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Viaje de vuelta

“Larga distancia”, el nuevo libro de poemas de Verónica Laurino, no es un viaje de inicio. Se empieza por el final, en el retorno al origen. Se vuelve a Rosario. Y también a las lecturas fundantes, las que fueron una parte germinal de la voz que invita a una conversación íntima y despojada


Especial para El Ciudadano

Un libro de tres poemas encadenados. La distancia es la excusa. La que existe entre dos ciudades como Buenos Aires y Rosario, o entre Santiago de Chile y Londres. Y también la que genera el tiempo. Los años y los kilómetros separan a las tres escritoras que se nombran y se encuentran entre las líneas de los poemas. Verónica, en el trayecto de Buenos Aires a Rosario, Virginia en su cuarto propio, Violeta en su huerta en Santiago.

Tres escritoras, tres ciudades, tres épocas diferentes. Las tres con V de viaje.

Contra todas las expectativas, Larga distancia, el último libro de poemas de Verónica Laurino, editado por Caleta Olivia, no es un viaje de inicio. Se empieza por el final, en el retorno al origen. Se vuelve a Rosario. Y también a las lecturas fundantes, las que fueron una parte germinal de la voz que nos invita a una conversación íntima, despojada.

Autopista

Desde el inicio, estamos en un viaje de vuelta. No hay sorpresa para los ojos que miran el paisaje fragmentado que muestra la ventanilla. Tampoco hay inocencia: la mirada es precisa y se clava justo donde la contradicción irrumpe: el accidente de tránsito que no mata. Lo que pudo haber sido una tragedia, y no lo fue.

La sangre que no está pero igual mancha. El paisaje poco idílico con el que comienza este recorrido tiñe la voz de una ironía dulce que se va a mantener durante todo el trayecto, hasta llegar a Chile.

Pero aún falta para eso.  El final del viaje recién comienza.

La autopista se alarga en un movimiento del que quiere participar el fluir de la conciencia. Pero constantemente se ve interrumpido por pastos quemados, árboles talados, la naturaleza invadida por la soja o un cementerio.

El viaje nos lleva por el borde que divide el interior del colectivo y el paisaje del afuera. Rozando lo trivial que puede parecer la muerte, el único paraíso que asoma es un campo en el que se podría instalar una pequeña casita para leer y escribir.

Como todo paraíso imaginable, es imposible. Las bolsas plásticas llegaron primero a copar la parada.

Doble V

Leer y escribir en un campo propio es un poco más de lo que había soñado Virginia Woolf, pero va en la misma línea. Al fin y al cabo, el dinero puede garantizar el espacio para trabajar en la escritura.

No así la vida, que se compra específicamente con bonos de Iapos.  Ni el tiempo para escribir, contra el que atenta constantemente la realidad o algún conocido.

En el primer poema que abre la serie Doble V, la voz poética se enfrenta con ella, con Virginia. Los poemas de Laurino recorren sanatorios, bibliotecas, el patio de una casa en días y horarios convencionales, en agosto o en septiembre.

Miran los días de frente, los dicen en toda su monotonía y sordidez, en lo inesperado de una protuberancia, pero también en toda su belleza en los fresnos que comienzan a brotar, en los libros recuperados al azar. Discuten con Virginia.

Con su vida, con su suicidio. Interrogan cuán boba o poética puede ser la muerte.

Violeta

El recorrido termina en Chile donde la causalidad y el dolor se encuentran con Violeta Parra. Llegamos al borde que separa el amor de la dicha. Son cinco paradas, cinco poemas y una cita con Cristina Peri Rossi para averiguar que el amor es una droga dura.

Que no sale ilesa de ese viaje. Que si hay que volver, el mejor lugar para regresar es la infancia. La voz acierta y el poema cuaja cuando al final la bala no es capaz de matar lo que nos queda.

Tres poemas que son tres viajes en sí mismos conectados por una única pregunta: ¿se escribe para no morir de amor, de dolor, de bronca, de hastío? Laurino nos propone pasear de la mano de “una pasajera en trance” que dialoga con dos mujeres poetas, suicidas.

Este paseo es el devenir de una búsqueda imposible, el deseo de encontrar la respuesta que no llegará jamás de forma certera ni precisa porque “ninguna mujer entra en un libro, ni en un disco, ni en una película”. Por suerte.

Recorrer la distancia que separa las preguntas de las respuestas imposibles es lo que amerita el viaje.

Larga distancia tendrá su presentación en el salón de lectura de la Biblioteca Argentina este viernes 9 de abril, a las 18. Su autora estará acompañada por Tomás Boasso, quien hablará sobre el libro y Héctor Olivieri al piano dará contexto musical. También leerán textos Nacho Estepario y Lila Gianelloni. La entrada es gratuita con reserva previa a través del siguiente enlace: https://bit.ly/3rHv9Jh.

La primera novela de Verónica Laurino, Breves Fragmentos ganó el Concurso del Concejo Municipal y se publicó en 2007. Su libro de poesía 25 malestares y algunos placeres fue publicado por Ciudad Gótica en 2006. En 2007 publicó por Vox el libro de poesía Ruta 11 y en coautoría con Carlos Descarga, Comida china en la cordobesa editorial Alción. La novela infanto-juvenil Vergüenza, escrita junto a Tomás Boasso, se publicó en Sigmar en 2011. En 2013 Erizo publicó la novela Jardines del Infierno. En 2014 salió Sanguíneo, escrito junto con Fernando Marquínez (Baltasara), y en 2016 publicó el  libro infantil, Paren de pisar a ese gato (Libros Silvestres) y en 2019 salió la novela, también para niños, Alimañas en la casa nueva.

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