Ciudad

Melómanos y nostálgicos

Volver al vinilo en tiempos de música invisible

Bajo el nombre de Cementerio Club, el local 28 de la Galería Independencia, en calle Rioja al 1151, es el nuevo hogar de los miles de vinilos que Santiago Vivas, más conocido en la escena musical por su faceta de frontman en The Broken Toys bajo el nombre de McFly, tiene a la venta de su colección


"El nombre de Cementerio Club viene con la idea de desenterrar cosas", dice Santiago Vivas. Fotos: Santiago Fraga

La industria discográfica, al ritmo de la tecnología, ha evolucionado de tal forma en los últimos tiempos que en su constante reformulación pareció descartar el formato físico y hasta amenazó con quitar de las manos de los melómanos el tradicional disco, ya fuese en su formato compacto o su predecesor de vinilo.

Las nuevas formas de consumo, desde plataformas como Spotify o Bandcamp y a través de aplicaciones para distintos dispositivos como celulares, televisores o computadoras, han ocasionado que cada vez sean menos las personas que deciden comprar un disco en formato físico y acumulan su colección de manera virtual, algo que a su vez les resulta más económico. Los artistas también han entendido esto y cada vez son menos los que no reniegan de compartir sus trabajos de manera online, interpelándose también sobre lo que representa la construcción de un álbum y las distintas prioridades artísticas en esa creación.

No obstante, quienes crecieron reproduciendo sus canciones favoritas a través de un tocadiscos, o incluso las generaciones que contaron con CD’s y casetes, saben del momento de goce (casi de ritual) que significaba escuchar música, abriendo la respectiva caja y sentándose a disfrutar al artista mientras ojeaban el arte del librito que venía con la misma. Ellos hoy continúan conservando un poco de esa nostalgia romántica, y los números lo demuestran.

Según el informe anual de la Federación Internacional de la Industria Fonográfica (IFPI), la música en streaming representó un 38,4% por ciento de los ingresos del sector en el último año, con un 41,1 (48,9 en Latinoamérica) de aumento de usuarios de suscripciones pagas, al tiempo que las ventas físicas continuaron su caída por cuarto año consecutivo con un retroceso 5,4 por ciento (en Latinoamérica un 41,5). Sin embargo, aún en este contexto, la venta de discos de vinilo aumentó un 22,3 por ciento a nivel mundial, y otros reportes como el de BuzzAngle Music también arrojan cifras similares.

Santiago Vivas, más conocido en la escena musical por su faceta de frontman en The Broken Toys bajo el nombre de McFly, se muestra un poco más escéptico a la hora de hablar de un resurgimiento del vinilo, aunque reconoce que hubo un crecimiento y que es principalmente porque el formato se agotó.

“Se llegó a un punto en el que es tan intangible la música, donde uno puede escuchar un disco pero sin verlo o tocarlo o donde una persona puede decir que tiene 80 mil discos pero están todos en un disco rígido, que el vinilo volvió para representar esa sensación. Eso de decir que tengo un disco, lo tengo acá en la mano, te lo muestro, lo pongo, lo escucho, lo leo y lo disfruto puntualmente como una obra”, sostuvo Vivas en un diálogo entre mates con El Ciudadano, luego de haber estado hasta altas horas de la noche anterior revisando un lote de unos 3 mil discos que acababa de comprar.

Bajo el nombre de Cementerio Club, el local 28 de la Galería Independencia, en calle Rioja al 1151, es el nuevo hogar de los miles de vinilos que Santiago tiene a la venta de su colección. LP’s, Maxis, Singles, 78 RPM, rarezas de época y hasta algunos casetes son algo de lo que se puede encontrar en su flamante showroom, donde canaliza el trabajo que desde hace años realiza a través de internet y en su casa y que define como escuchar música, evaluarla y venderla a quien la quiera.

