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Ciencia y Tecnología

Viaje al origen de las especies

El naturalista Charles Darwin en su polémico libro que revolucionó la forma de entender la biología explica cómo los organismos vivos se adaptan a las condiciones cambiantes del medio ambiente y cómo se da la selección natural.


A fines del siglo XVIII, los naturalistas estaban acercándose a la teoría de la evolución.

Sin embargo, fue Charles Darwin quien da a conocer su hipótesis sobre la selección natural en un libro publicado el 24 de noviembre de 1859: El origen de las especies.

El Libro

Ciertos libros generan una nueva manera de pensar. El mundo, a partir de ellos, se ve con nuevos ojos. Uno de esos libros se presentó a mediados del siglo XIX, con una tirada de 1.250 ejemplares que desaparecieron de los estantes de las librerías al día siguiente de comenzar su venta. La segunda edición, de 3 mil ejemplares, se agotó en una semana.

“Sobre el origen de las especies a través de la selección natural, o la preservación de las razas favorecidas en la lucha por la vida”, al que conocemos como El origen de las especies, fue un libro polémico, que revolucionó la forma de entender la biología a tal punto que ya no podría estudiarse sin la comprensión de la evolución.

La ciencia

En la ciencia, cada tanto, hacen su aparición pensadores creativos y originales. A todos se los puede ubicar en el contexto donde actuaron; unos pocos “engendran el tiempo que los ha engendrado a ellos”; son los encargados de hacer saltar líneas de pensamiento, de descubrir nuevos horizontes, de mostrar cómo se puede mirar con nuevos ojos al mundo; Darwin fue uno de ellos.

Charles Robert Darwin trabajaba en su libro y, al mismo tiempo, Alfred Russell Wallace, que había hecho un viaje a tierras consideradas exóticas, elaboraba el suyo sobre observaciones del comportamiento de la fauna autóctona. Ambos llegan a la misma conclusión sin haberse puesto de acuerdo: las especies cambian con el tiempo, y esos cambios tienen lugar por selección natural. En 1858, Wallace publica el trabajo y se lo hace llegar a Darwin quien, primero, queda sorprendido para luego comenzar a trabajar junto a su joven colega. Con él publica en una revista científica y al año siguiente da a conocer El origen de las especies.

Darwin y Wallace aportan la teoría de la selección natural para explicar los cambios en las especies. Darwin explica cómo los organismos vivos se adaptan a las condiciones cambiantes del medio ambiente y cómo existe una selección natural, que a veces introduce variantes en las especies para fortalecer la supervivencia. Sólo los organismos más aptos acaban por sobrevivir.

La vida

La vida de lo que podríamos llamar lo humano se inició hace unos cuantos millones de años en África. Logró prevalecer, adaptándose y sobrevivir pese a su fragilidad. La vida, según Jacques Monod, biólogo y pionero de la genética molecular, “apareció por azar; y, por lo tanto siempre estuvo amenazada”. Stephen Jay Gould llegó a sostener que si la historia del universo volviera a repetirse, la aparición de la vida tal como hoy la conocemos tendría una chance de aparecer cercana a cero.

Palimpsestos

Los griegos acuñaron esta palabra para nombrar un tipo de escritura: palimpsestos. Este nombre se aplicaba a los pergaminos en los que se ha raspado lo escrito para volver a escribir. Se dejaba ver escritura tras escritura; una sobre otras. El palimpsesto plantea un problema a resolver. Envueltos en el pasado, se pueden exhumar intenciones y significados. Leer a través del palimpsesto es tender un nexo entre los antiguos significados y los actuales.

Los fósiles palimpsestos

Al igual que los libros, los fósiles permiten hacer una lectura comprensiva de la evolución.

Los fósiles se comportan, también, como palimpsestos; y el paleontólogo comienza a interrogarlos con paciencia para descorrer lo oculto; para develar incógnitas.

Parece que lo que sería la vida humana comenzó arriba de los árboles. Con el tiempo, ya sea por el lugar o por la escasez de los alimentos, algunos se aventuraran a bajar de ellos. Su nuevo hábitat les exigió estar erguidos, como lo señala Chris Stringer, y así pudieron salir a buscar otros horizontes: las sabanas, los bosques cercanos, las cuevas.

