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Sociedad

Las escuelas santafesinas debaten emociones y afectos

Es parte del programa nacional Escuela Abierta, que aportó metodologías novedosas en la capacitación de docentes.


El año pasado comenzaba en la provincia el programa nacional de formación permanente para docentes Escuela Abierta, nombre con que se conoce en Santa Fe al programa nacional Nuestra Escuela.

El programa aportó metodologías novedosas en relación con las capacitaciones que los docentes estaban acostumbrados a realizar. Es una formación universal, permanente, gratuita, situada y en ejercicio que fue garantizada como derecho a partir de los reclamos de los gremios docentes. Se trata de que los maestros se capaciten entre pares, donde no hay clases magistrales con especialistas, sino docentes, que a partir de los debates basados en materiales bibliográficos reflejan su experticia profesional.

En la última jornada de Escuela Abierta, una buena parte de los docentes santafesinos junto con sus estudiantes debatieron sobre las emociones, los afectos y el cuidado en las instituciones educativas.

“Kant organizó una oposición –sostiene la licenciada Inés Dusell– que iba a ser fundante de muchas de las pedagogías de los dos siglos siguientes: la que convierte en antagónicos la educación y la instrucción, el cuidado y la enseñanza. Esta disociación entre cuidado e instrucción todavía opera fuertemente”.

Las escuelas fueron acostumbradas a debatir sobre cuestiones vinculadas con el conocimiento, casi nunca lo hicieron sobre los afectos, las emociones y el cuidado que se manifiesta en los encuentros vinculares como son los que se despliegan en las aulas. De todas maneras, la principal función de la escuela es la trasmisión sistemática del conocimiento. La antropóloga María Laura Méndez dice que es la única institución social que trasmite conocimiento. Podrá decirse que la familia también transfiere saberes, pero no lo hace de manera sistemática, organizada y gradual.

Lo cierto es que la escuela es un lugar de encuentro en busca del conocimiento. Pero, en ese marco, docentes y estudiantes se descubren en una relación, en la que se modifican por su sola presencia. Pérez de Lara sostiene que para el docente el “otro pedagógico” es aquel alumno o aquella alumna “que con su modo de ser, de moverse, de mirar, de sentir, de oír, de escuchar, de expresarse, la enfrentan a su metodología, su didáctica y su concepción de la relación educativa en forma de problema”.

No hay manera de que el encuentro de dos o más cuerpos en el aula no genere una situación de implicancias que, con influencias mutuas, hasta puede modificar una relación, que en las escuelas nunca es estática. Entonces el conocimiento, que en un primer momento responde al frío desarrollo de un currículo, es atravesado y modificado por el “otro pedagógico”, un alumno o alumna que, con su sola presencia, hasta puede modificar el conocimiento. En este contexto, el debate de las emociones, los afectos y el cuidado es inevitable.

“En el nivel humano –decía Paulo Freire– el conocimiento implica la constante unidad de acción y reflexión sobre la realidad. Como presencias en el mundo, los seres humanos son cuerpos conscientes que lo trasforman, obrando y pensando, lo que les permite conocer a nivel reflexivo. Precisamente por causa de eso podemos tomar nuestra propia presencia en el mundo como objeto de nuestro análisis crítico”.

Para el pedagogo brasileño, conocer es una relación dialógica que se construye a partir de un “nosotros pensamos”, que no es la suma de individualidades, sino la posibilidad de que a partir de lo grupal se concrete el “yo pienso”. Esta definición es estratégica y cambia el paradigma filosófico descarteano: “Pienso, luego existo”, por el de: “Existo para luego pensar”.

No es fácil pensar nuestras escuelas en clave de “emociones”, como afectos que se ponen en juego en la relación pedagógica. Pero tampoco se puede pensar el conocimiento sin “pasiones”. El antropólogo francés David Le Breton sostiene que las emociones tienen su realidad en cuestiones culturales y sociales. Si bien se registran psicológicamente como cuestiones éticas y morales del individuo, no pueden entenderse más allá de las relaciones sociales.

“El individuo –sostiene Le Breton– añade su nota en un patrón colectivo susceptible de ser reconocido por sus pares, de acuerdo con su historia personal, psicología, estatus social, sexo, edad, etcétera. La afectividad es el impacto de un valor personal que se enfrenta a un contexto tal como es experimentado por el individuo”.

Otro concepto que abordaron los docentes en las jornadas de Escuela Abierta es el del “cuidado”, que está íntimamente vinculado a los afectos y las emociones. En la medida en que en las instituciones se desplieguen afectos se logrará un mayor cuidado. No se trata del cuidado que habitualmente despliega el maestro sobre sus alumnos, es un cuidado en relación, es cuidar y dejarse cuidar.

No caben dudas de que el vínculo áulico es asimétrico: docentes y estudiantes se encuentran en un espacio donde el educador despliega autoridad como adulto y como portador de un conocimiento socialmente adjudicado. Esto no obstaculiza que, en esta “cadena de dependencias”, pueda articularse una relación lo más igualitaria posible donde el cuidado por el otro sea parte de la tarea de enseñar y aprender.

Los debates que llevan adelante los docentes en la capacitación de Escuela Abierta dan cuenta de que las instituciones están en movimiento. La pedagoga Graciela Frigerio sostiene que, a pesar de la imagen que las escuelas tienen por fuera, por dentro todo está cambiando. “Implica asumir –dice– no sólo que el cambio en las escuelas es posible, sino que las escuelas ya han cambiado. También, que los signos de cambio en las escuelas no vienen sólo de la mano de los alumnos. Finalmente implica abandonar ese léxico confuso y pseudonostálgico tan de moda hoy en día que nos llama a reponer, reinstalar, recuperar, reconstruir, reposicionar lo viejo en lo nuevo (viejos sentidos en nuevos formatos, viejos formatos con nuevos sentidos). No se propone una tarea de restitución, sino una tarea mucho más inquietante e incierta: la de pensar qué hay allí”.

En este marco, las escuelas con sus actores comienzan a definir nuevos perfiles para adaptarse a los cambios que ya entraron a las aulas. Los jóvenes, como categoría social, ponen en debate los principios ajustables a la edad biológica como establece la escuela.

Hay una edad social que, impulsada por las nuevas tecnologías, propone nuevas perspectivas como rasgo de una cultura juvenil que se instala en el escenario social y escolar. Los saberes tecnológicos que despliegan los jóvenes han puesto en tensión la autoridad científica del docente. La abundancia de información genera subjetividades activas que reaccionan contra la pasividad de los currículos normativistas.

Escuela Abierta abre canales de debate, por el cual la problemática de los jóvenes, la trasmisión del conocimiento, las emociones, los afectos y el cuidado (entre otros) son analizadas por los docentes en el marco de las propias escuelas, con los actores de todos los días y las “pasiones” de toda la vida.

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