El artista León Ferrari, artífice de una obra caracterizada por la irreverencia y el compromiso ético, falleció hoy a los 92 años en Buenos Aires, según confirmaron allegados a la familia.
Las relaciones entre arte, política y crítica definen la prolífica producción de Ferrari, un compendio de esculturas, pinturas, dibujos y collages en los que ha desplegado una ácida crítica a las instituciones –especialmente la Iglesia Católica– y a la hipocresía de ciertos gobiernos occidentales en tanto impulsores de la violencia política.
Fue reconocido en todo el mundo por sus provocativas obras. Su muestra “Infiernos e Idolatrías” y su exposición retrospectiva en el Centro Cultural Recoleta, en 2004, provocaron intensos debates y agresiones por parte de simpatizantes de la Iglesia Católica. En esa oportunidad, Ferrari recibió el calificativo de “hereje” por el entonces cardenal Jorge Bergoglio, ahora papa Franciso.
La obra de León Ferrari forma parte de la muestra permanente del Museo Castagnino, y también se encuentra en el patrimonio del MACRO, donde además en 2011 se pudo ver la instalación “Jaula con Aves”, en la que colocó una jaula con pájaros que
defecaban sobre reproducciones del Juicio Final de renombrados artistas.
La artista plástica rosarina Flor Balestra expresó, en diálogo con El Ciudadano, que si bien Ferrari tenía la fragilidad de la edad su provocación artística estaba intacta. “Era una persona a la que el reconocimiento le llegó a una edad avanzada, y lo sorprendente es que él siempre tenía una actitud traviesa con el arte. León era como una especie de niño viejo, con una actitud traviesa y pícara. Y si bien su arte era revolucionario él siempre pudo correrse del estereotipo porque no necesitaba ese rictus, ni siquiera ante una instalación que recordaba los lugares donde había estado secuestrada su hija desaparecida”, sostuvo Flor. Y agregó: “Algo que es curioso en del arte es que León siempre tenía una sonrisa para el otro, yo recuerdo su amplia sonrisa”. Balestra también comentó que en su última visita al taller del artista en Buenos Aires, Ferrari le obsequió una mamadera que tenía adentro un pliego con la Declaración Universal de los Derechos del Niño.
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