“Justamente, el nombre de Cementerio Club viene con la idea de desenterrar cosas. Todo el tiempo estamos buscando vinilos que estaban guardados en algún lugar de alguien que no los quería o ya no los apreciaba para, siempre y cuando estén en condiciones, ponerlos en mano de alguien que sí quiera tenerlos y hacerlos girar. Siempre que veamos un disco ahí abandonado y lo podamos levantar, va a volver a las manos de alguien que lo quiera”, contó, mientras reproducía para amenizar el ambiente un LP de Santana.

Todo empezó con un Revólver

El primer disco del que Vivas tiene memoria haber escuchado es a su vez uno de los mejores de la historia: Revolver, de Los Beatles. Era de sus padres y lo encontró revolviendo un placard, sin saber que ese sería el comienzo de la pasión por la música y de una de sus formas de ganarse la vida. Un simple de “Paint it Black” de los Rolling Stones y uno de Gene Vincent and his Blue Caps, que le regaló Ariel Vercesi (amigo de la infancia y guitarrista en The Broken Toys), son junto a aquel algunos de los que más atesora de aquellos primeros años de experiencias con la música y como coleccionista.

La faceta de vendedor surgió en los últimos ocho años, cuando se dio cuenta de que era factible conseguir más discos que los que quería para su colección y venderlos. Primero fue sólo por internet, y luego haciendo pasar a los clientes de más confianza a su casa. “Los que compramos discos nunca queremos uno solo, o sea que ver muchos discos juntos obviamente lleva a vender más”, contó McFly. Eso lo llevó a poner un showroom años más tarde y, finalmente, a dar el gran salto con su actual negocio.

Dentro de su colección personal se encuentran muchos discos de las décadas del 40, 50, 60 tanto nacionales como importados de música de rocanrol desde sus principios. Una primera edición americana del primer disco de Elvis Presley es una de sus grandes piezas. “Es difícil encontrar esos discos antiguos en muy buen estado, y no sólo por el cuidado de la gente sino por los reproductores que había en esos momentos, que los gastaban mucho más. Sobre todo los discos buenos, que por serlos se escuchaban mucho y se los usaba bastante; eso está reflejado también en el estado de conservación”, explicó Santiago, quien para evaluar las distintas obras de su colección utiliza la Escala Goldmine.

Desempolvando historias

Una de las cosas emocionantes que tiene el comprar y coleccionar discos usados es que cada uno de ellos tiene una historia detrás, y muchas veces quedan partes de ella guardadas consigo. “Cada disco tiene eso de que alguien lo estuvo esperando a que salga, lo fue a comprar y lo vivió. Muchas veces esa parte de esa vida queda impregnada en ese disco. En una escritura, en una pegatina, en algo que se guardó adentro, en una dedicatoria, en un poema, en una firma del artista mismo”, relató Santiago Vivas, y añadió: “Todo ese romance tiene que ver con una cuestión de que el melómano es romántico con la música y que ese romance hace que sea mucho más que un disco que se escucha en Youtube o en iTunes”.

Entre muchos dibujos, poemas, letras o recortes de diarios de noticias sobre el artista en cuestión, lo más raro que alguna vez le tocó encontrar sucedió dentro de un disco de Hang Williams, artista que sentó las bases de la música country: “Conseguí un disco edición americana de los 40, y adentro tenía un boleto de tren de la época… fue: «wow»”. Cada uno de esos pedazos de historia que encuentra, Santiago los deja allí donde vinieron, en el sobre interno que protege al vinilo, ya que “sería un pecado separar esa pertenencia de su dueño antiguo”. Y subraya: “Es parte del disco, es emocionante”.

Un disco no se puede recortar

Resulta imposible poner en duda la enorme mejoría que las nuevas tecnologías de la era digital han traído a la música, principalmente en sus formas de creación y de difusión, aportando herramientas indispensables sobre todo para quienes recién empiezan. No obstante, además de la transformación que han sufrido prácticas como las de disfrutar de un disco, otras de las cosas que ha generado este presente tecnológico marcado por streamings, la nube y la inmediatez es que es más difícil que uno escuche realmente un material discográfico de principio a fin, o que llegue a descargar en sus dispositivos más música de la que uno en realidad es capaz de escuchar. Lo que esto produce es que, generalmente, se interrumpa la escucha de un disco completo, y la persona termine quedándose con algunos temas sueltos o con algún punteado en especial. El típico “sí, lo escuché por arriba”. Vivas está totalmente en contra de esa práctica.

