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Esto que nos ocurrió

El revolucionario Groucho Marx

Se cumplieron 125 años del nacimiento del más célebre de los cuatro hermanos neoyorquinos que conquistaron Hollywood.


“No estoy seguro de cómo me convertí en comediante o actor cómico. Tal vez no lo sea. En cualquier caso me he ganado la vida muy bien durante una serie de años haciéndome pasar por uno de ellos”. La cita es del inolvidable Groucho Marx, de cuyo nacimiento se cumplieron ayer 125 años.

Filósofo con una verborrea incansable, escritor de libros y guiones, estrella del teatro, la radio y la TV, leyenda del cine y el seductor más irreverente y desvergonzado que dio Hollywood, Groucho fue el más notable de los hermanos Marx.

El absurdo mostacho pintado, un cigarro interminable, sus falsos anteojos redondos sin cristal y su andar en cuclillas fueron la marca registrada del genial humorista estadounidense, quien al igual que sus hermanos era dueño de una comicidad desopilante, anárquica y surrealista.

Cínico, ingenioso, dueño de un amplio bagaje cultural pese a su escasa formación, Groucho practicaba la ironía, los juegos de palabras y una sinceridad descarnada para socavar los cimientos, desestabilizar y revelar las miserias de una sociedad donde la hipocresía, el egoísmo y los intereses materiales llevaban la delantera.

“Nunca pertenecería a un club que admitiera como socio a un tipo como yo”, escribió con acidez y picardía en una misiva incluida en su libro Las cartas de Groucho, que envió a un exclusivo club de Hollywood que lo tentó para tenerlo entre sus socios.

Hijo de Sam Marx y Minnie Schoemberg, Groucho nació en Nueva York el jueves 2 de octubre de 1890 como Julius Henry Marx.

Su madre, una actriz frustrada, se empeñó en que alguno de sus hijos triunfara donde ella no había podido. Y lo hicieron todos: Leonard, alias Chico (1887-1961); Adolph, alias Harpo (1888-1964); Milton, alias Gummo (1897-1977), quien sólo actuó en teatro; Herbert, alias Zeppo (1901-1979), y por supuesto el cabecilla: Groucho, quien presionado por su mamá no pudo terminar la escuela primaria y tuvo que archivar su vocación de médico.

La niñez de los Marx estuvo marcada por la pobreza, aunque Groucho la dulcificó en sus memorias. “Aunque no lo sabíamos, éramos muy felices”, escribió.

Groucho empezó su carrera artística en 1908, a los 18 años, como cantante en una compañía de teatro y luego, bajo la dirección de su madre, formó junto a sus hermanos varios grupos antes de aparecer definitivamente en los años 20 como Los Hermanos Marx.

Groucho era una suerte de payaso listo del circo Marx. Siempre interpretaba a estafadores con apariencia de honorabilidad, mientras que Harpo y Chico formaban la parte más cómica, a menudo a costa de los chistes de su hermano.

En Sopa de ganso (1933), una de sus mejores películas, Groucho dice, hablando de Chico: “Puede hablar como un imbécil y parecer un imbécil, pero no se engañen, en realidad es un imbécil”.

La calidad y el carisma de Groucho se aprecian en varias de sus escenas cinematográficas más emblemáticas. Entre ellas se destaca la aglomeración del camarote en el crucero de Una noche en la ópera (1935), el primer film de los Marx para la Metro Goldwin Mayer. Allí, cuando una manicura le consulta cómo quiere las uñas, responde: “Hágamelas cortas que aquí ya empieza a faltar espacio”.

En reconocimiento a su obra obtuvo varios premios, incluidos un Grammy, un Oscar y el Peabody Award for Broadcasting.

En lo que a mujeres se refiere –en 1963 escribió sus Memorias de un amante sarnoso–, tuvo tres matrimonios, el último con una chica más joven que su propia hija, y numerosas amantes cinematográficas a las que seducía e insultaba con gran facilidad.

La lista de mujeres con las que compartió pantalla es larguísima. Pero la mujer clave en la vida cinematográfica de Groucho fue Margaret Dumond, la eterna viuda rica a quien él seducía para sacarle dinero.

En 1968, cuando Hollywood le concedió un Oscar especial por su genial aporte al séptimo arte, Marx dio rienda suelta a su desparpajo, declarando creer en la reencarnación: “En mi próxima existencia me gustaría venir al mundo con la brillante inteligencia de Henry Kissinger, la fabulosa apostura de Steve McQueen y el indestructible hígado de Dean Martin”, en alusión a las increíbles dosis de whisky y gin que consumía el actor.

Sus bromas sobre el sexo, las mujeres y el matrimonio aún están de moda. En los últimos años de su vida, durante un encuentro con Woody Allen, éste le preguntó si seguía algún régimen y Groucho, casi sin inmutarse, respondió: “Como todo lo que me apetece. Incluso, a veces, alguna chica”.

Groucho sufrió un grave infarto en 1971, y sus últimos años estuvieron marcados por los problemas para controlar su propia existencia contra los intentos de dominación de su agente Erin Fleming y sus choques con su hijo Arthur por el control de su herencia.

“Cuando muera quiero que me incineren y que el diez por ciento de mis cenizas sean vertidas sobre mi representante”, disparó.

Murió de neumonía en el Cedars Sinai Medical Center de Los Ángeles, el viernes 19 de agosto de 1977, a los 86 años.

Desde entonces descansa en un pequeño mausoleo del Eden Memorial Park de Mission Hills, California.

Maestro culminante del absurdo y del humor negro, su herencia es suprema y significativa por las obras que dejó y una filosofía de la vida que resume en el epitafio que hizo grabar sobre la lápida que cubre su tumba: “Disculpen que no me levante”.

Dejó también un legado de frases agudas e hirientes marcadas con su inconfundible sello de ironía. Las que siguen son algunas de ellas:

+ Estos son mis principios. Si a usted no le gustan, tengo otros.

+ Nunca olvido una cara. Pero, en su caso, haré gustoso una excepción.

+ Yo encuentro la televisión bastante educativa. Cuando alguien la enciende en casa, me marcho a otra habitación y leo un buen libro.

+ Bebo para hacer interesantes a los demás.

+ Fuera del perro, un libro es probablemente el mejor amigo del hombre, y dentro del perro probablemente está demasiado oscuro para leer.

+ La inteligencia militar es una contradicción de términos.

+ Detrás de cada gran hombre hay una gran mujer. Y detrás de ella está su esposa.

+ El matrimonio es la principal causa de divorcio.

+ Supongo que había que inventar las camas de agua. Ofrecen la única posibilidad de beber algo a media noche sin pisar al gato.

+ Todo lo que soy se lo debo a mi bisabuelo, el viejo Cyrus Tecumseh Flywheel. Si aún viviera, el mundo entero hablaría de él… ¿Por qué? Porque si viviera hoy tendría 140 años.

+ He pasado una noche estupenda… pero no ha sido ésta.

+ No hay nada como la libertad, excepto una cerveza un día de calor.

+ Todo el mundo debe creer en algo. Yo creo que voy a seguir bebiendo.

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