Ciudad

A dos años

“Trato de sobrellevar la carga de seguir estando vivo”

Pedro Flores, el portero que trabajó durante seis años en el edificio de Salta 2141, contó cómo continúa su vida.


“El gas que salía era un humo muy oscuro, no se veía nada, te dormía. El sonido que se sentía era muy fuerte, como el de la turbina de un avión que te reventaba los tímpanos. Estaba en el octavo piso y bajé por las escaleras. Salí del edificio y me di cuenta de que era de día. Le decía a la gente que estaba en la calle que se fuera, y entonces comenzó a retroceder hasta los autos. Nadie entendía lo que pasaba. Vi demolerse el edificio. Fue el infierno en la tierra. ¿Por qué no pude salvar a nadie?”, se pregunta con esa culpa que lo invade desde hace exactamente 730 días, Pedro Flores, el hombre que durante seis años fue el portero del edificio de Salta 2141. La tragedia de aquel fatídico 6 de agosto de 2013 lo dejó quebrado por dentro, sin paz.

Pedro sufrió en 20 días la pérdida de un hermano, de su mamá y de las 22 personas que eran como parte de su familia, porque su trabajo era como su segunda casa.

Actualmente recibe asistencia psicológica –que gran parte la costea de su bolsillo– y trata de darle pelea a las pesadillas que lo asaltan todas las madrugadas, a la tristeza, y a la sensación de quedarse solo. El hombre, que todas las mañanas toma el colectivo para ir a su nuevo trabajo –en un colegio privado– pasa indefectiblemente por la zona de la tragedia y no puede dejar de preguntarse cómo llevar la carga de haber sobrevivido por el resto de sus días.

“Un familiar trabaja a dos cuadras de Salta y Oroño, y cuando se enteró de lo que pasó me fue a buscar al edificio. En un momento sentí que alguien me abrazó de atrás, era mi hermana Marta, y me dijo: ‘¡Estás vivo!’. Yo le decía que el edificio no estaba más, que me dejara volver, quería entrar. Me peleó mucho para sacarme de ahí y terminé sentado en el bar Piluso, de Carlos López, una de las víctimas fatales. Yo le di la noticia a su hermana, Eleonora, que Carlos en ese momento estaba vivo, pero agonizando”, contó entre lágrimas el portero del edificio donde el 6 de agosto de 2013 una fuga de gas produjo una explosión por la que murieron 22 personas. Hoy se cumplen dos años de aquella jornada.

A poco de cumplir 50 años, Pedro no puede sacarse de su cabeza esa escena que repite una y otra vez: gritos, pedidos de auxilio y personas lastimadas y tiradas en la calle.

“Los vecinos nunca me hicieron sentir un obrero. Me decían Pedrito, Negro, y hasta algunos me llamaban papá. Conocí a todos, tenía mucho cariño hacia ellos y viceversa, éramos como una gran familia. Tengo muchos recuerdos, presentes, y algunos hasta secaron mis lágrimas cuando estaba pasando por un mal momento. El cariño, el amor y el respeto de todos lo voy a llevar siempre, fueron todos muy buenos conmigo”, se reconforta.

Días después de la tragedia, el hombre siguió frecuentándose con los familiares y sobrevivientes del edificio –en la iglesia de Salta al 2300–, pero tuvo que dejar de asistir a esos encuentros porque no podía volver a escuchar las tristes historias.

A Pedro lo contiene su familia: Patricia, su compañera de vida desde hace más de 30 años, su hija Yamila, de 25 años, y su hijo Franco, de 16. “Le dije a mi mujer que espero la muerte, que no quiero vivir. Tengo un nieto que quiero disfrutarlo pero la tristeza me invade, me supera. Sueño que sigo trabajando en el edificio, con los que hoy ya no están, pero cuando me levanto la realidad es otra”, describió con voz anudada en una charla con El Ciudadano.

Pedro tenía un trabajo con el que podía solventar a su familia, y los fines de semana, su lugar de esparcimiento era ir a pescar con ellos, disfrutar del aire libre y poder darse algunos gustos. Hoy la realidad es otra, le cuesta llegar a fin de mes y en su casa se come una vez al día, dice.

“Tenía un trabajo digno y hoy estoy para atrás. Tuve que pedir ayuda económica porque no tenía para darle de comer a mi familia. Me están dando una mano, pero no es lo mismo que antes”, explicó con profundo malestar.

El hombre contó que en la cochera del edificio de calle Salta, cuando pasaba alguien, se prendía una luz que se activaba por un sensor; y confesó que una semana antes de la explosión esa misma luz se prendía sin que pasara nadie. “Yo veía una sombra, soy muy miedoso con esos temas, pero con esa sombra no me pasaba nada. Sentía que era mi mamá o mi hermano que me estaban cuidando”, reveló.

Flores le pide a Dios que trate de alivianarle el peso que lleva diariamente como una mochila insoportable, y que en algún momento le llegue un poco de paz a su vida. Por ahora no puede darse la oportunidad de pasear por el presente y disfrutar de lo que éste pueda brindarle. Se limita a caminar por la vida sin casi participar de ella.

“Quiero terminar con todo esto, quiero una vida normal, poder dedicarme a mi familia, tratar de olvidar ese pasado oscuro y volver a reírme. Pido que se haga justicia”, concluyó el portero que afronta la vida cruzada por una herida honda y dolorosa. Que todavía no cierra.

Vigilia a la espera del acto

En la tarde de ayer comenzó la vigilia con motivo del segundo aniversario de la explosión de calle Salta. Por tal razón, se emplazó una carpa con una muestra de imágenes tomadas por fotógrafos profesionales y aficionados durante las tareas de rescate que tuvieron lugar luego de la explosión y derrumbe del edificio, así como la posterior lucha de las familias de las víctimas en la búsqueda de justicia. A la medianoche, Pablo Pino y Franz Funes interpretaron canciones a la espera de ingresar en este jueves 6.

Justamente, para hoy está previsto un acto en el cual sonará una sirena en el horario en que se produjo el estallido (alrededor de las 9.30). Durante este acto también habrá palabras de los familiares y entonará una canción Cecilia Petroccelli. Por otro lado, desde la Dirección del Monumento Nacional a la Bandera informaron que durante la jornada hoy la bandera del Mástil Mayor permanecerá izada a media asta, como símbolo de memoria y en recuerdo de la tragedia

Comentarios