“El disco es una obra tal como un cuadro. Es decir, vos no podés ver un cuadro viendo sólo un pedacito. Un cuadro es todo el cuadro, pintado en un momento del artista donde eligió representar una imagen con un material y con unos colores determinados. El disco es lo mismo, es una foto del momento del artista”, explicó su parecer Santiago, y en esa línea agregó: “Interrumpir eso y no escuchar el disco de principio a fin, es como recortar un pedazo de un cuadro, algo que todos consideraríamos un sacrilegio”.

“Agarrar un Da Vinci, un Dalí y cortar un cuadradito y decir que ese es tu cuadro… No, eso no es un cuadro, es un pedazo. Con el disco pasa lo mismo. Si no están los simples, en los que se escucha un hit y tienen un tema de cada lado, pero un disco de vinilo es un disco entero que dura los 40 minutos, una hora o un disco doble en los que en ese momento el artista decidió plasmar lo suyo”, opinó.

El vinilo, un soporte eterno

A la hora de poner en la balanza distintos formatos musicales, una de las características que McFly destaca de los discos gramofónicos es su longevidad, pese a que ésta dependa exclusivamente de su conservación. “Es eterno. Prácticamente ninguno de los demás soportes duraría a lo largo de la historia como el vinilo si está bien conservado. Un vinilo bien cuidado lo podés meter en un cofre, enterrarlo y dentro de 2 mil años un arqueólogo lo va a desenterrar, lo va a poner en un gramófono y lo va a escuchar. No va a pasar eso con un casete, con un CD y mucho menos con un mp3. Eso también hace mucho a que el vinilo sea el favorito en este momento”, sostuvo el dueño de Cementerio Club y ex vocalista de The Broken Toys.

Un ejemplo en donde la ciencia utilizó esta teoría se remonta a las sondas espaciales Voyager, lanzadas en 1977 y que tardarían 40 mil años en alcanzar las proximidades de la estrella más cercana al sistema solar, siendo alguna vez encontradas únicamente si existiesen otras civilizaciones capaces de viajar por el espacio. Dentro de ellas se incluyó el llamado Disco de oro (hecho con discos fonográficos de cobre), compilado por Carl Sagan, en el que se encuentran grabados saludos hablados en varios idiomas, diversos sonidos de la tierra (animales, naturaleza, transportes), y piezas musicales de diferentes culturas, entre otros audios.

El sonido es otro de los aspectos en donde se percibe la mayor diferencia con respecto de otros formatos. La música grabada en forma analógica (como también ocurre en otras artes como la fotografía) sigue siendo más fiel y representativa que la grabada en forma digital (que permite mucha mayor edición y versatilidad), y es por eso que muchos artistas nacionales en estos años como Illya Kuryaki and the Valderramas, Gonzalo Aloras o Él Mató a un Policía Motorizado han decidido grabar sus más recientes discos de esa forma. No obstante, cuando de ruidos o “frituras” se trata, o cuando se habla de estar pendientes del cuidado para que no produzca ningún salto ni nada raro, son partes que se agregan al romanticismo un poco nostálgico y otro poco inexplicable que tiene el vinilo.

“A veces pensamos en si seguirá esto, en si la gente comprará vinilos o no comprará. Para mí va a seguir porque, una vez más, es como que todo dio tanto la vuelta que se volvió al principio, a la música grabada en plástico, en vinilo, en pasta. Porque es lo original, digamos, y eso para mí no va a morir nunca. Por eso apuesto a una tienda de vinilos y a este estilo de vida. Este estilo de consumir música y de venderla”, cerró Vivas la charla al tiempo que la púa de su tocadiscos se levantaba y emprendía su regreso tras haber reproducido el lado B de aquel mismo longplay de Santana.

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