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Y… ¿cómo seré en el futuro?

Por: Alicia Caballero Galindo

Uno de los juegos favoritos de los niños es tomar la personalidad de los padres.
Uno de los juegos favoritos de los niños es tomar la personalidad de los padres.

Uno de los juegos favoritos de los niños es tomar la personalidad de sus papás y pensar que ya son grandes; los niños se pintan bigotes, se ponen lentes y toman algún artículo personal de sus padres. Las niñas se pintan la boca, se ponen los tacones de su mamá o su hermana mayor y la bolsa de mano y en sus fantasías infantiles imitan a sus mayores. ¡Es muy divertido! Todos lo hicimos alguna vez y hoy disfrutamos viendo a hijos y nietos repetir la historia. A medida que van creciendo esos niños y niñas, empiezan a ver a los adultos de distinta manera; los adolescentes “se cuecen aparte”, se sienten los seres más incomprendidos y vilipendiados por los adultos mientras se encuentran a sí mismos. En este período, el papel de los adultos que los rodean es determinante, porque de ellos dependerá en gran medida el rumbo que habrán de tomar las jóvenes conciencias.

Los adolescentes generalmente tienen prisa por crecer y todo lo quieren aquí y ahora; sobre todo, y de forma urgente, la libertad y la independencia se tornan en su principal sueño y un objetivo de vida en lo futuro. El problema es que su inmadurez natural de la edad los orilla a querer acelerar los procesos naturales, produciendo una insatisfacción que muchas veces levanta una infranqueable barrera que dificulta la comunicación con los adultos e incluso produce cierto rechazo hacia ellos.

En lo único que piensan casi todos es en ser independientes y no pedir permiso para nada. Los jóvenes que dejaron la adolescencia tienen su cabeza llena de sueños y proyectos fabulosos que poco a poco irán sorteando la realidad, que difiere en mucho de los sueños; aprenderán que la vida es una dura competencia en la que sólo los más aptos llegarán más lejos y aprenderán que toda lucha ética, constante y en un mismo sentido, siempre dará tarde o temprano sus frutos. ¡No existe fruta más deliciosa que aquella que se siembra, se cultiva y se cosecha!

Los sueños futuristas de los profesionistas que han emprendido una vida productiva es alcanzar estabilidad económica y formar una familia estable; desde luego, el triunfo en la empresa en que están empeñados es parte esencial de vislumbrar el futuro. Pero en todos los casos hay que entender que éste no es mágico, hay que concebirlo, planearlo y luchar con constancia por alcanzarlo. Dependiendo de las circunstancias de la vida de cada individuo, inteligencia, salud, firmeza de metas y planeación adecuada dependerá su futuro. En esta etapa, los adultos mayores “no saben nada y no están actualizados”; es común que no deseen estar cerca de ellos, en el fondo se puede entrever un rechazo inconsciente a envejecer.

A medida de que los años van pasando cada individuo reacciona de distinta forma a la lucha diaria y los sueños del futuro se van convirtiendo con los años en estrellas inalcanzables. Hay dos caminos que se pueden tomar ante estas circunstancias: hundirse en la frustración pensando en lo que pudo haber sido y no fue –vislumbrando un futuro negro– o poner los pies sobre la tierra, valorar los alcances propios y luchar por objetivos reales, plausibles y alcanzables por esfuerzo propio y darle un sentido positivo a la vida.

Las cosas no siempre son “color de rosa” como las imaginamos de niños, sin embargo, siempre existe en cualquier edad la posibilidad de alcanzar metas a futuro. Es común que los jóvenes piensen que la vida es larga y tienen “tiempo de sobra”, pero un día los años los alcanzan sin haber hecho gran cosa. También existe gente madura que piensa “para los años que me quedan” y deja de luchar por un sueño. En ambos casos es un error. Nadie tiene la certeza de cuándo se irá de esta vida, por lo tanto debe vivirse cada día como si fuera el último y planear a futuro como si se fuera a vivir cien años más. Lo que se progrese por el camino decidido ¡es magnífico! Las ilusiones a futuro dan una razón de vida a los individuos que les permite una vida productiva más larga y placentera.

En esta época se está viendo un fenómeno cada vez más frecuente: las gentes mayores que trabajan, se jubilan y dejan de producir; los jóvenes los relegan, tal vez porque se ven reflejados a futuro en ellos… La decadencia física y mental se acelera producto de la inactividad, generando enfermedades mentales. En forma natural el cuerpo humano va perdiendo facultades físicas, eso es una verdad que no podemos evitar, pero el cerebro, si lo mantenemos activo, estará generando cada vez más sinapsis (conexiones neuronales) que equilibran la pérdida gradual de neuronas (células nerviosas), circunstancia que permite al individuo mantenerse activo, vigente y en forma mentalmente.

Si ejercitamos las funciones cerebrales y nos mantenemos vigentes ¡no nos haremos viejos!

La combinación perfecta para la evolución consiste en siempre aprender. Los mayores deben aprender lo nuevo de los jóvenes y los jóvenes deben servirse de la experiencia de quienes han vivido más años para avanzar más de prisa. Para lograr esta dualidad armónica entre jóvenes y mayores se requiere madurez, seguridad en sí mismo y una autoestima alta en los dos extremos. Y usted, querido lector, ¿cómo se visualiza hacia el futuro?

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