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Una sociedad “anónima”

Las mujeres de beneficencia que se ocupan del bienestar del hospital Provincial trabajan a diario con donaciones particulares y asisten también al Hogar de Ancianos, ambos creados junto a la ciudad.

Por: Luciana Sosa

El hospital Provincial de Rosario es uno de los edificios más viejos de la ciudad y la Sociedad de Beneficencia del mismo es una de las entidades más antiguas. Juntos integraron los primeros párrafos de la historia de Rosario. “El 4 de octubre de 1855 se inauguró y entregó al servicio público el hospital de Caridad (actual hospital Provincial)”, comentó Isolda Baraldi, la presidenta de la sociedad. Y continuó con el relato histórico: “La Sociedad de Beneficencia se fundó en 1854, cuando ya se habían cumplido dos años de las sanciones legislativas por las cuales la villa recibió el carácter de ciudad. Había 3 mil habitantes por entonces y la Sociedad tenía como destino la construcción de un hospital de caridad, que se concretó al año siguiente. Evidentemente no era lo mismo que hoy vemos”, relató. En la inauguración del hospital había 24 camas, 12 para mujeres y 12 para hombres, y años más tarde se creó el geriátrico hoy ubicado en Ayolas 141. “Ahí hay alojados unos 260 viejitos”, señaló Baraldi, mientras que María Angélica Ortiz de Sibure, tesorera de la entidad, agregó entre risas: “Decí colegas”. 

Baraldi se unió a la fundación que se ocupa de mantener en pie gran parte del servicio (y la calidad) del hospital Provincial hace 28 años; venía de un arduo trabajo como fundadora y docente de una escuela en la provincia de Buenos Aires, y las integrantes de la primera comisión (María Elena Araya de Colombres y Esilda Marull de Minetti) invitaron a la dama a formar parte. “La verdad, no estaba muy convencida, estaba muy cansada con mi trabajo de docente y dedicarle tiempo a una entidad de la cual no conocía mucho, no era algo que me entusiasmara, pero por compromiso a estas mujeres acepté. Al año siguiente ya era vicepresidenta de la sociedad. El 30 de abril cumpliré 20 años en la presidencia de la Sociedad de Beneficencia”, relató entre risas y tantos recuerdos de su llegada a la ciudad.

Hoy la entidad ha equipado gran parte del efector de salud, y entre las últimas incorporaciones hay un espacio de oftalmología (con quirófano incorporado) de última generación, además de ayudar mensualmente al Hogar de Huérfanos de Rosario y al de madres solteras.

—¿Qué la llevó a seguir adelante por tantos años?

—(Baraldi) Las mujeres de la vieja comisión me hicieron sentir muy bien. Me contuvieron mucho y de a poco fui conociendo la realidad y la necesidad del hospital. Me di cuenta de que podía hacer mi aporte a la comunidad y por eso me quedé en la entidad.

—¿De qué se ocupa la Sociedad de Beneficencia?

—En principio, hay que saber que gracias a muchas donaciones esto se fue agrandando: fue así que se pudo crear el hogar de ancianos, 30 años más tarde que el hospital, que primero se llamó asilo de mendigos y dementes, que era un nombre espantoso, pero antes se usaban así. En cuanto a la labor que realizamos, tiene que ver con el sostén del hospital y la ayuda a los pacientes. Por ejemplo, tenemos nuestro trabajo dividido en tres sectores: tareas edilicias, compra de aparatología y atención del carenciado (que incluye desde pago de medicamentos a traslado de pacientes oncológicos, entre otras actividades). Este último hace referencia a la compra de prótesis, medicamentos y demás elementos de primera necesidad con los que no tienen recursos. De todas formas, aclaro que trabajamos siempre con los pedidos que realiza el director del hospital.

—Más allá del tiempo que lleva cada una, ¿cómo se sostiene esta entidad?

—Hay un ingreso que paga la provincia por el alquiler de estos edificios (el hospital y el geriátrico), también llegan donaciones de entidades como la Bolsa de Comercio y la Fundación Prats. Inclusive de algunos pacientes agradecidos que tras su recuperación hacen llegar una donación que luego, con otras, se suma a la compra de equipamiento para el hospital.

—¿Qué las invita a seguir trabajando día a día por el lugar?

—(Ortiz de Sibure) Queremos mucho al hospital y sentimos el lugar como propio, por eso ayudamos a la gente y nos sentimos muy bien sabiendo que hacemos algo bueno, sobre todo a esta altura de la vida: sentirnos útil es algo impagable.

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