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Luchador social anarquista, dramaturgo y periodista

Por Carlos Solero.- Rodolfo González Pacheco hizo de su escritura una herramienta para despertar conciencias y animar al cambio.


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Si para alguien en estas tierras la escritura no fue un mero pasatiempo y sí en cambio una herramienta para despertar conciencias y alentar acciones de lucha solidaria es posible señalar con claridad al propagandista ácrata Rodolfo González Pacheco.

En efecto, con sus célebres Carteles, González Pacheco moviliza nuestra sensibilidad y pensamientos y nos interpela de modo tal que el pasaje a la acción solidaria es el lógico devenir de quien se acerque a sus escritos.

Rodolfo González Pacheco nació el 19 de agosto de 1882 en Tandil, provincia de Buenos Aires, en el seno de una familia con relativo buen pasar económico. Pero en su temprana juventud el encuentro y la lectura de unos folletos de propaganda anarquista dejados en un galpón de la chacra familiar por un grupo de peones golondrina despertó su sensibilidad rebelde y con los años se convirtió en uno de los difusores más importantes del ideario anarquista en la región del Río de La Plata.

Artículos en periódicos, análisis de la situación social y obras de teatro con un estilo personalísimo fueron surgiendo de su pluma apasionada.

El comienzo

En un viaje a Buenos Aires el joven Rodolfo tomó contacto con los periodistas y dramaturgos anarquistas Florencio Sánchez y Alberto Ghiraldo y conoció al poeta Evaristo Carriego, y el vínculo con estos escritores militantes lo estimuló a escribir incansablemente.

Como afirma uno de sus biógrafos, Alfonso Rey, en sus Estampas bravas, Pacheco fue adquiriendo una conciencia social cada vez mayor. “La realidad ha herido sus ojos y oprimido su corazón, y de esa experiencia extrae una comprobación la terrible existencia de la injusticia y la fealdad circundantes en la sociedad”, afirmó.

Su espíritu poético reflejaría esto con imágenes de exaltado lirismo, de gran potencia, como es posible observar en su obra teatral Hermano lobo donde dice: “El anverso de la vida es la belleza pero el reverso es la justicia”. Belleza y justicia entremezcladas, dice Rey, son los elementos con que González Pacheco irá forjando su mensaje de amor y poesía. La realidad brinda los materiales.

En uno de sus Carteles González Pacheco expresa: “Nuestras ideas trabajan con la humanidad a la vista. No hablo de pobres ni ricos; hablo del Hombre”.

En La inundación, otra de sus obras de teatro dice: “El que monta su miseria o su riqueza creyéndose que va asentado en la vida es un zonzo que pedalea su zoncera. Si es pobre, cuesta arriba; si es rico, cuesta abajo. Pero igual de zonzo siempre…”.

En Hermano lobo González Pacheco sentencia: “La cuestión es más de alma y de sentimiento que de posesiones y de alcurnia como la quieren hacer creer algunos desesperados y engreídos”.

Una vida activa

En Reconstruir, Revista Libertaria Nº 90 de mayo-junio de 1974, Vladimiro Muñoz incluyó una exhaustiva cronología de Rodolfo González Pacheco, nuestro autor-militante.

En el año 1906, Rodolfo González Pacheco se encontró en Buenos Aires con los activistas ácratas Teodoro Antillí y Federico Gutiérrez, quien a instancias de Pacheco abandonó la policía, donde trabajaba, para hacer propaganda anarquista. Estos tres hombres fundaron los periódicos Campana Nueva y Germinal. También crearon un periódico satírico al que “bautizaron” La mentira, con el llamativo subtítulo de “Órgano de la patria, la religión y el Estado”.

En 1907, González Pacheco participó activamente de la huelga de inquilinos, conocida también como “la huelga de las escobas”, con la cual los habitantes de los conventillos, hartos de los abusos y el maltrato, generaron un movimiento de protesta de grandes proporciones.

El de 1907 sería el año en que vio la luz Rasgos, su primer libro de prosa y poesía.

El año 1908 fue muy importante para el movimiento anarquista. La Protesta se convirtió en diario matutino dirigido por Diego Abad de Santillán y en los mismos talleres gráficos se editó el vespertino La Batalla, cuya responsabilidad editorial asumió Rodolfo González Pacheco.

A raíz de sus intensas actividades de lucha y propaganda en las huelgas de 1909 y 1910, en 1911 González Pacheco cae preso de la oleada represiva gubernamental y es enviado a la cárcel de Ushuaia. A su retorno del maldito penal de la “Siberia argentina” fundó el periódico Libre Palabra y compartió con Alberto Ghiraldo y Teodoro Antillí la dirección del vocero anarquista La Protesta. Además, viajó a México para participar de la revolución en ese territorio, enviando crónicas sobre los hechos a España para el periódico Tierra y Libertad.

Desde 1911, dando conferencias, recorrió dando conferencias sitios tan alejados como La Habana (Cuba), Barcelona y diversas ciudades de Galicia.

El 16 de setiembre de 1916 la compañía teatral de Enrique Muiño y Elías Alippi estrenó su obra Las víboras.

En 1917 se fundó la agrupación anarquista La Obra, que publicó el periódico del mismo nombre y que González Pacheco y Antillí sostuvieron con la renta de los productos agrícolas obtenidos en una chacra que ellos mismos trabajaron en un ejemplo de ruptura con la falsa antinomia capitalista de trabajo manual versus trabajo intelectual.

En 1921, González Pacheco creó el periódico anarquista La Antorcha y desde allí acompañó las luchas del movimiento obrero y social de la región, denunció las matanzas de La Forestal y la Patagonia Trágica y participó activamente en la campaña por la libertad de Sacco y Vanzetti, condenados a la silla eléctrica en Estados Unidos.

Cuando comenzó la Guerra Civil en España (1936-1939), viajó a bregar por la revolución libertaria en la península ibérica.

La vida y la obra de Rodolfo González Pacheco son tan vastas que resulta muy difícil resumirlas en pocas líneas. La intención de esta columna es llevar a los lectores al encuentro con los escritos de un ser humano que tuvo el coraje de enfrentarse a los poderosos con ideas claras y contundentes.

Teatro y periodismo

Las obras de teatro de Rodolfo González Pacheco hacen vibrar al lector y despertaban en el público singular pasión por reflejar y denunciar las injusticias sociales, convocando a luchar para construir una sociedad sin amos ni dioses, sin explotadores ni explotados. Pueden mencionarse entre otras Juana y Juan, El hombre de la plaza pública y Hermano lobo.

Los Carteles fueron publicados por editorial Américalee y reúnen semblanzas de luchadoras y luchadores sociales, críticas y reflexiones.

La existencia de Rodolfo González Pacheco se apagó el 5 de julio de 1949 en Buenos Aires a las once de la mañana. Vladimiro Muñoz afirma que fue cremado y sus cenizas se mezclaron para siempre con la tierra rojiza que había traído de la España libertaria donde había estado aportando como uno más a la revolución y la lucha antifascista.

El legado de Rodolfo González Pacheco continúa vigente.

En su cartel “Gualeguaychú” dice: “No van a ser nuestros huesos los que se alzarán de la tierra sino nuestros pensamientos de amor, de paz y de vida libre. Caigamos, pues, por algo más que por odio o por venganza: ¡Por la libertad, que ha de perdurar eterna más allá de nosotros, más allá de los tiranos, más allá siempre!”.

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