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Ciencia y Tecnología

“De las levaduras del pan a los genes de la autofagia”

El japonés Yoshinori Ohsumi obtuvo el galardón y el eco llegó hasta Rosario: en el centro de UNR-Conicet van ese camino.


Yoshinori Ohsumi, nacido en Fukuoka, ciudad situada sobre el Mar de Japón y en medio y a igual distancia de la tristemente célebre Hiroshima y Nagasaki, acaba de obtener el premio Nobel de medicina de 2016 por  el descubrimiento de los mecanismos de la autofagia; e iluminar, así, el sistema de reciclaje del cuerpo humano.

La palabra autofagia encuentra su origen en el griego y se la usa para expresar “comerse a uno mismo”. El concepto emergió durante la década de 1960, cuando los investigadores observaron que “las células podían destruir sus propios contenidos, encerrándolos en membranas y enviando los vesículos resultantes al lisosoma, un orgánulo celular encargado del reciclaje”, según ha detallado en un comunicado el Instituto Karolinska, que otorga el premio.

Como el investigador japonés había observado que las células humanas empleaban una maquinaria similar a la de las levaduras, y muy poco se sabía sobre este fenómeno, a comienzos de la década de 1990, “en una serie de experimentos con levaduras de panadero”, según el Karolinska, “Ohsumi identificó los genes de la autofagia”.

<El Ciudadano< consultó a Bettina Bongiovanni, doctora en ciencias biológicas e investigadora del Conicet; cuya materia de estudio es la autofagia en tuberculosis, quien refrenda lo que se dio a conocer con la noticia: “Efectivamente, Ohsumi pudo comprobar que se producía este proceso de autofagia. E, inmediatamente comenzó a estudiar los genes que se relacionan con el proceso de autofagia”, señala la investigadora rosarina. “La autofagia –agrega– se desencadena generalmente cuando la célula sufre algún estrés. Lo más común es un estrés nutricional llamado inanición: a través de la autofagia la célula recupera proteínas y organellas para subsistir, para no morir”.

El proceso es útil para que la célula sobreviva y, además, entre sus propiedades se destaca la de poder eliminar microorganismos. Hasta se pueden ver beneficiados enfermos con enfermedades como el Parkinson, en la cual se produce un plegamiento de proteínas dentro de la célula. La autofagia produce un mecanismo mediante el cual esas proteínas pueden ser eliminadas.

Ohsumi empezó en la década del 90 a estudiar este proceso y fue superando resistencias. Desde hacía mucho tiempo había noticias de la autofagia, pero recién en los últimos años la comunidad científica la comenzó a reconocer.

En realidad fue el científico belga Christian de Duve quien acuñó el término autofagia. Duve había ganado el premio Nobel de medicina de 1974 por el descubrimiento del lisosoma. Su equipo había descrito un nuevo orgánulo celular que contenía enzimas que digerían proteínas, azúcares y grasas. Posteriormente se observó que la célula podía llevar grandes cantidades de material al lisosoma para su degradación, dentro de vesículas llamadas autofagosomas.

“Lo que hace el autófago lisosoma es un reciclado, ya que la célula se encarga de descomponer todo el material para volver a utilizarlo”, afirma Bongiovanni; a quien, cuando se le pregunta si el estudio de la autofagia los llevó a buscar posibles respuestas para la cura de la tuberculosis, responde afirmativamente. “En esto seguimos a los trabajos realizados en nuestro país por una investigadora de Mendoza, la doctora María Isabel Colombo. Ella descubrió que el micobacterium tuberculosis puede ser eliminado a través de la autofagia. Se trata de un microorganismo difícil de eliminar, a tal punto que lleva alrededor de seis meses el tratamiento de la tuberculosis”.

¿Cómo se lo elimina?

—Hay dos formas: la más conocida es la fagocitosis, que consiste en ingresar a la célula a esa vacuola con el microorganismo que se pega al lisosoma, el que vuelca enzimas y otros productos que tratan de degradar al microorganismo. Pero el bacterium tuberculosis puede evitar esta maniobra haciendo que el lisosoma no se pegue a la vacuola, con lo cual no puede, la célula, volcar todo el interior de proteínas para la eliminación de la bacteria.

