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Política internacional

Y en eso llegó Brasil: más recesión, más crisis política

La economía brasileña caerá más en 2016 y se recuperará menos en 2017, en lo que podría ser la marca de los meses por venir en esta región de un mundo en el que ya nadie puede prever el futuro más cercano.


La economía brasileña caerá más en 2016 y se recuperará menos en 2017, en lo que podría ser la marca de los meses por venir en esta región de un mundo en el que ya nadie puede prever el futuro más cercano.

Puntualmente, la previsión de contracción de 3 puntos del producto para 2016 que hacía el gobierno brasileño se amplió a 3,5 y el posible crecimiento para el año próximo se quedó en apenas un punto, luego de que fuera archivada la idea optimista de un rebote de 1,6%.

En el fondo de este pesimismo está, por un lado, el “viento de frente” de la economía internacional pero también la propia crisis política que arrastra al gobierno, la oposición y el empresariado locales.

En ese contexto, la desocupación se ubicó en el 11,8 por ciento para el período junio-agosto, con lo que ya suman 12 millones los brasileños desempleados: el impacto en el consumo doméstico, las ventas de viviendas y automóviles se hace sentir.

El gran peso de la deuda del gobierno, las empresas y las familias sigue sin ser buena novedad para un país gigantesco y sin liderazgo político.

El piso no se encuentra aún: esta semana se conoció el dato de la destrucción de casi 75 mil empleos en octubre, dato que duplicó el registrado en septiembre.

La receta económica que sigue el gobierno de Michel Temer en ese contexto es la de más ajuste y “austeridad”.

El presidente del Banco Central, Ilan Goldfajn, se ató al mástil hace pocos días cuando ratificó ante empresarios: “Aumentar la inflación para financiar el gasto público no es más una opción”.

El funcionario admitió además en las últimas horas que la elección de Donald Trump en Estados Unidos “es otro elemento de incertidumbre” para la economía local –y por lo tanto regional–. El ministro de Finanzas, Henrique Meirelles, tuvo el mismo

diagnóstico, al advertir que “revertir el deterioro de las cuentas públicas es un prerrequisito para que la economía vuelva a crecer”.

Eso significa más austeridad: el Congreso brasileño analiza poner un techo al gasto público por al menos los próximos diez años, como parte de un proyecto que terminará de tratarse el mes próximo en el Senado.

Una reforma del sistema previsional está prevista además para el año próximo aunque surgen dudas sobre la capacidad del sistema político de llevar adelante ese tipo de reformas, en un contexto social que se vuelve más conflictivo y con un liderazgo muy debilitado.

En ese contexto, la recesión no aminora la suba de precios: el objetivo era de 4,5 por ciento de inflación para este año, pero el ritmo llega al 7,9 por ciento, lo que también impacta negativamente en las previsiones.

El gobierno de Temer se ilusiona con algún dato positivo, como la disminución del déficit fiscal en octubre y un crecimiento en los montos de inversión extranjera directa.

Los analistas internacionales no sólo siguen de cerca la marcha problemática de la economía, sino la continuidad de los escándalos de corrupción.

La agencia Reuters especulaba con que el inicio de un juicio contra Lula Da Silva podría descomprimir la situación, aunque también señalaba que “el gobierno espera que el pasado distraiga a los brasileños de las sombrías proyecciones par el futuro”.

En ese contexto, la caída en desgracia del ministro de la Secretaría de Gobierno, Geddel Vieira Lima, mano derecha de Temer, sumó preocupaciones a quienes esperan por un tiempo más despejado para invertir.

Se trata de un nuevo escándalo por supuesto tráfico de influencias y se trata de la sexta renuncia en seis meses en el maltrecho gabinete del presidente interino.

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