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“La ciencia es una tarea de construcción colectiva”

Por Antonio Capriotti


cienciadentro

Alejandro Vila es el director del Instituto de Biología Molecular y Celular de Rosario. Un instituto modelo, orgullo para la ciudad, la región y el país. Un instituto que empezó a concebirse en la cabeza de un grupo de profesionales que convergían en Rosario. Jóvenes investigadores unos, repatriados otros, también llegados desde diferentes universidades del país y profesionales maduros. Todos con la decidida convicción que les daba la comprensión de que un país no alcanza su desarrollo sin investigación científica básica. Todo grupo humano avanza en la medida que crea conocimiento nuevo.

Había llegado la democracia. Era el momento. El decano normalizador de la Facultad de Bioquímica comienza una verdadera tarea de reconstrucción. “La idea del IBR nació con el advenimiento de la democracia en los primeros años de los 80. Pero como instituto se crea formalmente en 1999”, precisa Alejandro Vila, y pasa a detallar: “Hoy somos entre 230 y 250 personas, lo que incluye investigadores de planta, becarios, doctorales, posdoctorales, técnicos. Todos abocados a las tres grandes áreas que el instituto lleva adelante: microbiología, que estudia las enfermedades infecciosas, causas y formas de detenerlas; la biología molecular vegetal, para entender cómo se desarrollan las plantas y cómo se pueden mejorar a través del impacto de la agrobiología; y las aplicaciones biotecnológicas para obtener enzimas que permitan mejorar el biodiésel y la producción ictícola”.

—¿Cómo se puede explicar el éxito alcanzado por el IBR?

—La ciencia es una tarea de construcción colectiva. El éxito del IBR se debe a sus ideales fundacionales: (Diego) De Mendoza, (Néstor) Carrillo y otros diseñaron un instituto que no quedara reducido a lo individual, sino que se sustentara en el esfuerzo y el talento de la gente. Y esta cultura de trabajo perduró hasta el presente independientemente de las diferentes etapas por las que ha tenido que atravesar el IBR, épocas de bonanzas, de arcas secas, de oídos sordos para el apoyo a la ciencia.

—Ustedes pasaron por todas las etapas…

—Por todas. El IBR es un producto de la reinstalación democrática. Una vez alcanzada la estabilidad democrática, en el instituto, como en el resto del país, se sintieron las sucesivas crisis económicas, propias e importadas.

—Quienes visitaban al IBR por aquellos días veían con asombro equipos costosísimos subidos a plataformas de madera para preservarlos de algunas inundaciones, como por las que pasó ese sótano donde estaban instalados los laboratorios del instituto.

—Sí. Son los subsuelos de la Facultad de Bioquímica, donde pudimos hacer buena investigación científica, pese a todo; y mucho agradecemos haberlos tenido a nuestra disposición.

—Y con el tiempo trabajaron para tener el edificio propio que está en la Siberia

—Sí. Un edificio diseñado para lo que hacemos. Es un edificio del primer mundo. Tenemos las condiciones edilicias adecuadas para hacer ciencia y ser competitivos en el mundo.

—¿Les han asignado una inyección de dinero desde el Ministerio de Ciencia Tecnología e Innovación Productiva de la Nación?

—El Ministerio ha apoyado la instalación en Rosario de un par de plataformas tecnológicas. Cada una de las cuales tiene un valor de 8 millones de pesos. El objetivo del Ministerio es crear centros de referencia a nivel nacional; se han creado cerca de veinte centros; dos de esos centros estarán instalados en el instituto; uno, bajo mi responsabilidad; se trata de una plataforma de biología estructural con la que vamos a estudiar la estructura de biomoléculas que son responsables de generar enfermedades; su conocimiento nos permitirá abrir posibilidades de diseñar fármacos para combatirlas.

—¿Qué criterio utiliza el Ministerio para signar esos fondos?

—La adjudicación es por concurso. Los mecanismos adoptados por el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva son los propios de países desarrollados; se basa en que el otorgamiento de los dineros públicos se hace bajo el formato de concursos abiertos. Los grupos interesados presentan sus proyectos y sus antecedentes, los que se evalúan por un comité que, en este caso, estuvo integrado por un jurado internacional.

—El dinero es usado para la inversión en capacitación y en la incorporación de tecnología necesaria, ¿verdad?

—Sí. Tener equipamientos nuevos. Disponer de recursos. Pero lo más importante es contar con la gente preparada. La tecnología es imprescindible pero primero está la gente. Debemos destacar la excelencia de los recursos humanos que tenemos en el país, en Rosario y dentro del IBR. Porque es la gente la que va a permitir tener un cambio y estar abierta a nuevos desafíos. Es la creatividad de la gente la que permite elaborar hipótesis novedosas que hagan que los proyectos que se presentan sean los elegidos.

—El día viernes el Instituto será distinguido.

—Sí y es un orgullo. Es una distinción colectiva que da más gratificación que las individuales porque son logros más difíciles de alcanzar aunque tienen más trascendencia y apuntan al largo plazo. El viernes, el Concejo Municipal de la ciudad va a nombrar al IBR como institución destacada en la generación de ciencia y tecnología de la ciudad.

—¿Eso va a tener lugar en el mismo recinto del Concejo?

—Sí. Es el viernes a las 11 de la mañana. Quiero aclarar que esta fue una iniciativa de los concejales Roberto Sukerman, Norma López y Daniela León, quienes pertenecen a distintas vertientes políticas. Es una distinción genuina. Ninguno de ellos es científico.

—No deja de ser interesante el hecho que Daniela León sea la hija de quien fuera un impulsor de la investigación científica en la ciudad…

—Es hija de Juan Carlos León, el Negro León que lamentablemente falleciera el año pasado, fue el primer decano de la Facultad de Bioquímica cuando recuperamos la democracia. Fue el decano normalizador y, luego, el primer decano electo democráticamente. Desde que se hizo cargo del decanato, comenzó a generar cargos docentes nuevos, reclutó a gente que estaba volviendo del exterior, y de otros lugares del país, fomentó la creación de la licenciatura de biotecnología que es la primera en el país, creó las condiciones para la licenciatura en química. Es decir, tomó las decisiones correctas en el momento correcto. Claro los frutos se ven con el tiempo. Veinte y cinco, treinta años después podemos palpar los frutos de aquellas decisiones. También va a haber un reconocimiento póstumo a Juan Carlos León como bioquímico destacado de la ciudad. Más allá de nuestro natural afecto por él, creo que es un reconocimiento merecido.

—Es como que se completa una vuelta del espiral del desarrollo de ideas, proyectos, esfuerzo y acciones de mucha gente en pos de un objetivo que beneficia a la comunidad en su conjunto.

—Correcto. Está bien. Creo que no hay que perder de vista de dónde venimos. Él no está, están los frutos que él ayudó a sembrar. Hay otras contribuciones que permitieron llegar a este presente. Gente que hizo una progresión y una diferencia y que es un mensaje que nos va a ayudar a comprender el valor del trabajo planificado a largo plazo, pensados con criterios tan innovadores como abiertos.

—Cuando un investigador publica sus trabajos, lo hace a través de papers que están precedidos por un resumen y un conjunto de palabras clave, para facilitar la lectura; si usted tuviera que elegir las palabras clave para este momento del trabajo colectivo en las áreas de investigación en Rosario, ¿cuáles elegiría?

—Democracia, León, IBR, el esfuerzo de todos y sumaría compromiso que es lo que ponen cotidianamente mis colegas. En este momento represento a mucha gente que ha hecho y sigue haciendo posible este crecimiento, y merecen mi respeto.

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