“¿Cuál es el límite del «Pueblo Originario«? ¿Qué quiere decir un stand de África cuando, solamente en Sudáfrica, hay once idiomas oficiales y cuarenta etnias?”, se cuestionó el artista visual Marcos López en el contexto de un diálogo con El Ciudadano. El fotógrafo santafesino fue invitado para formar parte del 32º Encuentro y Fiesta Nacional de Colectividades en el que pensó y diagramó una intervención del stand argentino
En Colectividades el tiempo parece estar detenido. Es un lugar en donde, todos los años, se utilizan los mismos carteles ya despintados por el paso del tiempo, no por falta de presupuesto sino por una decisión de identidad casi curatorial. La iniciativa de la Secretaría de Cultura y Educación municipal, viene como anillo al dedo a este artista visual que, aquí, podría ser el guionista de la feria o el protagonista de un guión exterior.
Junto a un grupo de diez fotógrafos seleccionados como resultado de la Convocatoria Nuevas Identidades, la obra colectiva que dirige el santafesino apunta a crear un concepto que cuestione el modelo existente. De esta manera, manteniendo los espacios tradicionales, la propuesta recreó una experiencia visual que contempló el trabajo del artista en torno a las costumbres y a las identidades nacionales y populares.
El fotógrafo santafesino viene trabajando el tema del cruce de identidades, el mestizaje y el ser nacional desde hace tiempo en un cruce de formatos y disciplinas que se mueven entre las performances, las instalaciones y la curaduría.
En la entrevista con este medio, López se refirió a sus orígenes, a las búsquedas personales y su “transgresión adolescente”, como definió, y se guardó espacio para analizar el tema de las identidades y lo simbólico. También se refirió a su trabajo con las culturas del continente. Diciendo: “Yo hablo de un barroco latinoamericano, de agregar y agregar capas de significado hasta el extremo inclusive de que tengo una frase: al barroco churrigueresco cusqueño le agregamos la psicodelía amazónica en un remix de ayahuasca de una discoteca de Iquitos”. Antes de cerrar disparó una serie de frases filosas y filosóficas sobre el mundo actual y sobre el concepto de “memoria” y “peronismo”, al que propuso cambiarle el nombre.
—Esta intervención tiene como concepción jugar con el tema del cruce de identidades. ¿Qué buscaste y cómo lo planteaste?
—Es como dice el dicho popular: “Estaba la pelota picando en el área y sólo había que empujarla para hacer el gol”. Yo ya venía trabajando este tema del cruce de identidades, el mestizaje y el ser nacional. Vengo hace tiempo haciendo un cruce de formatos, de disciplinas, entre la performance, la instalación y la curaduría. Cuando a Lila (Siegrist, subsecretaria de Industrias Culturales y Creativas de la Secretaria de Cultura de la Municipalidad de Rosario) se le ocurrió invitarme, pienso que tuvo una intuición que tiene que ver con mi acercamiento al arte popular, que es algo que trabajo desde siempre.
—¿De qué forma creés que se puede vincular tu quehacer artístico con una fiesta como la de Colectividades?
—Hay algo regional muy fuerte en mí porque me crié en esta zona; de niño mi papá me llevaba a las ferias agrícolas ganaderas de Esperanza, Rafaela. Yo hablo de un barroco latinoamericano de agregar y agregar capas de significado hasta el extremo inclusive de que tengo una frase: “al barroco churrigueresco cusqueño le agregamos la psicodelía amazónica en un remix de ayahuasca de una discoteca de Iquitos”. Finalmente soy un chico de clase media, de colegio de curas de Santa Fe, que sale a explorar la América profunda: la afrocubana, la negritud brasilera, el altiplano, lo aimará. Charlando con la gente de secretaria de Cultura diseñé la feria y les dije que hagamos un santuario de santos populares gigante, trabajemos con piletas plásticas y montemos un living donde la gente se pueda sacar fotos.
—Colectividades es el evento más importante de Rosario pero también un fenómeno extraño donde parece que el tiempo está detenido. Podrías ser el guionista de la feria o el protagonista de un guión de otro…
—Escuché algunas frases en el armado (del montaje) que son, entre comillas, maravillosas para extractarlas y ponerlas en un estudio de investigación: “Yo soy de un pueblo originario”, escuché. ¿Cuál es el límite del «Pueblo Originario«?, ¿Qué quiere decir un stand de África cuando, solamente en Sudáfrica, hay once idiomas oficiales y cuarenta etnias? Por vocación tengo una cosa de transgresión adolescente; enseguida me gusta ir a mover, a provocar. Lo que me sale naturalmente es una cosa de hermanar: quiero una foto de una jugadora de hockey del club más top de Rosario y súper linda con un pastor evangelista y un inmigrante senegalés con la camiseta de Rosario Central y todos sonriendo como si estuvieran cantando juntos unas loas a la paz. Como veo que el mundo no tiene solución –veo la fragmentación, la grieta, veo a unitarios y federales–, intentar con la gastronomía, la feria popular y los santos es algo que me gusta. Estar trabajando en esta feria de las Colectividades me da una plenitud como artista.
Memoria y peronismo
En otro momento de la charla en la que se abordaron temas relacionados a la actualidad y la política se le consultó a López qué opinión le merecía el compromiso histórico que se les exige a muchos artistas en relación a la memoria. “A mí ya la palabra «memoria« me cansa; creo que se ha sobreutilizado, igual que la palabra «peronismo«”, opinó el artista. Y sobre este último concepto destacó: “Ya al peronismo habría que cambiarle el nombre. Mi generación está atravesada por la palabra memoria; no se puede hablar de memoria como tampoco se puede hablar de si el Che Guevara fusilaba gente, Fidel Castro no dejaba escuchar a los Beatles o que a los homosexuales los ponían en un campo de concentración en Cuba. Desde qué lugar se dice «¡Viva Fidel!«, paremos un poco. Al peronismo, en realidad, habría que cambiarle el nombre, que se llame de otra manera”, dijo.