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Entrevista

Viviana Nardoni: “Siempre es necesario que haya hitos arquitectónicos”

La directora del Museo de la Memoria repasó en dialogo con El Ciudadano los puntos claves de su gestión. Destacó que este espacio cultural es el que tiene el “mayor número de visitantes nuevos por año” en la ciudad


“Renovar y multiplicar los públicos”, así definió Viviana Nardoni el objetivo de su gestión. Tras cuatro años en la dirección del Museo de la Memoria de la Municipalidad de Rosario, repasó las principales actividades de una de las instituciones públicas que levanta las banderas de la Memoria, Verdad y Justicia.

El Museo de la Memoria fue creado en 1998 y funciona desde diciembre de 2010 en su sede definitiva, en la esquina de Moreno y Córdoba. Ese edificio fue ocupado durante 25 años por el Comando del II Cuerpo de Ejército Argentino, que cumplió un rol fundamental en el diseño de la represión durante los años de terrorismo de Estado. En colaboración con la policía provincial y diferentes estamentos de la sociedad civil rosarina, diseñó y llevó a cabo el plan de persecución y exterminio que se desplegó sobre seis provincias argentinas.

El museo tiene sus puertas abiertas al público todo el año, cuenta con una muestra permanente y otras temporarias. Este martes a las 19 hará su última actividad del año: celebra su noveno aniversario y el Día Internacional de los Derechos Humanos (que se conmemoró el 10 de diciembre).

En ese marco, se hará la tradicional ceremonia de traspaso de piezas de la obra Evidencias, de Norberto Puzzolo, con los casos resueltos por Abuelas de Plaza de Mayo durante este año. Luego se presentará el libro Genocidios: conversaciones desde el sur, una investigación que reúne entrevistas a referentes intelectuales y militantes en torno al interrogante ¿en Argentina sucedió un genocidio? El libro fue compilado por Leandro Bartolomeo, Federico Donner y Lucas Massuco y el proyecto fue dirigido por Viviana Nardoni.

-¿Qué impronta intentó darle a su gestión y hasta dónde pudo?

-Cuando rendí el concurso en 2015 entre los objetivos que mencioné al jurado estaba el de renovar y multiplicar los públicos. Renovar en el sentido de que no fuese un museo al que viniesen solo aquellas personas que se sintiesen interpeladas por la temática de este museo porque habían estado cerca del genocidio de una u otra manera, sino que la comunidad comenzara a apropiarse de este lugar. Un lugar donde venir a ver, leer, charlar, comprender y debatir. Especialmente el objetivo era trabajar mucho con las nuevas generaciones, con los jóvenes. A partir de los resultados de un estudio de públicos que hizo la Secretaría de Cultura y Educación, creemos que hemos cumplido nuestro objetivo porque es el museo que mayor número de visitantes nuevos tiene por año y además el 80 por ciento de esos visitantes tiene entre 14 y 35 años. En este sentido estamos más que conformes.

-¿Cómo articularon esa búsqueda de convocar a nuevos públicos? ¿A través de qué actividades?

-Como todos los museos tenemos muestras temporarias de distintas temáticas y tenemos nuestra muestra permanente donde contamos para qué existe este museo. Sobre todo, tratamos de articular el presente con el pasado, especialmente con los jóvenes. Cuando viene un chico de 15 años y sus amigos o en el grupo escolar que venga: no es empezando a hablar de Videla como vamos a hablar del genocidio en la dictadura. Tenemos que comenzar charlando sobre la cotidianeidad de los jóvenes: sus identidades, sus propios prejuicios, el bullying y todo aquello que muestra un perfil autoritario de nuestras sociedades y que en los jóvenes a veces está muy presente de forma inconsciente. Así podemos empezar a ver qué continuidades hay del pasado y analizar las rupturas que hubo. También trabajamos sobre la violencia institucional y la violencia entre nosotros mismos sea verbal o física. Los trabajadores y trabajadoras del museo estamos permanentemente en formación. Actualizamos nuestra propia muestra en estos últimos dos años a partir de nuevos fenómenos que aparecieron, de lo que las propias investigaciones en ciencias sociales mostraban y de lo que los juicios por delitos de lesa humanidad fueron probando y demostrando. Y tenemos 2 cursos para docentes donde se anotan personas de toda Argentina pero también de Colombia, España y Uruguay. Esta tarea de capacitación es fundamental porque en el docente hay una responsabilidad esencial con las generaciones jóvenes. Si bien en la currícula hay obligatoriedad de hablar de la dictadura, hay maneras y maneras de hacerlo, por eso nuestra inquietud también se trasladó al sector docente.

-¿Qué propuestas tienen específicamente para jóvenes?

-Por un lado está el programa Ver para saber, donde trabajamos con las escuelas medias. Este año la consigna fue: de qué cosas no hablan los jóvenes. Al final del año cada curso prepara un video donde plasman toda la investigación. Aprenden a ser directores y guionistas pero sobre todo aprenden la democracia de  la palabra, aquellas cosas que en muchos espacios no pueden decir incluso en sus propias escuelas la pueden decir en ese video y es imprescindible que escuchemos esas voces porque no son las voces que generalmente escuchamos. Por otra parte, tenemos el programa de Jóvenes y memoria, que es una formación en derechos humanos a la que vienen chicas, chicos y chiques de diferentes barrios de los que llamamos complejos, entre comillas. Nos comunicamos con organizaciones barriales y sociales.

