Ciudad

Una solución habitacional a partir de las propias manos

Por: Guillermo Correa.- Oliveros fue escenario del primer taller de “construcción natural” en la región. De barro y paja, sale una casa.

“Yo creo que está aconteciendo una nueva tendencia. Sobre todo en la población que tiene alrededor de 30 años que está necesitando casa y está viendo un poco la situación mundial, lo que está ocurriendo y lo difícil que es acceder a una vivienda. Así que están adquiriendo más la técnica y fortaleciéndose con conocimiento. Hay una gran tendencia hoy a construir lo más sano posible y lo más ecológico posible”, afirma Paulina Ávila. Chilena de origen, pero desde hace siete años residente en El Bolsón, enla Cordillerarionegrina, Ávila pasó por Rosario, pero en realidad su destino fue Oliveros: allí, en el departamento San Jerónimo, decenas de personas participaron del primer Taller de Construcción Natural e Introducción ala Permaculturaque se dicta en la región. Con ese título, los asistentes, buena parte de ellos de Rosario, aprendieron durante dos días –o mejor, empezaron a aprender– cómo levantar sus casas con sus propias manos, usando lo que tienen a su alcance y generando el menor daño posible a lo que los rodea. Suena imposible, pero la instructora, que integra el Centro de Investigación, Desarrollo y Enseñanza de Permacultura, no sólo afirma que no es difícil sino que el resultado es casas más duraderas, confortables y aún más bellas que las construidas con cemento.  Y, con mucho, más baratas.

“El primer día estuvimos levantando muros con la técnica del tapial alivianado, que es paja encofrada con arcilla, en una construcción que se hace con una estructura de madera. Después hicimos mezclas para revoques gruesos, también revoques finos –entre otros elementos, con harina común– y pinturas naturales. También dictamos charlas de introducción a la permacultura y diseño de casas sustentables, y trabajamos sobre geometría sustentable, o cómo dibujar y planificar una casa, lo que también se llama geometría sagrada”, explica Ávila.

La instructora, que viajó casi 2 mil kilómetros para dictar el taller que se hizo el pasado fin de semana es, en realidad, comunicadora social. “Hice una carrera universitaria y terminé haciendo otra cosa”, bromea. Pero en rigor su experiencia es más vasta en la construcción que en su propia profesión: es el oficio de su padre. “Aunque él aplica el método tradicional, con ladrillos y cemento”, se diferencia. Pero lo cierto es que desde pequeña fue aprendiendo los secretos, hasta que siguió sola: estuvo en Perú estudiando sistemas tradicionales de construcción con adobe; en Brasil conoció las técnicas del “Superadobe”, el sistema de construcción que el fallecido arquitecto irano-estadounidense Nader Khalili creó a partir de bolsas con tierra y alambre de púas, y se capacitó con arquitectos y constructores en los múltiples vericuetos de la vivienda sustentable. Con ese bagaje llegó a Oliveros, tras haber dictado cursos en distintos lugares de Argentina, Brasil y Chile, entre otros países.

Amigos de la Tierra

Paulina Ávila cuenta que uno de los principios de la permacultura es la utilización de los materiales que abundan en el lugar, de modo que la construcción misma no sólo es más barata, sino que se asocia al entorno. Suena simple, pero no lo es: por poner un ejemplo burdo y común, son pocos los que no han escuchado multitud de quejas sobre tirantes, puertas y aun muebles de madera que se “hinchan”, se quiebran, o se deforman por completo, un clásico cuando se utiliza madera de árboles que prosperan en clima seco en sitios húmedos –como Rosario en la mayor parte del año– o al revés, o árboles que han sido cortados “verdes” y no tuvieron el tratamiento adecuado. Basta saber que con madera se puede hacer casi cualquier cosa, incluso doblarla: así los antiguos carpinteros de barcos hacían las quillas de los buques. ¿Y cómo? Sencillamente usaban agua caliente y vapor.

Claro está, difícilmente hoy alguien en su sano juicio –a menos que lo impulse algún interés puntual– pensaría en construir una carabela o un galeón como los que llegaron a saquear el “nuevo” continente siglos atrás: el gran problema actual es la vivienda. Y allí interviene la instructora: “En la zona hay varios materiales interesantes. Uno es la paja, pero también estuvimos analizando el suelo dela Pampa Húmedacon un docente dela UNR, la presencia de arcillas que hacen posible el adobe. También se pueden armar estructuras de madera, paja encofrada –los rollos son sumamente económicos y muy accesibles– la quincha, los techos vivos. En Rosario está prosperando la idea de usar tejados vivos, algo que sería buenísimo implementar en las ciudades”, se entusiasma.

