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Viajar de noche

Violencia de género y transporte público: cuando la demanda al Estado excede la respuesta penal

Funcionarios ejecutivos y judiciales hablaron sobre las denuncias que reciben en relación con situaciones de violencia de género en los servicios públicos. Organizaciones feministas reclaman mayores políticas públicas de prevención


A partir de la viralización del video de una joven rosarina que cuenta que creyó ser víctima de un intento de secuestro, El Ciudadano consultó en el Ministerio Público de la Acusación, a sus unidades de Delitos Contra la Integridad Sexual y de Violencia de Género, y a la Municipalidad de Rosario si han recibido denuncias de este tipo en los últimos años y la respuesta fue negativa. Sí hubo denuncias por acoso y en algunos casos puntuales por abuso sexual. Para las organizaciones feministas, el miedo está presente siempre que se conjugan la noche y el espacio público para las mujeres.

La fiscal de la Unidad contra Violencia de Género Luciana Vallarela planteó que es posible que muchas mujeres sientan temor al viajar en transporte público de noche, más específicamente en taxis, por la exposición a situaciones de violencia que muchas sufren en sus casas y que a veces pueden darse también en el espacio público.

“Si bien en los últimos años se empiezan visibilizar los casos y la sociedad empieza a revisar sus prácticas, lo cierto es que las mujeres estamos más expuestas a situaciones de violencia de conocidos y de extraños también. Hay que desarmar y desarticular prácticas pero esta tarea excede al sistema penal, hay algo relativo del orden patriarcal que demanda una  intervención de parte del Estado. Hay que generar otro tipo de propuestas empezando por lo básico que es trabajar con niñas y niños a partir de la Educación Sexual Integral (ESI). Necesitamos campañas de concientización, divulgación y sensibilización así como políticas públicas específicas del poder ejecutivo”, sintetizó la fiscal.

Sofía Botto, que está al frente de la Dirección de Mujeres e Igualdad de la Municipalidad de Rosario, describió que reciben las denuncias vinculadas con violencia de género en el 147, el número al que se pueden reclamar o consultar temas vinculados con la movilidad pública. No tienen estadísticas pero confirmaron que la mayoría de los casos que reciben son por situaciones de acoso, a veces referidas a los conductores y otras por el comportamiento de otros usuarios, en el caso de los colectivos.

Al ser denuncias tan variadas no hay una respuesta única, sin embargo trabajan con protocolos, dijo la funcionaria. En 2016 se aprobó uno para proceder ante casos de acoso en transporte público. La mayoría, planteó Botto, son para dejar asentada una situación que esperan no se repita con otras mujeres. El Estado ofrece contención acorde con lo que cada denunciante solicite y algunos casos puede llegar a avanzar hacia una resolución punitiva, cuando se realiza una denuncia en la Fiscalía.

Sin embargo, la funcionaria destacó que justamente “el movimiento feminista no busca sólo una cuestión sancionatoria, sino fortalecer las campañas de prevención de estas violencias”. De esto se ocupa también su dirección, que ya se encuentra trabajando en una de ellas para este verano ante el aumento de la circulación en las calles en un año signado por las restricciones y aperturas a causa de la pandemia.

Ninguna de las dos recuerda denuncias similares a la presentada esta semana en Fiscalía luego de la viralización de un video donde Sofía E. relata un viaje en taxi que interpretó podía derivar en un secuestro. Desde el Ministerio Público de la Acusación confirmaron lo mismo. Sin embargo, entienden que cuando las mujeres transitan el espacio público existe un miedo que se repite: que se produzcan situaciones de acoso o un ataque a su integridad. Las denuncias recibidas han sido en este sentido y, como suelen ser viralizadas por redes, agravan el miedo persistente que muchas tienen a la hora de circular por la noche o utilizar el transporte público, sobre todo si lo hacen solas.

Desde Fiscalía explicaron que la trata de personas existe en la Argentina y es un delito federal. Rosario no es una ciudad señalada como una zona donde se cometan habitualmente este tipo de delitos, afirman. En la provincia es la zona norte la que registra algunos casos de explotación laboral pero muy pocos de trata de personas, describen. En general a las mujeres secuestradas se las lleva a las grandes ciudades y no al revés, y se suele cometer contra personas de escasos recursos materiales y simbólicos y de zonas alejadas de las ciudades, comentan. Los lugares más peligrosos son las fronteras con otros países.

La noche, el espacio público y los autocuidados

Para Vallarela, ante una situación donde una mujer se sienta en peligro es importante primero alertar a amigas, amigos o cualquier persona cercana a través del celular. El famoso “avisá cuando llegues”. “Contar con redes de contención es fundamental”, planteó. Además, señaló que llamar al 911 es una de las maneras más efectivas para descartar una situación de riesgo y proteger la propia integridad.

Si luego se procede a una denuncia, para la fiscal las redes de contención tienen un rol especialmente importante: “En casos de violencia de género muchas veces son necesarias para animarse a hacer la denuncia y son súper necesarias para sostener todo lo que sigue a la denuncia. Desde el Estado tenemos que aprender a trabajar de forma coordinada con estas redes. La denuncia en Fiscalía permite visibilizar estas problemáticas aunque tratamos de resguardar la identidad de las denunciantes para no revictimizarlas. Los comentarios en las noticias digitales son terribles”.

Majo Poncino, del Movimiento Evita, y Mariel Zanuccoli, de Mala Junta, expresaron lo mismo en relación con la importancia estar en contacto con mujeres o grupos de personas con las que se sientan seguras. Tanto al momento de utilizar un servicio público como ante cualquier situación de violencia a la que puedan estar expuestas.

“Siempre alguna cuenta algún tipo de tensión, miedo o bronca porque te dicen cosas o alguien camina detrás tuyo mirándote, o tenés miedo a que frene un auto y te empiecen a hablar, o se acerquen a vos o se masturben en la vía pública o te roben. Pasa caminando o en bici y pasa al viajar en transporte público como remises o taxis”, repasó Poncino.

En este marco contó que cuando ponen en común sus experiencias aparecen relatos en los que los taxistas cambian o extienden el recorrido o hacen preguntas sobre la vida privada que ponen incómodas a las pasajeras y muchas veces se traduce en miedo.

Además del aviso de llegar bien, otro de los mecanismos de autocuidado que utilizan en estas situaciones son el envío de la ubicación en tiempo real por Whatsapp y tomar nota de los datos del auto o la patente.

En tanto, Zanuccoli subrayó la alternativa, por ejemplo, de usar aplicaciones como She Taxi para minimizar los riesgos en los viajes. Y a la par destacó la importancia de que el Estado ofrezca talleres de formación y sensibilización a los prestadores de servicios públicos para lograr una efectiva prevención y no llegar tarde a las situaciones de violencia: “Si entendemos a la violencia como un problema estructural y sistémico que se reproduce a través de la cultura, necesitamos abordarlo de este lugar”.

Es necesario, consideró, que se planifiquen políticas públicas para la noche porque hay rasgos específicos que la vuelven más riesgosa para las mujeres. “Las violencias que se ejercen contra nosotras de forma sistemática en el sistema patriarcal son maneras de disciplinarnos, son formas de decirnos que no tenemos derecho a gozar plenamente la noche, a ir distraídas sin correr peligro porque somos mujeres”.

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