¿A qué otra estrategia recurrieron, entonces?

—Recurrieron a la autofagocitosis, a la que el microorganismo no puede evitar. La autofagocitosis se inicia adentro de la célula y desde la membrana celular con el ingreso del microorganismo. La autofagia se gatilla porque la célula necesita el reciclado de su propio contenido, y a la vez se muestra capaz de eliminar al microorganismo. A partir de esta etapa nuestro equipo comenzó a estudiar este proceso”.

¿En qué etapa están del trabajo de investigación que ustedes llevan adelante?

—Nosotros estamos estudiando el valor de ciertas drogas para estimular el proceso de autofagia para hacer que las células infectadas lo produzcan en mayor cantidad autofagosomas para eliminar las bacterias. Dentro de las drogas que estamos estudiando publicamos un trabajo en colaboración con el laboratorio del doctor Rogelio Hernández Pando de México; para el mismo recurrimos a una hormona, la dehidroepiandrosterona (DHEA), que tiene efectos androgénicos y que de alguna manera aumentaría la probabilidad de eliminación de la bacteria causante de la tuberculosis, a través de la autofagia.

¿Ustedes hacen al mismo tiempo investigación básica y aplicada?

—Sí, exacto. Hacemos investigación básica y clínica porque trabajamos con cultivos de células como con muestras tomadas a los pacientes.

“Reconocer la generosidad de los científicos japoneses”

El japonés Yoshinori Ohsumi, de 71 años, el investigador galardonado con el Nobel de medicina por su trabajo de más de 30 años sobre autofagia, nació en la ciudad marítima de Fukuoka el 9 de febrero de 1945. La ciudad costera se levanta envuelta por una profunda bahía sobre el Mar de Japón, frente a las costas de Corea del Sur; a distancia equidistante de Hiroshima, al norte y Nagasaki, al sur, ciudades donde entre el 6 y el 9 de agosto de ese mismo año, sendas bombas atómicas destruyeron vidas y todo lo que se le oponía a su paso, generando el estupor internacional, la miseria y la desolación, con consecuencias que aún hoy están al desnudo. Este avance científico, del cual Ohsumi es uno de los científicos comprometidos, permitirá abrir puertas al conocimiento del origen de ciertas enfermedades y de sus posibles curas.

También en España tienen interés en el proceso: “El premio Nobel es muy merecido y además, hay que reconocer la gran generosidad de la comunidad científica japonesa que trabaja en autofagia con los equipos de todo el mundo. Nos han facilitado todo para que pudiésemos ayudar a avanzar este campo”, afirman científicos que estudian las funciones de la autofagia en la fisiopatología de los organismos en el Centro de Investigaciones Biológicas del CSIC.

En tanto, en Rosario, Bettina Bongiovanni, doctora en ciencias biológicas e investigadora del Conicet, trabaja junto a un equipo en autofagia en tuberculosis. Y según expresó ayer a El Ciudadano, recibió la noticia con satisfacción. “Me siento parte. Ayer cuando escuché la noticia, pensé que había escuchado mal. No lo podía creer. Luego la pude confirmar. Me parece una buena noticia porque se trataba de un proceso que aunque conocido estaba en un lugar apartado porque requiere de un cambio paradigmático y los cambios son muchas veces resistidos Pero, desde pocos años, la comunidad científica lo ha empezado a aceptar, al observar la efectividad demostrada por este proceso de reciclaje. Nos sentimos bien y parte de este proceso; en el mismo momento que se le reconoce entidad nos motiva a intensificar nuestros estudios y además no olvidemos que estamos buscando la forma de valernos de estos conocimientos, hoy reconocidos por el mundo, para tratar una enfermedad que afecta sobre todo a los pobladores de los países pobres. Se trata de un buen augurio”, concluye Bongiovanni.

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