Este 2022 que da sus últimos coletazos no será un año más para las y los argentinos. Más allá de los avatares económicos, con un reparto desigual de la riqueza y una inflación difícil de contener, haber alcanzado la Copa del Mundo en Qatar, la tercera para el fútbol argentino, con millones de personas en la calles en medio de festejos multitudinarios que también son un récord, dueños de ese deseo incontenible de salir a gritarlo a los cuatro vientos, el país podría alcanzar su tercer Oscar en la historia de su cinematografía, esta vez por Argentina, 1985, la valiosa y multipremiada película sobre el Juicio a las Juntas Militares de Santiago Mitre, la más vista en los cines de este año y con millones se vistas en la plataforma Amazon Prime Video donde sigue disponible.
El miércoles último, la película de Mitre, protagonizada por Ricardo Darín y Peter Lanzani, quienes dan vida a los fiscales Julio César Strassera y Luis Moreno Ocampo respectivamente, al frente de un gran elenco, ingresó en la preselección final de quince largometrajes (se calculan unos noventa en el recorte inicial) y quedó en la antesala para ser nominada como mejor película extranjera para los premios Oscar 2023. De estas quince película preseleccionadas, cinco, que se conocerán el 24 de enero, llegarán a la gala final, que se desarrollará el domingo 3 de marzo en el Teatro Dolby de la ciudad de Los Ángeles.
No es azar, hay algunos indicadores que llevan a pensar que esa nueva proeza puede ser posible, sobre todo porque el cine nacional, con sus infortunios, sus claroscuros y los recortes presupuestarios en tiempos del macrismo que aún dejan ver sus sangrantes secuelas, tiene una marcada tradición en lo que refiere a la contienda del premio mayor de Hollywood, el que cierra la llamada temporada de premios que abrirá este 10 de enero con los Globos de Oro donde la película de Mitre, no casualmente, también figura entre las candidatas en lengua extranjera y también integra la lista de las potenciales películas iberoamericanas para quedarse con el Goya de la Academia de España.
Con los logros históricos en la mira, luego de La historia oficial de Luis Puenzo en 1986, y de El secreto de sus ojos de Juan José Campanella en 2010, hay que considerar que, como también pasa con Argentina, 1985, se trata de películas cuyas historias, en más o en menos, están atravesadas por la última dictadura cívico-militar en el país. La primera ligada a la apropiación ilegal de niños y niñas y la segunda, más elípticamente, en relación con algunos personajes siniestros que siguieron (y siguen) operando desde las sombras años después de la llegada de la democracia.
Más allá de otras nominaciones como es el caso de la primera, la recordada La Tregua de Sergio Renán, a la que le siguieron Camila de María Luisa Bemberg, Tango de Carlos Saura, El hijo de la novia de Juan José Campanella, y Relatos salvajes de Damián Szifron, que llegó como una de las grandes favoritas pero se volvió con las manos vacías, las tres películas (las dos con un Oscar y Argentina, 1985) suman otras coincidencias.
Las tres son grandes producciones con historias muy bien contadas, basadas en guiones sabiamente escritos, caminando en medio de un saludable equilibrio entre el cine de arte y el de entretenimiento. La historia oficial, a partir de las plumas del director Luis Puenzo y la gran Aída Bortnik, El secreto de sus ojos basada en la novela La pregunta de sus ojos del escritor Eduardo Sacheri, y Argentina, 1985 escrita por el director Santiago Mitre junto al talentoso director y guionista Mariano Llinás a partir de los hechos reales e históricos.
Pero hay más. Las tres arrasaron en la taquilla nacional, las tres recibieron críticas elogiosas tanto en medios alternativos como en los más hegemónicos, las tres tuvieron estrenos previos a la premiación en los cines de Estados Unidos (lo que garantiza críticas en los medios que las visibilizan frente a los votantes del jurado del Oscar) y recorridos por festivales internacionales, y las tres responden a ese mainstream que, por sus temáticas y sus actores, generan una sinergia de público en las salas, la última, teniendo que lidiar con las mezquindades de las grandes cadenas internacionales que no la programaron (por el breve período de ventana entre cines y streaming), pero dando el batacazo no sólo en los cines de capitales nacionales sino también en la pantallas hogareñas, lo que se vivió como un gran acto de justicia frente a los antojos de distribuidoras y conglomerados cinematográficos.
También, en Argentina, 1985, si bien la temática está vinculada con la última dictadura cívico-militar, el Juicio a las Juntas Militares tuvo y tiene relevancia a nivel mundial por su carácter histórico, dado que fue el primero donde un tribunal civil juzgó a los jerarcas de militares, sumando además la presencia en la producción a nombres como el de Axel Kuschevatzky, de largo recorrido en Hollywood como la cara más visible para Latinoamérica de esta premiación; la presencia de Ricardo Darín, también de la partida de El secreto de sus ojos y, particularmente, y como parte de la producción, una multinacional como Amazon, cuyo alcance en difusión también es planetario.
Pero además, en el historial de los premios de Hollywood, las películas de juicios y tribunales tienen un alto predicamento (es un subgénero del drama), sobre todo esas historias donde la Justicia vuelve a ser justa, más allá de que el Plan Cóndor que gestó las dictaduras en Latinoamérica tuvo matriz yanqui.
El 9 de diciembre de 1985 fue un día histórico para las y los argentinos: los jerarcas de la junta militar, responsables del mal llamado Proceso de Reorganización Nacional, escuchaban desconcertados, incómodos, una sentencia que terminaba con su impunidad y les decía en la cara: “Nunca más”.
En aquél momento, y más allá de todo lo que vendría después, la Justicia, gracias al trabajo incansable de un equipo de jóvenes fiscales que acompañó y militó la causa, condenó a cinco y absolvió a cuatro de los acusados. Pero Videla y Massera fueron condenados a perpetua. Un par de días antes, Fito Páez había presentado Giros en el Luna Park, porque “existe cielo y un estado de coma”, y Los Abuelos de la Nada y Charly García eran la banda de sonido indiscutida de unos años atroces que empezaban a quedar atrás. Un año después, Argentina ganaba la copa del mundo en el mundial de México 1986. Un par de meses después de volver a cumplir ese sueño, esta vez en el Mundial de Qatar, Argentina podría ganar el tercer Oscar de su historia.
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