Por Guillermo Dellacasa
Antes que centralista soy rosarino y debo admitir que siento vergüenza por nuestra querida ciudad. No se pudo organizar el clásico en el Coloso o en el Gigante. El miedo, a los conocidos de siempre, pudo otra vez. La fiesta será en casa ajena y sin invitados. Unos de los partidos más pasionales, reconocido mundialmente, se jugará en una canchita como es la de Arsenal de Sarandí. Aunque si es por el presente futbolístico la cosa encaja bastante. Hay que conformarse con verlo por televisión con sonido de fondo: el canto de los grillos y el pitazo del referí como si te lo tocara en el oído.
La realidad de ambos equipos, desde hace tiempo, es mediocre. Los dos andan a los tumbos. Newell´s hace rato que mira la tabla del descenso, y Central si no levanta cabeza se “prende” con los primos y con los de abajo. Hace mucho que nuestro clásico es noticia por la pasión pero poco se habla de fútbol bien jugado.
A cruzar los dedos para que no salga un partido de patada va y patada viene y con dos o tres expulsados.
En cuanto al resultado, esperemos que no sea un odioso 0 a 0 o 1 a 1.
Como sucedió cada vez que entre ambos se definió algo importante, Campeonato (Poy), Libertadores (Kempes) o Sudamericana (Pirulazo): primero el Canalla.
Newell´s no da motivos para que suceda lo contrario. Gana central 2 a 1. Y ¡todos al monumento!
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