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Enrique Gigena, símbolo de lucha para los jubilados

Por Santiago Baraldi. Enrique Gigena, a quien un pelotazo en la cara le cortó una promisoria carrera futbolística, simboliza la lucha de los jubilados rosarinos que hoy realizarán la marcha número 1.000 en reclamo de sus derechos.

El destino quiso que Enrique Gigena no llegara a jugar en la primera de Rosario Central cuando ya era un destacado lateral derecho “con llegada” en la división reserva. Un tremendo pelotazo en un ojo casi le provoca desprendimiento de retina. Ese accidente lo mantuvo seis meses alejado del fútbol. Entonces perdió el tren.

Luego de recibirse en una escuela técnica donde aprendió el oficio de tornero ingresó a trabajar en una empresa metalúrgica, y diez años más tarde en los talleres del Ferrocarril en Pérez. Siempre delegado y en contra de las injusticias, Gigena, en 1951, se afilió al Partido Comunista y un mes después del golpe militar del 76, se quedó sin trabajo.

A los 83 años, separado, con dos hijos y tres nietos, Gigena lidera la Mesa Coordinadora de Jubilados y Pensionados de Rosario. Y hoy estará a la cabeza de la marcha número 1.000 de esta organización. “Una lucha que lleva más de 20 años, idénticos reclamos, mil veces pidiendo por lo que creemos que es justo: un ingreso digno”, señaló el veterano dirigente que desde la Mesa, agrego, “logramos sacar ocho interventores del Pami, incluso a uno no lo dejamos asumir; son 20 años peleando para que nos escuchen, apelando muchas veces a forcejeos con la Policía o metiéndonos de prepo en la oficinas del Pami, en el Concejo o en la Municipalidad”.

—¿Cuándo comenzó a militar en la Mesa Coordinadora?

—Nos comenzamos a reunir a fines de 1989, cuando veíamos que el entonces presidente Carlos Menem no cumplía con lo prometido. La primera marcha de jubilados se realizó en Rosario, en la plaza 25 de Mayo. Al mes nos trasladamos a Córdoba y San Martín, donde nos concentrábamos todos los sábados, y en Buenos Aires comenzaron a manifestarse todos los miércoles frente al Congreso. Así comenzamos… Rosario es la pionera en las marchas. Luego juntamos más de un millón de firmas en contra del intento de modificar el sistema jubilatorio; seguimos, como entonces, reclamando por la derogación de estas leyes y la sanción de una nueva ley de jubilaciones ajustada a las nuevas realidades que tiene el país, a lo que dice nuestra Constitución y la Carta de las Naciones Unidas sobre derechos humanos. La persistencia de esta lucha es la que le da un carácter  simbólico de mayor envergadura. Salvo el de las Madres, no hay movimientos que tengan una lucha tan prolongada como la nuestra.

—¿Dónde se formó políticamente?

—Siempre me gustó la política. Cuando tenía 16 años, mi mejor amigo y yo jugábamos al fútbol, él en Newell’s y yo en Central, éramos como hermanos, él militaba en el Partido Comunista y trabajábamos de pibes en una metalúrgica. Me recibí en una escuela técnica con el oficio de tornero y terminé trabajando diez años. Luego ingresé al ferrocarril, donde trabajé en los talleres de Pérez hasta que la dictadura del 76 me dejó cesante. Pero siempre fui delegado, estaba muy metido en los problemas sociales, siempre me interesé. Me afilé al partido en el 51.

—¿Y qué pasó con la pasión futbolera?

—Nací en el barrio Ludueña, a una cuadra de los cruces de las vías de los ferrocarriles Mitre y Belgrano. Estábamos todo el día con la pelota y entré en Rosario Central. Jugaba bien, era marcador derecho con llegada, como dicen ahora. Llegué a jugar en la tercera, cuando también comenzaban Alejandro Mur y Ángel Zof, entre otros. Pero el destino tenía pensada otra cosa para mí: un pelotazo en un ojo me dejó seis meses parado, tenía riesgo de desprendimiento de retina, no podía correr… y tuve que dejar.

—¿Qué significan en su lucha las mil marchas, cómo las ve con el paso del tiempo?

