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YPF asegura bases de la industria

Sin petróleo y sin gas en cantidad, precio y calidad adecuados, no habrá capacidad de producción.

Recuperar la empresa insignia de hidrocarburos en la Argentina es asegurar –nada más y nada menos– el sendero de crecimiento que la Argentina inició en 2003 y garantizar más y mejor trabajo para los 40 millones de argentinos.

Sin petróleo y sin gas en cantidad, precio y calidad adecuados no tendremos capacidad de producir acero, aluminio, plásticos, productos químicos, es decir, los insumos imprescindibles para la fabricación de autos, autopartes, bienes de capital, maquinaria agrícola, camiones, los que a su vez permiten producir la innumerable cantidad de bienes y servicios que consumimos día a día y exportamos.

Sin autonomía energética es imposible profundizar y fortalecer la estructura industrial diversificada que estamos reconstruyendo –con el esfuerzo de todos y todas– desde 2003.

Nuestro país enfrentaba –hasta el 16 de abril de 2012– una disyuntiva: tratábamos de “no asustar” a los mercados financieros internacionales para evitar supuestas “represalias”, y entonces quedábamos presos de las decisiones de la empresa líder en el mercado de hidrocarburos en la Argentina, que nos condenaba a importar a precios del mercado internacional, muy superiores a los costos de producción locales, y nos obligaba –en consecuencia– a mantener subsidios para salvaguardar el poder de compra de los argentinos, no sólo en los combustibles de expendio, sino en el transporte público, o ratificábamos que la gestión de los recursos naturales, sobre todo los no renovables, son patrimonio del Estado porque involucran no sólo a nuestra generación sino, sobre todo, a las generaciones futuras.

Valentía

Este segundo camino implicaba tomar la decisión que tan valientemente tomó la presidenta: recuperar la propiedad de la empresa y evitar que nuestro país pagara con falta de crecimiento las acciones predatorias de Repsol, que por su política de remisión de utilidades en lugar de invertir en recuperación de reservas y aumento de producción primaria y destilación, amenazaban tanto los equilibrios macroeconómicos fundamentales fiscales y externos, como la profundización de nuestro desarrollo industrial.

Si la empresa Repsol hubiera destinado una parte sustancial de los 15.728 millones de dólares de utilidades generadas entre 1999 y 2011 a la inversión en exploración, no hubiera sido responsable del 57 por ciento de la caída en la producción de petróleo de nuestro país y del 97 por ciento de la caída de la producción de gas natural.

El mundo enfrenta un futuro de precios de combustibles y energía altos y nuestro país, como resultado de lo dicho anteriormente, corría el riesgo de convertirse en un importador creciente de combustible. La acción egoísta de una empresa nos llevaba a la paradoja de que el crecimiento nos afectaba, perjudicando nuestra balanza de pagos; nos ponía en la absurda situación de que, siendo el tercer país poseedor de recursos energéticos no convencionales, después de Estados Unidos y China, nos transformáramos en importadores de combustibles y energía. ¿Y por qué? Porque mientras en Estados Unidos y en China existe una fuerte inversión para su aprovechamiento, en la Argentina Repsol no destinaba los fondos necesarios para que esos recursos fueran ubicados y extraídos.

Implicancias

Si nuestro gobierno y la sociedad argentina se han propuesto volver a industrializar el país es porque industrializar es incluir, es desarrollar la ruralidad, es agregar valor, es generar más y mejor trabajo. Pero industrializar necesita de energía. La industria petroquímica es un ejemplo claro de ello; tal como quedó evidenciado en el plan estratégico industrial 2020, garantizar el abastecimiento de petróleo y gas permitirá disparar las inversiones privadas necesarias para llegar a 2020 con un incremento del 155 por ciento de la producción, sustituyendo importaciones por 48.500 millones de dólares y generando 75.100 nuevos empleos.

Además, desarrollar los yacimientos de petróleo y gas y transformarlos en energía tiene un fuerte impacto directo en la actividad industrial, tanto por las mayores inversiones en exploración, que impulsarán la demanda y con ella el desarrollo de una industria metalúrgica para la actividad petrolera, como por la necesidad de desarrollar y aplicar tecnología e innovación, usando los recursos fenomenales que la Argentina tiene. Ya se está trabajando en ese sentido en los proyectos de energías renovables, maximizando la incorporación de componentes locales en el desarrollo de equipos de energía eólica, biocombustibles, energía solar, entre otros.

El paso trascendental que tomó Cristina de Kirchner de poner de la mano a la política de industrialización y la provisión de energía, es mantener el rumbo decidido hacia el desarrollo sustentable. Y lo más importante, es asegurar que los recursos que la naturaleza nos dio generen valor agregado que se transforme en bienestar.

Ministra de Industria de la Nación.

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