papas fritas o de sachet de acondicionador para la ropa, arman polleritas para las niñas. “Aquí no se tira nada, todo se transforma”, asegura con alegría.

Trabajo para ganar

En otro de los talleres, un grupo de muchachos coloca sobre cemento alisado tapitas de gaseosas y con distintos colores dan forma a lo que será una “baldosa” con un diseño muy original. Luego se transformarán en los pisos del taller de herrería, donde hay más mujeres que hombres. “Ellos participan de las cooperativas de trabajo, vienen a capacitarse en distintos oficios, les prestamos herramientas, es notable observar cómo los acompañan sus esposas, cebando mate o cada uno está en un taller y sus hijos quedan a cargo de una maestra jardinera que viene a darnos una mano. También ellos mismos se suman al taller de juguetería. Hacemos lo que podemos con lo que tenemos”, indica Valdata.

Luego, la mujer destaca el trabajo que se realizó en la formación de promotoras culturales, donde, por ejemplo, se confeccionó un folleto en lengua Qom para combatir al dengue. “La transmisión de cultura toba es una manera de que se sientan respetados. Ellos mismos cuando necesitan ropa vienen al Roperito y se la hacen o, por ejemplo, los ayudamos en cualquier tipo de trámite. Nosotros queremos que se sientan escuchados, contenidos”, agrega la antropóloga.

En la pared del taller de herrería hay pintado una gran ojo de búho. Valdata explica que “el significado es que miramos con otros ojos, poder mirar otra cosas, esa es la clave. Si bien esto es municipal, no estamos esperando que los problemas los resuelva la Municipalidad, seguimos y vemos de qué manera se buscan soluciones. La gente no puede esperar, las demandas son permanentes. Se trabaja colectivamente: aquí nadie dice ‘esto es mío’, ‘me pertenece’. Acá se participa y cuando se vende se distribuye de acuerdo al trabajo realizado, lo que le puso cada uno”, enfatizó

Juguetes Qom

“En una sociedad, el juguete es producto del diálogo entre los adultos y los niños. Es muy valioso que haya mayores que fabriquen juguetes para los chicos. En el juguete artesanal está el rastro de la mano del que lo hizo, en el trazo de la pintura, en el alisado con el dedo con el que realizó el muñeco”, describe la psicóloga Mariela Mangiaterra, quien trabaja junto a Elsa Albornoz en el taller de juguetería  de El Obrador.

Convocadas para la creación de juguetes basados en la artesanía de la comunidad toba, Mangiaterra explica que “el desafío es incorporar a lo que ellos saben hacer un toque contemporáneo y ver la posibilidad de comercializarlo”.

Las manos del ceramista de la comunidad Qom Arsenio Borgez modelan animalitos del monte chaqueño ante la mirada hipnótica de los chicos que lo rodean. Con madera y buen pulso, se arma y pinta un teatrillo donde después esos animales se mezclarán con los distintos paisajes que llevan diez horas de paciente pintura. “Es notable cómo los chicos lo siguen a Arsenio, yo intenté modelar en cerámica monstruos o personajes de los que se ven en Cartoon Network y los chicos ni me los miraban, es decir que hay un trabajo paciente, en el que los chicos se conectan con lo autóctono”, señala Mangiaterra.

El ceramista también modela un ajedrez Qom, donde los peones serán tortugas; el rey, un tigre; la reina, una abeja; el alfil, un ñandú y el caballo, un guazuncho, que es un tipo de ciervo que está en extinción. Borgez y su mujer, Florinda, llegaron a hacer más de 30 animales del monte chaqueño y confeccionaron un Arca de Noé nativo.

“En el barrio intentamos trabajar rompiendo con algunos de los prejuicios habituales, como que ‘somos un centro cultural periférico, corrido de los lugares centrales’, pero lo que nosotros tratamos es de pulverizar esa identidad sin desconocerla”, subraya la responsable del taller lúdico, quien describe que, además de la comunidad toba, gracias a los distintos planes habitacionales se han arraigado paraguayos, correntinos y de otras provincias. “En El Obrador está bien mezclado el tema y nuestro desafío es la inclusión de todos, porque cada uno aporta también lo suyo”, completa la mujer.

Diseñadores interesados

Paradójicamente, el centro fue visitado por una arquitecta y diseñadora de renombre en Buenos Aires, Claudia Tchira, que también diseña juguetes, y quedó sorprendida por el buen gusto y la terminación de los que se hacen en El Obrador.

“Ella nos contactó con gente que los vende en una casa de Martínez, que se dedica a la venta de juguetes artesanales de distintas zonas del país. Se venden en San Telmo. Ahora estamos de a poco haciéndonos un lugar en Rosario”, agrega Mangiaterra, quien apunta que algunos trabajos ya se vieron en el Museo Castagnino+Macro y en el Centro Cultural Parque España.

En la década del 90, en el distrito Norte, Mangiaterra y Albornoz armaron algo muy novedoso entonces: una “juegoteca”. Allí, chicos de los centros Crecer de la zona norte se mezclaban con niños de Alberdi en “una experiencia muy buena, donde los distintos estratos sociales se mezclaban y convivían jugando. Construimos con material descartable que había en los galpones municipales más de veinte juguetes a gran escala, que fueron los antecesores de los que después se vieron en la Isla de los Inventos y en el tríptico”, recuerda Mangiaterra.

Además de juguetes, en El Obrador conviven otros talleres, como el de cestería, en el que se trenza la paja de totora para la confección de canasto. “Nos han visitado diseñadores importantes a nivel nacional que nos han sugerido además de diseño, calidad en la terminación, porque eso facilita la venta. El acento está puesto en trabajar con el remanente de la actividad, pero que sea algo bello, creativo”, apunta la psicóloga.

Además está el taller de soldadura, donde se hace herrería artística y se capacita a los jóvenes para que tengan una salida laboral; el taller de percusión, de hip hop y técnicas acrobáticas. “La quietud, la apatía de los jóvenes que carecen de ofertas para ponerse en movimiento, tienen aquí un espacio vital. Demostramos que se pueden hacer muchas cosas a pesar de los orígenes diversos, de enriquecimiento, de disfrute y hay perspectivas de mejoramiento de las condiciones de vida de algunas personas, y ser partícipe de ello, es un orgullo para nosotros”, concluye Mangiaterra.

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