—Cuando miramos hacia atrás vemos a todos los compañeros y compañeras que se iniciaron en esta lucha y que con su actividad templaron nuestra voluntad y decisión de seguir marchando. A muchos ya no los tenemos físicamente pero en nuestro cariño y recuerdo nos siguen acompañando. Esta mirada hacia atrás nos dice que muchas de las reivindicaciones de antes son las de hoy, el sentido y el contenido son los mismos. Que personas mayores de 70 u 80 años estemos transitando las calles del país en demanda del reconocimiento de nuestros derechos es un orgullo. Las mil marchas son una radiografía descarnada de la injusticia que padecemos. Conmemoramos estas marchas no con nostalgia, sino con el recuerdo en el corazón de los que ya no están y pelearon hasta el último día. Mientras tengamos fuerzas y haya incumplimientos de nuestros derechos, existirá nuestra lucha. Esperar que no tengamos que hacer 20 años más de marchas para obtener lo que nos corresponde.

—¿Creen que son un ejemplo para los más jóvenes?

—No quisiéramos ser la vanguardia, porque pone más de relieve la mora y la ausencia de los trabajadores activos y de los dirigentes de las organizaciones, porque cuando hablamos de las leyes y los derechos de los jubilados, los que deberían estar a la cabeza son los más interesados en esto porque las leyes de jubilaciones, de previsión y seguridad social son el futuro de los trabajadores de hoy… No queremos ser la vanguardia, sí nos sentimos portadores de la dignidad que no ceja en la demanda de los derechos que nos corresponden. Los que nos ven como vanguardia es por la ausencia de los que deberían estar en primera fila, que son los trabajadores activos y fundamentalmente los dirigentes de ese sector. Nosotros deberíamos ser los acompañantes.

—En este caso tienen el apoyo de la CTA…

—Por eso valoramos mucho la actitud de la CTA, de que se haya sumado a nuestra lucha, lo que pone de relieve la ausencia de la CGT y de sus organizaciones gremiales que debieran estar en primera línea portando las reivindicaciones de los jubilados. Si hubiera una acción conjunta, independientemente de los criterios de cada uno, otra sería la situación de los jubilados. En el año 58 los gremios de la Fraternidad de la Unión Ferroviaria reclamaron a Frondizi con una huelga de 48 horas la sanción de una ley que reconociera el 82 por ciento móvil que ningún trabajador lo tenía. A las 24 horas se estableció el compromiso y en octubre del 58 se sancionó la ley 14499, que fue la primera que estableció ese monto para todos los trabajadores ferroviarios que se jubilaron, y eso se derogó en 1994 de la mano de Domingo Cavallo.

—¿Cuál es la relación con los más de cien centros de jubilados de la ciudad?

—En general es muy buena, muchos son parte de la Mesa Coordinadora. Con otros centros o federaciones que históricamente han sido ahijados de los gobiernos de turno, es más distante la relación.

—¿Y con las intervenciones de Pami?

—Las intervenciones del Pami son decisiones de los gobiernos, y nosotros cada vez que llega uno nuevo pedimos una reunión y les decimos que no tenemos nada personal, pero que no los queremos. La intervención es una manera solapada de robarnos los derechos de dirigir y administrar nuestra propia obra social. Con esta actitud fue como echamos ocho interventores en Rosario, a alguno no lo dejamos siquiera asumir… Muchas veces nos hemos peleado con la Policía Federal para ingresar al Pami cuando no nos querían recibir. También en la Municipalidad rompimos el cordón policial y obligamos al entonces intendente Binner a que nos recibiera… también en el Concejo. Hay muchas historias de forcejeo para ser escuchados.

—¿Qué dice su familia de su militancia actual?

—Mis hijos también son militantes y al principio ellos creían que esto era un hobby, pero cuando entendieron de qué se trataba tuve el apoyo y la contención de ellos y mis amigos. En esta lucha conocí a quien hoy es mi segunda mujer, Olga, una jubilada docente que en las marchas lleva el megáfono e integra la comisión directiva. Estamos juntos en la primera línea…

—¿Cómo evalúan el manejo de los fondos de la Ansés?

—Que son de trabajadores y que por ley nacional deberían ser destinados a resolver los problemas de los jubilados. Con el proyecto de ley que hemos presentado con la firma de 15 diputados, en marzo del año pasado, planteamos en uno de los artículos que el Ansés debe ser un organismo público, no estatal, y debe ser dirigido y administrado por representantes de los jubilados y trabajadores activos electos democráticamente por los afiliados; que ese dinero que se administre debe ajustarse a lo que dice la Constitución, con lo que ya está establecido. Seguiremos en esa línea el reclamo hasta lograrlo, como fue la pelea para terminar con las Afjp, y lo conseguimos.

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