Ciudad

Una semana para reivindicar las producciones naturales

Es la sexta edición de los 7 días dedicados a la Agricultura Urbana, un modelo opuesto al hegemónico.

Por Agustín Aranda

La Sexta Semana de la Agricultura Urbana, que comienza hoy y se desarrollará en el Patio de la Madera, tuvo ayer como anticipo la habitual feria de semillas, plantas y plantines que organiza el municipio desde el programa Agricultura Urbana. Los huerteros se reunieron para compartir sus experiencias, vender sus productos e intercambiar semillas.

La calurosa jornada sirvió a los organizadores de la Sexta Semana de la Agricultura Urbana, que este año lleva por estandarte “Rosario cultiva raíces”, para dar comienzo a sus actividades con una feria de semillas, plantas y plantines que ocupó por la tarde el espacio de la Pérgola, ubicada en Presidente Roca y el río. Allí, los huerteros y productores del programa municipal de Agricultura Urbana pusieron en venta sus verduras y derivados de las mismas.

Entre plantas aromáticas y zapallos, Antonio Lattuca, coordinador del programa, explicó a El Ciudadano: “Una vez por mes hacemos la feria de plantines y aromáticas. Son especiales porque más que nada hay plantines y no verduras”. Según Lattuca, en las huertas de la ciudad se trabaja mucho con aromáticas porque cumplen una función primordial: repeler los insectos. “También hacemos una exposición de especies raras, que no están en los mercados. Por ejemplo, el tomate árbol, distintos porotos, papa del aire entre otros”, señaló.

Patrimonio de la humanidad

Hay un concepto que rige la Agricultura Urbana, según Lattuca. “Hay muchas semillas que se han perdido. Muchas empresas se han apropiado de la especie y se ha perdido diversidad. Nosotros trabajamos no con semillas híbridas y transgénicas, si no naturales”, apuntó . Y explicó que se está perdiendo el uso de las variedades de vegetales a causa de la industrialización de los alimentos, por lo que la única manera de conservar las especies es producir y concientizar sobre su uso. “Por ejemplo, en el norte de la Argentina y la zona del Perú hay 500 variedades de papa. Sin embargo, en el país se consumen sólo dos. La gente no conoce que hay papas que tienen mayor cantidad de materia seca, lo que las hace especiales a la hora de preparar, por ejemplo, ñoquis”, graficó. Pero, en la balanza, el proceso de industrialización de alimentos cuenta como atributo la rapidez y volumen para abastecer grandes poblaciones, admitieron los productores.

A partir de estas nociones, los huerteros realizan el intercambio de semillas en distintas ferias a nivel provincial y nacional. “Es algo que apasiona a la gente. Tiene algo especial esta actividad. La diversidad, los colores distintos y las variedades atraen mucho. Se motivan y buscan una forma de hacerlo ellos mismos”, opinó Lattuca.

Detrás de los plantines, el huertero Lucho Lemos relató: “Yo soy campesino de origen en Corrientes. Sigo teniendo una finca que produce para mantener una vieja costumbre de los agricultores, cuidar la semilla e intercambiarla. Eso lo hacíamos para mantener el vigor de la misma sin que se contamine”. De acuerdo con el productor, hay que ser cuidadoso a la hora de cultivar. “Si querés conservar la semilla tenés que darle un proceso de aislamiento, debido a que las plantas tienen muchas formas de reproducción. Hay plantas que las cruza el viento, la lluvia por arrastre, o también los insectos. Son mecanismos muy complejos”, aconsejó Lemos.

Es que para los semilleros mantener “pura” a la especie no es un capricho sino una obligación para con la naturaleza, hombre incluido. “Hay muchas plantas que evolucionaron con el hombre, con el campesino. Nuestra práctica es en contra de la extinción de las variedades. Por ejemplo: el ajo. Si yo dejo de sembrarlo no crece de forma silvestre. La lechuga es otro caso. Sólo puede existir con el hombre”, explicó Lemos.

Suena extraño, pero en Rosario existen cerca de 47 padrinos o madrinas de especies vegetales. “Desde 1991 organizamos el Banco de Semillas de Rosario (en Vera Mujica y San Lorenzo), ligado a Agricultura Urbana, como una necesidad de contar con estas piezas vinculadas a las costumbres de los asentados del interior en Rosario, e hicimos un proceso de adaptación de distintas variedades de hortalizas, frutas y plantas ornamentales ligadas a la costumbre”, relató Lemos, que además de huertero trabaja en el reservorio de especímenes vegetales. Según el “bancario”, desde el comienzo de la iniciativa se cuenta con buena respuesta por parte de frutos no regionales como el mango, la papaya, el tomate árbol, la chirimoya.

Interés mediante, quien desea apadrinar una semilla debe cumplir con una serie sencilla de requisitos. “El banco le confía las piezas, es decir, las semillas de termoplasma, para que las reproduzcan. Se les da el conocimiento rápido sobre la adaptación en Rosario, que ya dio resultado. De esta manera, pueden tener la variedad que quieran en su huerta pero deben generar el compromiso de devolver un poco al año siguiente, que se distribuye en tres: una porción para el banco y su distribución, otra para el intercambio en las ferias y una última para su propio proceso productivo”, explicó Lemos, que apadrina varias especies.

El banco cuenta con 128 variedades de plantas comestibles y año a año crece por el intercambio en las ferias. “Estas semillas ya dieron resultado. Superaron las condiciones climáticas y son fértiles. Probamos la capacidad germinativa y están preparadas para formar parte del banco. Tenemos más, en etapa de prueba”, apuntó Lemos. Todas serán expuestas en las actividades de la Semana de la Agricultura Urbana que arranca hoy en el Patio de la Madera.

“Desde el Banco de Semillas tenemos una fuerte política de preservar las especies por dos razones: porque es costumbre de la gente del interior, están en su hábito alimentario. Y al no ser un producto industrial su valor nutricional es integral y superior. Una semilla industrializada no tiene el valor energético de una natural”, reflexionó.

Multinacionales, el otro modelo

Para los semilleros, el enemigo tiene rostro: las industrias alimenticias. “Con la iniciativa del Banco de Semilla entendemos que hay banco vivo y en circulación. Y no almacenado en un freezer, como las empresas multinacionales”, sostuvo Lemos. Explicó que las industrias se apropian de la semilla, del conocimiento y lo convierten en un gran negocio, donde quien pierde es el consumidor. “A través de la manipulación genética, controlan la especie. El alimento no puede estar en manos de una multinacional. Ellos llegan a nuestras universidades públicas y salen a investigar cómo manipular genéticamente el maíz, por ejemplo. Eso produce una contaminación de las especies, que no sabemos cómo va a repercutir en el hombre y en la cadena alimenticia”, explicó. Por ello, la actividad de las huertas representa para los semilleros una “práctica familiar”.

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