-¿Qué relevancia tiene un sitio de memoria en una comunidad, en particular en Rosario?

-Diría casi una obviedad que es  tratar de no olvidar. La memoria es una construcción social, nosotros sabemos que hay memorias políticas, diferentes, de determinados periodos históricos, pero es necesario que exista un hito arquitectónico que señale un lugar donde la historia política del país cambió dramáticamente, por ejemplo un ex centro clandestino de detención. Un lugar donde se ejercía el poder impune e ilegalmente. En un país que pretende ser democrático, eso es fundamental, lo hemos aprendido los latinoamericanos y especialmente los argentinos a partir de nuestras tragedias. A su vez prestamos atención a países como Alemania, que creemos que tuvieron una actitud digna respecto a reconocer los momentos en que fueron genocidas sus regímenes y no olvidarlo para proteger a la democracia. Es necesario que haya hitos arquitectónicos pero no vacíos de contenido. Puede existir un monolito que diga “aquí pasó tal cosa” pero en el caso de una institución del Estado, no hay que presentar una memoria cristalizada. Si no lo reconvertís permanentemente, si durante 20 años se repiten las mismas cosas que al momento de su inauguración, si no se incorpora la problemática de los derechos humanos de la contemporaneidad es en vano tener abierto este tipo de instituciones. El Estado tiene la obligación de brindarles a sus ciudadanos la mayor información y formación posible respecto a los derechos que tienen y los que deben conseguir. Esta es una de las tareas que tenemos en este museo.

-A partir del contexto regional, ¿se reconfigura la actividad del museo, su presencia, la forma de trabajar?

-Ya estamos planificando nuestra primera muestra de marzo en 2020 y en principio teníamos en mente una muestra pero a partir de lo que ocurrió primero en Chile y luego en Bolivia, decidimos cambiar la temática de la muestra y va a ser una muestra sobre Latinoamérica. La cotidianeidad, lo que pasa día a día te tiene que ir indicando hacia donde tenés que dirigir tus pasos como institución. Así que sí, justamente reconfigura la actividad del museo. Formamos parte de una red latinoamericana de sitios de memoria. Estamos en contacto a cada rato por Whatsapp, tenemos documentos, fotos y registros testimoniales de lo que está pasando en otros países. Estamos muy informados, no nos lo cuentan solo los diarios con las agencias internacionales de noticias sino los propios protagonistas de cada uno de los países. Es importante la palabra de los que están en las calles, además de la mirada académica.

-¿Qué hacen con esta información de primera mano que obtienen?

-Preparamos los documentos y fotos que siempre mandamos tanto a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos -CIDH- como a la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas y a diferentes gobiernos del mundo que suelen ser más solidarios que otros con respecto a estas cuestiones. También nos ocupamos de que determinados premios nobeles de la paz y referentes mundiales puedan llegar a países en conflicto, obtener la información de primera mano y sacarla fuera del país. Al mismo tiempo, intentamos formar a compañeras y compañeros latinoamericanos que se están iniciando en caminos vinculados a las políticas de memoria.

-¿Es una definición de esta gestión?

-Totalmente. Aparte, vamos a hacer esta muestra de marzo con la colaboración de todas estas personas de los países latinoamericanos en conflicto que son la mayoría a partir de sus archivos, sus testimonios, sus experiencias y algunos vendrán para la inauguración para hablar mano a mano con la gente.

-Ahora que hubo un cambio de gestión a nivel municipal, ¿ya hay lineamientos sobre cómo se va a trabajar los próximos años?

-Mi mandato ya cumplió 4 años y no voy renovar porque creo que cumplí un ciclo y aspiro que se haga cargo del museo un director o una directora joven con mucha formación política y mucha capacidad de gestión pública. Porque aquí se trata de proponer, llevar adelante y evaluar políticas públicas de memoria y cultura. Se me pidió que me quede hasta que la nueva gestión resuelva el llamado a  concurso el año que viene. De todos modos nosotros tenemos la obligación de preparar un determinado programa de actividades por lo menos hasta el primer semestre hasta que cambie la dirección. Nunca tuvimos problemas con la gestión de este museo con las autoridades políticas de la ciudad aunque nunca fuimos funcionarios políticos sino concursados. Tampoco los vamos a tener con las nuevas autoridades. Abriremos los cursos como todos los años, renovaremos los contenidos las temáticas y algunas metodologías, nunca hacemos las cosas igual un año de otro y siempre hay que innovar en algo.

-Con respecto al cambio de gestión a nivel provincial ¿Cómo imagina que puede ser el vínculo del Museo de la Memoria con la Secretaría de Derechos Humanos?

-Como museo tuvimos una muy buena relación con la Secretaría de Derechos Humanos saliente. Conozco a Lucila Puyol, quien es la nueva secretaria provincial. Es una militante de toda la vida de la agrupación HIJOS, abogada querellante de los juicios de lesa humanidad, estuvo en el museo cuando fue la inauguración de la muestra de Mujeres en la ESMA. Así que creo que la relación va a ser absolutamente dinámica y productiva.

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