Ciudad

Una experiencia de amor y solidaridad

Por Santiago Baraldi.- Patricio Huerga, el mentor de Los Tiburones del Paraná.


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“Es importante que el Estado esté presente en los temas de inclusión y discapacidad, por eso, que el libro se presente en el Concejo Municipal y no en una librería es muy valioso”, dijo Patricio Huerga, autor de Discapacidad: derechos humanos e inclusión, en el que el responsable de Los Tiburones del Paraná plasmó un trabajo que le hubiera gustado “encontrar hace 25 años”, cuando comenzó a tratar con chicos con discapacidades. La presentación será hoy a las 11 en el recinto de sesiones del Palacio Vasallo, donde además será distinguido como visitante ilustre. Oriundo de Arroyo Seco, donde hace seis años funciona el complejo natatorio construido con el apoyo de la provincia, Huerga trabaja junto a otros ocho profesores, de manera integrada, con 164 personas con discapacidad y unas 200 personas sin discapacidad, de toda la región del sur provincial.

“Me preguntan si hago hidroterapia o natación terapéutica, y yo digo: nosotros hacemos natación, no importa la discapacidad que tenga la persona. Al Complejo Los Tiburones asisten personas con y sin discapacidad, trabajan juntos, desde bebés hasta gente de la tercera edad. Todos trabajan juntos, con los mismos profesores, el mismo plan de trabajo, mismo horario, van al vestuario y se cambian juntos”, describe Huerga.

El libro que se presenta hoy trata de la discapacidad no desde el punto médico, sino en lo cotidiano. “Intento definir la discapacidad, que en los comienzos se pensaba en términos de superstición, como un castigo divino; después, con el paso del tiempo se trató desde la medicina. Con los años pasó a ser un tema social y hoy es un tema de derechos humanos. En realidad no existen los discapacitados, sino personas con discapacidad. El libro es un recorrido histórico: la discapacidad desde los orígenes del hombre, cómo trataban el tema las diferentes culturas, cómo fue evolucionando el concepto, cómo fue abordado con el correr de los siglos, cómo lo reflejó el arte, el cine, el comic, y nos vamos a dar cuenta de que la discapacidad es algo mucho más natural de lo que pensamos”, agregó.

Una relación de 25 años

Huerga recuerda la primera vez que se enfrentó con el tema. Siendo profesor en el club de Arroyo Seco, un día, hace 25 años, llegó una mamá con su hijo de 7 años con una parálisis cerebral. Recién había aprendido a caminar y quería que aprendiera a nadar. “La verdad que no sabía cómo empezar y me dije ‘si le enseño a nadar soy Gardel’. A los meses comenzamos a tener resultados. La madre estaba muy entusiasmada, le comentó a una vecina que tenía una hija con autismo y también vino; en este caso se me hacía difícil la comunicación. Pero a los seis meses, con los poquitos resultados que habíamos tenido, le dice a otra mamá que tenía un hijo down y así, de boca en boca, fueron llegando más chicos. Las mismas familias me iban explicando cómo relacionarme con su hijo porque cada uno es diferente. Me daban detalles cotidianos que me servían para familiarizarme con el chico. Hoy, cuando viene un papá o una mamá con su hijo con alguna discapacidad, con dos o tres datos ya me arreglo para empezar a trabajar. Nuestro trabajo ya es conocido por neurólogos, kinesiólogos o traumatólogos que los derivan a nuestra pileta”, señala.

Los Tiburones lograron tener un sentido muy fuerte de pertenencia. “Tenemos pibes que se han tatuado el tiburón, muy orgullosos de serlo. Familias que vienen y me dicen ‘quiero que mi hijo sea un Tiburón’. Todo eso forma una identidad positiva muy fuerte, nadie te dice que su hijo va a una escuela especial, sí comentan que su hijo es un Tiburón. Éste es un proyecto colectivo donde todos están involucrados, la familia entera está apoyando y eso ha masificado el proyecto. Esto es un ‘nosotros’”, explica orgulloso Huerga, quien en 1998 fue el primero que se animó llevar a su grupo a nadar en aguas abiertas y allí nació la denominación Tiburones del Paraná.

“Fue un cronista el que nos recordó la historia del nadador santafesino Pedro Candioti, a quien apodaban el Tiburón del Quillá (nombre del arroyo donde entrenaba) y marcó un récord en 1939 que aún sigue vigente al haber nadado cien horas en aguas abiertas cuando unió las localidades de San Javier y Paraná. Ese cronista, al ver nuestro trabajo, nos dijo: “Ustedes son Los Tiburones del Paraná”. Eso es un orgullo muy grande para nosotros. Ser Tiburón es nadar en aguas abiertas con o sin discapacidad, porque lo hacemos todos juntos”, remarcó Huerga.

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