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“Vendiendo Inglaterra por una libra”, el exquisito disco de Genesis cumple 50 años

Encumbrado en lo alto de la historia del rock progresivo, con pasajes de música clásica y baladas folks y con letras que refieren a la decadencia de la cultura británica y el orgullo victoriano, el álbum de la banda inglesa atraviesa el tiempo y siempre es posible descubrirle detalles inéditos


El jardinero descansando en la portada del disco

Entre los grandes discos de rock (a secas, progresivo, sinfónico) que en este 2023 cumplen medio siglo de existencia, se encuentra uno que brilla y brillará a través del tiempo. Se trata de Vendiendo Inglaterra por una libra (Selling England by the Pound, en el original, que en una traducción más literal sería “Vendiendo Inglaterra al peso”), quinto álbum de estudio de Genesis, la banda integrada en ese entonces por Peter Gabriel en la voz y flautas; Steve Hackett en guitarras; Phil Collins, en batería, Mike Rutherford, en bajo, y Tony Banks en teclados, cinco jóvenes surgidos de una “public school” llamada  Charterhouse, un colegio privado y costoso en la ciudad de Godalming, en el condado de Surrey.

A la salida de este disco ya la formación estaba –luego de algunos cambios entre sus integrantes– entre las mejores del rock progresivo, sobre todo porque su amplitud musical era sumamente rica en matices y alcanzaba niveles cualitativos inusitados. Vendiendo Inglaterra por una libra vino a consolidar ese lugar que la banda había alcanzado luego de una inicial resistencia en la propia Gran Bretaña y que redoblaría en su siguiente disco, el también impar El cordero yace en Broadway.

La música como vía de escape

El hecho de haber sido educados en Charterhouse, donde se conocieron, –considerado como colegio de elite donde asistían hijos de una aristocracia decadente y una burguesía en ascenso– no  fue para los músicos ningún impedimento para entender de qué se trataba la Inglaterra de la época, atravesada por los dislocados sixties, donde la radicalización política y artística se hacía evidente en todas partes.

Con características de internado, el colegio los apabulló y fue la música la que les permitió una vía de escape. El bajista Mike Rutherford supo decir: “No era un buen lugar para ninguno de nosotros. No éramos adecuados para él. Es más fácil si te interesan los deportes u otras actividades, pero no era nuestro caso”.

Lo cierto es que estos jóvenes músicos pudieron pergeñar un sonido propio nutrido de pasajes de música clásica y baladas folks y dieron un sentido virtuoso a las armonías, de tal forma que muchas se hicieron inolvidables. Cada tema de Vendiendo Inglaterra por una libra es una pieza tallada de relieves rítmicos sorprendentes, de cadencias nostálgicas y climas perfectamente anclados por teclados que dan una coloratura enérgica y exuberante a la vez.

La fineza interpretativa de Gabriel y los coros se acentúan en el medio o hacia el final de cada canción mientras Collins se impone a fuerza de un tiempo trepidante y eficaz; los motivos se repiten pero luego toman un giro inesperado y una o dos guitarras acústicas tallan sobre los calificados lamentos de Gabriel.

 

La formación en tiempos de “Vendiendo Inglaterra por una libra”

 

Gran Bretaña atravesada por el consumismo

La presentación en vivo de este disco implicó un despliegue  escénico ya no nuevo pero diferente, sobre todo en las interpretaciones de Gabriel, que aquí, maquillado de blanco su rostro, con una capa, un histriónico sombrero y un traje negro con puños de strass da vida a Britannia, una suerte de alma de una Gran Bretaña atravesada por un consumismo atroz mientras interpreta, pandereta en mano, el primer track del disco, “Dancing with the Moonlit Knight”, suspendido entre los compases de la viola de Hackett, el bajo de doble mango de Rutherford y la batería sincopada de Collins.

Ya luego sin gorro y capa da rienda suelta a una encendida melodía con su flauta traversa. Esa intensa presencia escénica para interpretar también se adivina en el disco; Genesis exhibe su cualidad musical con tanta intensidad que la imaginación es presa de cierta ascesis en términos de liberación sonora.

El impacto lírico del disco terminaría transformado, con el correr del tiempo, en parte importante de la cultura popular –fiel a su carácter de epopeya– incluso su nombre se utilizaría para titular información en medios y en publicaciones académicas sobre temas económicos.

Con un tono irreverente hacia el consumismo, que hace alusión a la abundancia, fruto de las condiciones que impone el capitalismo, la búsqueda de la felicidad se traduce en vidas con poco sentido. Eso en sus letras, pero además algunos  temas cuentan con obsesivas secuencias de guitarra y teclados que imprimen atmósferas oníricas, como de ensueños. Otras, el sonido se vuelve más pop con estribillos súper pegadizos que no paran de repetirse mentalmente luego de atentas escuchas.

Uno de los tracks refiere a un jardinero que afirma saber lo que gusta y le gusta lo que sabe, es decir, una declaración de principios de un integrante de la working class, quien aparece –según se dijo tras su salida– en la inolvidable carátula del disco recostado sobre un banco. La crítica más sesuda leyó allí una referencia a quien resiste los cambios a las transformaciones, que prefiere no ser funcional al mundo moderno y encuentra en descansar una forma de oponerse a la vertiginosidad impuesta.

Un disco de innegable belleza

Sonidos clásicos de piano con distintas variaciones; despliegues fantásticos de Hackett en la guitarra con solos emotivos, generan un ámbito por demás impresionista donde se cuela la flauta de Gabriel con suma pericia suscitando cambios melódicos a veces sobrecogedores a la par de letras que mencionan las sinuosidades de un río, sirenas y otros seres marinos propios de la mitología.

Y en esto estriba parte de la eficacia de Genesis, en vincular aspectos de la realidad de su tiempo con una antigüedad hecha de leyendas surgidas de la profusa imaginación popular. Como al mismo tiempo se cuenta una épica moderna en “The Battle of Epping Forest”, un tema de gran riqueza musical cuya letra fue armada a partir de una noticia aparecida en el periódico The Times sobre dos pandillas londinenses que se disputaban el control territorial del barrio East End y pelearon a navajazos en el bosque de Epping.

En la canción una riña común entre pandilleros se vuelve un evento histórico, un relato de juglares, con una marcha de guerra que puede imaginase como la antesala de una batalla.

Vendiendo Inglaterra por una libra, uno de los puntos más altos en la trayectoria de la banda, es un disco de innegable belleza hecho por virtuosos instrumentistas a partir de una lírica portentosa donde se habla de la cultura inglesa y hasta se recurre al mito y a la tradición intentando poner de relieve la contaminación de un país retrógrado, virulento y cada vez más clasista.

“¿Puedes decirme dónde yace mi país? En este caso, mi país no está aquí”, se puede escuchar en uno de sus pasajes. Así, Vendiendo Inglaterra por una libra atraviesa el tiempo y puede escucharse una y otra vez descubriendo detalles inéditos, lo que lo pondera como un álbum histórico, de esos que siguen subyugando 50 años después.

 

 

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