Hace más de 150 años, “Darwin sostuvo que el «bipedalismo» liberó las manos”, advierte Stringer. Las manos libres ayudaban a los primitivos antepasados del hombre a desarrollar habilidades para proveerse sustento; descubren el fuego, cuecen alimentos: la conformación anatómica les permitió otro tipo de acercamientos y abordajes; macho y hembra, ahora cara a cara, establecen otros vínculos. Al tener mayores opciones alimentarias, más fáciles de masticar, la evolución fue llevando a una retracción de las mandíbulas en favor del aumento de la caja craneana para dar cabida a un cerebro más evolucionado. Este nuevo cerebro, más sofisticado, que consume gran parte de las energías, les exige más destrezas, las que para ser llevadas adelante requieren un cerebro de mayor complejidad: una realimentación positiva.

Seguramente la línea evolutiva tuvo atajos y contratiempos, avances y retrocesos.

Promediando los 2000, debajo del lecho de un río seco, se descubre la bebé Dikika, quien trae en su cuerpo una información reveladora: los dedos “gordos” de sus pies no tenían el sentido opuesto a los demás dedos; o sea que ya no podía sujetarse a la espalda de su madre y aferrarse como moderna mochila. Como consecuencia, este bebé debía ser cargado. Eran dos brazos menos para ciertas tareas ahora reservadas en exclusividad al macho, que se veía “obligado” a proveer alimento y seguridad a su prole. Ya eran tres; ¿habrá sido la incipiente familia?

El cerebro que tiene que funcionar con mayor capacidad estratégica, desarrollar un verdadero mapa, recurrir a los recuerdos, especular, orientarse en tiempo y espacio, sobrevivir y cuidar a su cría, se expande dentro de una caja que de a poco se lo va permitiendo.

La bebé de Dikika aportó un mensaje que data de alrededor de los 3 millones de años.

Este fósil perteneciente a un Australopithecus, homínidos prehumanos, se mostró como un palimpsesto que ha ayudado a develar la vida de hace millones de años.

Zeresenay Alemseged, del Departamento de Evolución humana del Instituto Max Planck de Leipzig, Alemania, sostiene que su hallazgo es “una verdadera mina de información acerca de un estadio crucial de la historia de la evolución humana”.

Hallazgo en la Patagonia

José Luis Carballido es uno de los científicos, experto en paleontología, que junto a un equipo de especialistas están “descubriendo” los huesos de uno de los Saurópodos de mayor dimensión en el mundo, al que comenzaron a exhumar a principios del año pasado en la Patagonia. El fémur de esa especie mide 2,40 metros; “con las circunferencias del fémur y del húmero se aplican fórmulas que permiten acceder a las medidas y el peso del animal que estimamos en 80 toneladas”, sostiene Carballido, quien se explaya: “Mientras trabajábamos en el campo pudimos observar algunas características muy técnicas como la laminación de las vértebras, tipos de articulación que tienen las vértebras que lo estarían diferenciando de otros Saurópodos conocidos. Son características que estamos estudiando para presentar en un trabajo que se publicará en una revista internacional y poder definir esta nueva especie”.

“El hallar huesos enteros nos permitió llegar a ser más precisos”, enfatiza Carballido, que explica la importancia de estudiar el lugar antes de las excavaciones: “En el grupo nos acompaña un geólogo que se encarga de hacer los estudios de tafonomía, que es la parte de la Paleontología que estudia los procesos de fosilización. Por medio de los mismos se puede saber con precisión lo que le pasó al animal una vez muerto, cómo fue sepultado y el tipo de sedimentos que lo cubrieron. Se puede “reconstruir” el ambiente de cuándo el animal murió y; por qué los huesos se encuentran en ese estado, y en la posición en el terreno, etc.

“Lo que esos estudios nos indican es que los animales murieron en una planicie de inundación, el valle de un río. Con cada desborde de estos ríos caudalosos se movilizaba gran cantidad de sedimentos que fueron los que cubrieron a esos restos por miles de años. El estudio de las rocas nos indica que los animales murieron en ese mismo sitio ya que los ríos no tenían la suficiente energía como para movilizarlos. Pero los huesos están desarticulados, lo que nos indica que es probable que una vez muertos hayan sido presa de dinosaurios carnívoros. Para corroborar esto, hemos hecho hallazgos de unos 70 dientes de dinosaurios carnívoros”, concluye Carballido.

Es una información que viaja a través del tiempo y permite reconstruir con precisión no sólo la constitución de los dinosaurios sino por qué vivieron en esas latitudes, cómo eran esos páramos; los cambios ocasionados por la separación de los continentes, la evolución del clima. Un palimpsesto.

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