Ávila insiste en que el barro y la arcilla forman parte de los materiales más abundantes en la región. “Y también los rollos de paja, que son abundantes en la zona, y baratos. Y para los revoques finos arena y también harina, que abunda en la zona”.

Parece ser que con barro y paja no sólo se puede hacer mucho, sino también bueno. “Las casas son más duraderas que una construcción de cemento. Y más confortables”, asegura la instructora del Cidep. Y explica que una de las características es que son frescas en verano y cálidas en invierno. Suena envidiable, pero la técnica apunta precisamente a eso, ya que es parte de la “sustentabilidad”.

La ley y la tradición

La instructora cuenta que en las localidades rionegrinas de El Bolsón y Luis Beltrán –de unos 15 mil y unos 6 mil habitantes– la “construcción natural” ya forma parte de la normativa municipal. “Es asequible y está reglamentada. Pero hay un interés muy fuerte porque hay una necesidad de la población, que está solicitando este tipo de soluciones a los gobiernos. Entonces comienza a haber más acercamiento desde la política, tanto a la permacultura como a las construcciones en tierra”, cuenta. Incluso menciona que en la también patagónica provincia del Chubut ya hay planes de viviendas sociales que utilizan una técnica llamada BTC, que consiste –de allí el nombre– en contruir con bloques de tierra comprimida. “Y en distintos lugares del país hay mucha gente que está buscando información”, completa.

El interés por lo que la instructora del Cidep define como “nueva arquitectura”, llega por distintas vertientes. Uno es la conciencia por el cuidado del planeta, aunque aún parece avanzar muy por detrás de la colaboración –conciente o no– con su destrucción. Pero también por la necesidad de viviendas, y la posibilidad cierta de alcanzarlas si el esfuerzo es compartido.

“Es parte de la tendencia: solos es bastante complicado, y además muy caro: cualquier tipo de construcción es carísima en esta época. Entonces colaborar, ayudar y trabajar en “mingas” solidarias –como se hacía tradicionalmente– está dando buenos resultados. En El Bolsón hemos construido ya muchísimas viviendas con las mingas solidarias de trabajo: 60 casas sólo en el área rural. Y los vecinos se comprometen para participar dos días al mes de los distintos procesos constructivos, y recibir en sus propias casas a unos 20 vecinos para colaborar ayudar a levantar muros y cosas así. Se apoderan de las técnicas, saben cómo transmitirlas, y se transforman en un multiplicador más, al mismo tiempo que van construyendo sus casas”, describe.

La instructora refiere así como un paso clave no sólo lo que representa una solución habitacional para muchas familias, sino la forma: el valor que les representa haberlas construido con sus propias manos, y los lazos creados a partir de hacerlo junto a otros: las “mingas” –o “minkas”– a las que se refiere son una tradición precolombina que sobrevivió en los países andinos pero prácticamente llegó a desaparecer enla Argentina. Lejosde una expresión para acompañar un corte de mangas, la palabra quechua refiere a una antigua forma de trabajo comunitario para beneficio colectivo, como la construcción de edificios públicos o la cosecha que al cabo alimentará a todos.

Ahora, entrado el siglo XXI, el método que permitió a los antiguos pueblos originarios alzar templos y ciudadelas monumentales y construir caminos imposibles en las cúspides andinas –que mil años después aún perduran– vuelve con el fin de hacer posible acceder a una vivienda de tierra. Pero la meta, que suena más que humilde en la era digital y espacial, no lo es tanto en la descripción de la instructora del Cidep. Es que lo que se procura con la construcción natural –aclara Paulina Ávila– no es más que una parte de la permacultura, esto es “diseños de hábitats humanos sustentables”.

“Sustentables –concluye– en sentido económico, ecológico, ambiental, espiritual. Son tres éticas básicas: el cuidado por todos los seres que habitan la tierra, incluyendo los humanos por supuesto, pero también plantas y animales. Otra es el cuidado del planeta en sí, y otra es el reparto equitativo de los excedentes, tanto sean en dinero, como en información y en recursos”. Ahí sí, la meta parece grande.

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