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Uno de los últimos kawésqar quiere volver a su Chile natal y encontrarse con los suyos

Carlos Edén o Peteyem fue separado de su pueblo originario siendo niño y sobrevivió a las dictaduras chilenas y argentinas hasta terminar exiliado en New York. Fue protagonista de la lucha política de los 70 y hoy sueña encontrarse con los sobrevivientes de su tribu en los canales magallánicos


Carlos Edén calcula que tiene 75 años pero no la conoce exactamente. Tampoco conoció a sus padres. Al igual que muchos kawésqar fue arrancado de su lugar de origen. Fue inscrito en el Registro Civil con un nombre y fecha de nacimiento arbitrarios tras ser adoptado por un funcionario de la Fuerza Aérea en Puerto Edén. El apellido Edén se lo pusieron por ese pueblo al sur del Golfo de Penas, donde nació. Como buen nómade, anduvo muchísimo y llegó a Nueva York en 1978. Hoy vive en el barrio del Bronx y se convirtió en activista de causas indígenas. Perdió la lengua kawésqar y ahora habla inglés. Tiene pelo canoso y ojos tristes y achinados, a fines de los 70 fue preso político en Argentina, tras las torturas quedó sordo y por ese motivo recaló en Nueva York como refugiado político.

La pérdida de la lengua y las costumbres

Carlos estuvo en Washington Square en la marcha feminista #NiUnaMenos. Es asiduo a todas las manifestaciones y protestas neoyorquinas de todas las causas, políticas y medioambientales que lo motiven. Al nacer, sus padres de la comunidad originaria kawésqar lo llamaron Peteyem. Tras el parto, su madre murió de neumonía. Su padre también murió a los pocos días, dicen que de pena por la partida de su mujer. Siendo niño, Peteyem enfermó de neumonía, pero un ritual kawésqar lo salvó. Lo pusieron de espaldas y le hicieron pequeñas incisiones en su estómago que hoy todavía conserva.

La Fuerza Aérea de Chile inaugura una radio-estación en Puerto Edén en 1937. El primer jefe de la estación era el suboficial Carlos Gaymer, quien lo adoptó junto a la niña Ana Rosales Ulloa, que se transformó en su hermana. Peteyem fue rebautizado como Carlos Edén. La separación de su gente fue brutal y sólo le permitían jugar con otros niños kawésqar.

Él ya había comenzado a aprender español y su lengua originaria se le fue perdiendo por falta de práctica. De esa época recuerda que en la estación de radio se subía a una altísima antena y su padre y otros miembros de la fuerza debían bajarlo y luego lo “castigaban” dejándolo encerrado en un cuarto por varias horas. También rememora sus viajes de niño en bote a ver alguna ballena varada y su olor penetrante que parecía solidificarse en el aire; un episodio tan vibrante como la caza del lobo marino, que a veces lo aterraba por su ferocidad. También recuerda que la tuberculosis diezmó a su gente durante un invierno.

Una imagen de Perón

Su familia adoptiva se traslada a Valparaíso y allí conoce algunas frutas que nunca comió y sufre un accidente al caerse de un taxi en movimiento mientras viajaba con sus padres. Al tiempo, por un tumor en el estómago fallece su madre adoptiva. Luego viajaría a Santiago y se quedaría en la casa del hermano del padre desde donde asiste a su primer colegio.

Lo primero que recuerda de esa etapa es que lo llamaban “El Chino”. Allí hizo su primer aprendizaje de inglés ya que era una materia obligatoria. En esa misma escuela jugaba al fútbol como arquero y lo llamaban Araña Negra porque siempre vestía de ese color. Los sábados y domingo iba al cine con algunos compañeros, su hermana postiza y algunas otras niñas. Luego internarían como pupila en un colegio de monjas a su hermana Ana Rosales Ulloa y ya nunca más la vería.

De ese época, lo impresionó una procesión que encabezaba el presidente de ese entonces, Carlos Ibáñez del Campo junto a Juan Domingo Perón, en una visita que este último había hecho en 1953 a su par chileno por las calles vacías de Santiago el día que murió la poeta Gabriela Mistral.

El secundario lo hace en Iquique, en un colegio norteamericano donde afianzaría el idioma sajón. Allí se celebraba la independencia estadounidense y aprendió hasta las canciones aguerridas de los marines. Se hizo amigo de los hijos de los compañeros de arma de su padre en la base aérea donde revistaba y juntos se convirtieron en un grupo que cometían diversos incidentes como cuando cambiaron de lugar un busto de O’Higgins.

A los 15 años entró en la Armada por sugerencia de su padre adoptivo, pero luego de cinco años abandonó la carrera y se alejó de su familia. Poco después comenzaría a vagabundear por el sur de Chile, tal vez acicateado por volver a saber de sus orígenes.

De la dictadura chilena a la argentina

Durante el gobierno de Salvador Allende y, aprovechando su entrenamiento militar, se integró al Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR). Con otros militantes enfrentaban a los falangistas de Patria y Libertad, un grupo de derecha integrado por jóvenes de familias ricas que formaban grupos de choque. Durante el golpe a Allende, resistieron todo lo que pudieron con algunas armas, pero pronto tuvieron que huir porque se quedaron sin municiones.

Para escapar de los allanamientos y la represión que iba escalando en violencia intentó refugiarse en Argentina con el objetivo de reorganizar algún grupo que volviera a enfrentar a Pinochet. Pero no pudo ir más allá de Mendoza, donde miembros del ejército argentino lo detuvieron y lo trasladaron a Buenos Aires.

Había sido detenido por sospechoso y en un cuartel porteño lo interrogaron y torturaron para averiguar si era un espía chileno ante la inminente guerra por el canal de Beagle. La suerte lo acompañó ya que el Mundial de Fútbol del 78 estaba cerca y veedores internacionales como el Comité de Migraciones Europeo y de Estados Unidos supo de su carácter de prisionero político y pidió por él.  Fue llevado esposado hasta el aeropuerto de Ezeiza donde partió en un viaje hacia Estados Unidos.

Uno de los últimos kawésqar

En el barrio neoyorkino de Queens vio el primer partido del Mundial 78. Luego fue hospitalizado porque durante los interrogatorios le habían roto los tímpanos y tenía un terrible dolor. Anduvo mucho tiempo apenado y perdido porque se enteraba de todos los compañeros militantes que eran asesinados o desaparecían. Las actividades de solidaridad con Chile lo sostuvieron bastante pero cuando se quedaba solo, la cuestión se ponía muy difícil ya que caía permanentemente en depresiones.

Tiempo después se iría acostumbrando a su nueva vida y pronto comenzó a trabajar en una fábrica de ropa e iniciaría su periplo por el activismo indígena, que seguramente le reclamaba su sangre y se alejó un poco de los avatares de la política tradicional que no contemplase esas causas.

En las últimas elecciones chilenas participó del comité del Frente Amplio en New York y en 2017 votó por primera vez desde el extranjero. Carlos Edén sabe que su cultura original está en peligro de desaparecer y lo único que quiere ahora es volver a su natal Puerto Edén, aunque de su pueblo originario solo sobreviven unos pocos. Es uno de los últimos kawésqar. Quizás por ese motivo su historia atrae a investigadores y artistas. A fines de los 90 su  rostro duramente tallado y su porte fueron el objeto de una exposición fotográfica titulada “Nómades del mar”.

 

 

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