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Vida y Plenitud

La decisión inconsciente

El mundo siempre funciona como pantalla tridimensional de los pensamientos no reconocidos. No hay nadie allí afuera que nos pueda afectar si no lo decidimos. Al negar el dolor damos vida a los personajes de nuestra historia.


En el trabajo interior de cada día estamos mirando nuestro ego, cómo aflora, la manera en que lo hace: si es en la forma de miedo, desconfianza por algo, bronca, deseo de logro, sentimientos de desvalía, inferioridad, superioridad o no merecimiento. ¿Y por qué debemos mirar esto sin taparlo, evitarlo, juzgarlo o negarlo más? Porque ya no le damos importancia a lo que dice. No estamos interesados en negar lo que sentimos. La prueba de que no tenemos problemas no es la falta de ellos, sino que ya no nos afectan.

No estamos interesados en negar más aquello que nos atraviesa por dentro. ¿Para qué? Para no darle vida a través de su negación. Esa negación de aquello que siento, puede ser bronca o vergüenza: constituiría una decisión inconsciente. Por lo tanto, no haremos un intento de valorar más, como de bueno o malo, aquello que emerja a la conciencia. No le daremos fuerza ni vida. No nos asustamos más. No queremos ser más el resultado del miedo. Este es el cambio profundo que estamos buscando. Si no miramos de frente al dolor que hay dentro, falseamos el proceso y nos convertimos en santurrones: encubrimos todo y pensamos que todo es maravilloso. Y si pensamos que todo en este mundo es hermoso y maravilloso, ¿cuál sería tu función aquí? y ¿qué valor tendría la comprensión interior y el perdonar? Si encubrimos el dolor en vez de reconocerlo vamos a permanecer insatisfechos a escondidas. El dolor ocultado o negado proyecta una visión de dolor colectivo o social, que en última instancia no existiría sin su causa en la conciencia.

Así que mi primera práctica sería permitirme ser consciente de que no me siento feliz sino culpable, engañado, abandonado, no amado, etcétera; debido a que el primer requisito para deshacer el arraigado ego en mi mente es aceptar que no reconozco cuanto dolor emocional estoy padeciendo. No se puede evitar este primer paso antes de comenzar a comprender lo próximo importante: que únicamente yo he tomado esa decisión: la decisión por el dolor y el miedo, en contraste con la decisión por la paz y el amor.

El mundo siempre funciona como pantalla tridimensional de mis pensamientos no reconocidos. No hay nadie allí afuera que me pueda afectar si yo no lo decido. Al negar el dolor y usarlo como defensa inconsciente, lo único que hago es dar vida o realidad a todos los personajes de mi historia: allegados crueles, insensibles y abandonadores, personajes anhelados, amantes y protectores, todos los cuales se comportarán de acuerdo con mis decisiones inconscientes.

De otra manera, si fuera que las causas de lo que siento están allí afuera en el mundo, hay que responder a esta simple pregunta: ¿quién es el que se siente incómodo? ¿quién más que yo puede tomar la decisión de cómo me siento? Si la respuesta señala a alguien más que tú, se hace evidente que te identificas con las figuras y personajes de tu sueño y que le entregas a ellos el poder de vivir y sentir. Son “esos otros” quienes representan en tu sistema de pensar onírico todo lo que tú no eres.

Así que la decisión inconsciente que genera todo aquello que después repudias es: “No quiero estar en paz”, “sólo quiero ser algo especial en este mundo”, “no quiero descansar en mi lecho amoroso y confiar”, “yo sé lo que sucede aquí y haré un próximo plan”, “no quiero amar sino que me amen”, “tomo la decisión de sentirme muy mal y justificar mi miedo”. En verdad somos muy activos en decidirnos equivocadamente cada día.

Para salir de este enredo deberíamos usar las primeras palabras que pronunciamos en la mañana para decidirnos por aquello que realmente queremos vivir y sentir durante la jornada.

Elegir cada mañana la manera en que vamos a mirar las cosas, las mismas cosas de siempre.

– Elijo hoy sentirme bien y en paz: buscaré esto a través de todo.

– Observaré mis impulsos y reacciones sin creerles.

– En vez de ponerme más serio, me acordaré de sonreír al mirar el engaño.

De esta manera crece la voluntad real en uno, y con ella las evidencias. El ego no puede liberarse a sí mismo, el espíritu lo deshace y por mirar unos momentos lo que no nos gusta y también aquello que nos fascina, sin juzgarlo, se le da entrada. Es lo único que necesitamos para liberar esa sombra que decide por nosotros.

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