Espectáculos

Villar Rojas, arqueólogo de un futuro postapocalíptico

El artista rosarino expone “Two Suns” en la galería Goodman de Nueva York, al tiempo que exhibe en la Bienal de Estambul. A los 35 años, Adrián vive un meteórico ascenso en el circuito internacional, desde Paris, Londres y EEUU. Sin embargo, Villar Rojas vive en Rosario.


Por Ana Martínez Quijano, Ámbito Financiero.

El New York Times del jueves pasado destaca la visita del papa Francisco a los EE. UU., su arribo a la Casa Blanca en un “modesto” Fiat y la recepción “con bombos y platillos” del presidente Obama. Entretanto, en el mismo diario, la poderosa columnista de arte Roberta Smith dedicó su espacio a la muestra “Two Suns” del argentino Adrián Villar Rojas en la galería Marian Goodman de Nueva York. ¿Casualidad o estrategia? Imposible saberlo. Un abismo separa a Francisco del joven artista rosarino. Pero, salvando distancias y mirando el panorama desde el horizonte del arte, las palabras del Francisco y las obras de Villar Rojas sorprenden por su poder de convicción y la capacidad para mostrar el vértigo del universo con sus valores cambiantes.

 

La imagen que ilustra la nota de Smith, un enorme “David” de Miguel Ángel yacente y con las plantas de los pies en primer plano, resulta, en verdad, escalofriante. El mundo ha pegado un giro gigantesco, ha volteado al “David” y la obra de Villar Rojas, un complejo site specific, lo refleja. Atravesar la vida y sus sinsabores a la espera de un “final feliz” es un sueño que ha quedado muy atrás. Villar Rojas trastoca las secuencias temporales y trabaja en un futuro posterior al Apocalipsis, muestra un momento después del fin de los tiempos y del fin del mundo, al menos, tal como lo conocemos.

 

La nota del NYT se titula “Adrián Villar Rojas Explores Space” y remonta el meteórico salto del artista de 35 años al circuito internacional. Elegido por la Cancillería argentina para representar a nuestro país en la Bienal de Venecia del año 2012, comenzó a levantar sus gigantescos monumentos dos meses antes del vernissage. Había llegado con un proyecto y, allí mismo, dobló la apuesta. Imaginó una civilización que se extingue y pensó en los últimos individuos de la especie. Enclaustrado con sus ayudantes en los Arsenales escultores, constructores, pintores, diseñadores, productores y asistentes, el mismo equipo que hasta hoy lo acompaña-, ocupó los 250 metros del secular edificio. Sus obras procurarían sensaciones extrañas al curtido público que lo ha visto todo.

 

La reiterada modalidad del trabajo en equipo coincide con la repetición del género escultórico y el uso de los mismos materiales: la arcilla, el cemento, la madera, en ocasiones la arpillera y, últimamente, fibra de vidrio. Estos materiales permiten incrustar elementos como zapatillas, sogas, remeras y objetos, mientras las rajaduras producidas al secarse marcan el paso del tiempo. Con un color sordo, monocromático, que suele reducirse a los grises y ocres, las obras se perciben como ruinas, restos, detritus de algo que apenas permite adivinar lo que fueron.

 

En el año 2003, Villar Rojas ganó el premio Curriculum Cero de la galería Ruth Benzacar y, en 2008, destruyó la planta baja de la misma galería para presentar “Lo que el fuego me trajo”, el mundo de un artista después de un estallido. Allí, todavía de pie, estaba el “David”. La forma y el concepto coinciden en la obra al igual que la insistencia en un mismo tema. En esa muestra se veía una civilización que se extingue, el paisaje devastado y una marea de escombros que el observador recorría como sobreviviente de una catástrofe. Los fragmentos de algunas obras de arte aparecían jerarquizados como auténticas reliquias.

 

En la inmensa galería de Chelsea, Roberta Smith observa que el piso está cubierto por baldosas que contienen hojas, monedas argentinas, iPods, bolsas de plástico, entre otros elementos significativos. Agrega que los mosaicos fueron elaborados individualmente por un joyero y que todo el espacio cambia de tonalidades según sea la luz que ingresa desde el exterior a través de unos cortinados. La crítica neoyorquina percibe el lugar como un teatro, una pista de baile abandonada o las huellas de una exposición que ya pasó. Destaca así la nostalgia de una triste escena. Por otra parte, alude a las sensaciones oníricas que provoca un montaje onírico en la actual Bienal de Estambul, donde Villar Rojas “exhibe un grupo de animales en tamaño natural, blancos como fantasmas, parados en la orilla del Bósforo”.

 

En efecto, a la jerarquía incomparable del acabado manual, se suma la pasión por la desmesura. El site-specific veneciano de vida efímera demandó 25 toneladas de materiales. En medio de la ejecución de la obra, sobre la marcha, su galerista, Orly Benzacar, salió en busca de un patrocinante privado que ayudara a financiarla. Confiaba en el talento de un artista que no la defrauda. En la flamante galería de Villa Crespo hay un bloque semejante a los que presenta la Fundación Louis Vuitton en París. El NYT registra que Venecia significó un pasaporte. De allí partió a la Documenta de Kassel, el Jardín de las Tullerías de Paris, la Serpentine Gallery de Londres, el MoMA, la High Line neoyorquina y cuanta bienal importante hay en el mundo.

 

Sin embargo, Villar Rojas reside en Rosario. Y es justo aclarar que, para consolidar su exitosa trayectoria, coincidió el apoyo de su galerista porteña, pero también el del crítico Fernando Farina, el embajador Sergio Baur, el curador del envío veneciano Rodrigo Alonso, la fe de sus pares artistas y, entre tantos, la crítica de arte rosarina Beatriz Vignoli. Ella observó hace años que la obra “alude a la desesperada necesidad de armarse un sentido a partir de las astillas de un mundo que estalló.

 

La escultura, un género que no figura en el mainstream, una vertiente del arte que no se identifica del todo con conceptualismo y el arte político en boga, tornan única y potente la obra del rosarino que hoy sostiene su pequeña gloria, en un medio donde todo se gasta velozmente.

 

Vale la pena recorrer la génesis de las obras y leer los textos que escribió antes de 2010 para el sitio Bola de Nieve, donde habla de rock y de la vida.

Arte rosarino en Venecia

Villar Rojas se muestra en Londres

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