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Literatura

Una obra rosarina para que los europeos también puedan entender a Latinoamérica

La obra aborda diferentes momentos de la historia latinoamericana contemporánea cuyos ejes ordenadores son las experiencias reformistas y revolucionarias, que recorren dos siglos


“América Latina entre la reforma y la revolución: desde las independencias al siglo XXI”, publicado por la editorial española Síntesis, es un libro que fue escrito por los historiadores de la Unidad Ejecutora Investigaciones Socio-históricas Regionales (Ishir, Conicet, Universidad Nacional de Rosario) Diego Mauro, Silvia Simonassi y Marta Bonaudo. La obra aborda diferentes momentos de la historia latinoamericana contemporánea cuyos ejes ordenadores son las experiencias reformistas y revolucionarias, que recorren dos siglos. Les doctores Mauro, investigador independiente del Conicet, y Simonassi, investigadora de la UNR, cuentan cómo fue el proceso que les llevó más de dos años, y evocan a su amiga y compañera Marta Bonaudo.

—¿Cómo surgió la idea o el interés por escribir el libro?

—Diego: Es una pregunta que me parece que tiene diferentes respuestas. En el caso de Marta pienso que era algo que quería hacer desde hace bastante tiempo. Al menos, en su cabeza estaba la idea de un libro general sobre la política del siglo XIX. Después vino la propuesta de la editorial, que quería un libro que incluyera al siglo XX, y entonces terminamos conformando un equipo de trabajo entre los tres. Debo confesar que, al menos a mí, la idea no me hizo ninguna gracia. Como dije en otro lado, me parecía un proyecto muy difícil, demasiado exigente. Varias veces me traté de bajar del barco, pero Marta insistió. Le decía: “Pero Marta, hay gente que lo puede hacer mucho mejor que yo…”. Ella hacía una pausa, sonreía, y agregaba: “No te creas. No te vas a escapar”. Le di muchas vueltas al asunto pero finalmente me decidí por aceptar. En parte, creo, después de leer una entrevista a Loris Zanatta en la que explicaba su “Historia de América Latina”. Es un historiador al que le reconozco muchas virtudes, pero su perspectiva actual centrada en la noción de populismo es tan aplanadora y tan “ideológica” –en el mal sentido– que me dije: “No puede ser que éste sea el libro que más está circulando en Europa y en América latina… Es una locura, y que eso pase también es responsabilidad nuestra”.

—Silvia: Tal como relata Diego, la invitación provino de Marta, quien tras recibir la propuesta de la editorial española Síntesis, decidió armar un equipo para abordar diferentes momentos de la historia latinoamericana contemporánea que tuviera como hilo conductor las experiencias reformistas y revolucionarias. En mi caso también hubo mucho de insistencia y tenacidad de Marta, rasgos que por cierto la definían. Tras pensarlo mucho consideré que podía ser un desafío muy grande, pero que me permitiría recoger las lecturas, reflexiones y debates acumulados a través de casi tres décadas de docencia en la historia latinoamericana contemporánea, un área que siempre me apasionó. Desde la cursada de la materia en la carrera de Historia con Alberto J. Pla, pasando por mi experiencia tanto en el nivel terciario como en la Facultad de Ciencia Política, hasta hoy mis actividades docentes se referencian en esa área de estudios. En 1993 me incorporé a historia social latinoamericana, una materia de la carrera de Antropología que estaba a cargo de la doctora Gabriela Águila, junto a quien me formé en este campo de estudios. Posteriormente me hice cargo de esa materia y allí continúo, junto con un apasionado equipo de cátedra, con cuyos integrantes continuamos abonando ese interés. Justamente por esto con Marta conversábamos siempre que podíamos sobre procesos comparados latinoamericanos e intercambiábamos bibliografía. Y por eso hoy, cuando tanto la extrañamos, no puedo más que continuar agradecida por esa invitación.

—¿Cómo se desarrolló y organizó la escritura del libro?

—Diego: Fue desde el comienzo un proyecto colectivo. Nos pareció que el eje reforma/revolución era muy prometedor y diseñamos varios índices tentativos que fuimos debatiendo entre los tres. La periodización se fue ampliando, además, y finalmente optamos por un libro que recorre dos siglos. Por supuesto cada uno aportó más sobre su especialidad, pero fue un libro escrito a seis manos. Por eso, tanto argumentativamente como en términos de estilo, creo que es un libro homogéneo. El proceso de escritura llevó unos dos años, si no me equivoco. (Corregime, Silvia). Preparábamos borradores, los leíamos entre los tres y por supuesto los discutíamos muchísimo. Litros y litros de café y mate de por medio. Buscamos también lectores externos, que nos ayudaron a resolver infinidad de problemas. Después el desafío fue condensar y acortar buscando subrayar tendencias generales a partir de ejercicios comparativos, y en algunos casos apelando a una perspectiva transnacional. El libro tiene unas 250 páginas incluyendo anexos. Puede parecer bastante, pero considerando la cantidad de procesos que se abordan fue todo un éxito de “síntesis”. Nada fácil.

—Silvia: Sí, creo que buena parte del año 2018 lo dedicamos a debatir acerca de cómo podía diseñarse un libro que no se apartara de esos ejes ordenadores, expresando nuestras convergencias y negociando también nuestras diferencias en las maneras de concebir los procesos desde la perspectiva teórica e historiográfica, devenidas de nuestros propios recorridos. Esos iniciales acuerdos se tensaban todo el tiempo, con las correcciones de borradores que menciona Diego. Una de las cuestiones que discutimos mucho y nos preocupaba, estuvo asociada a las elecciones bibliográficas: cómo lograr el objetivo de ofrecer esa síntesis acudiendo a latinoamericanistas que aportaron en el campo y contribuyeron en las últimas décadas a repensar los procesos reformistas y revolucionarios, sin desconocer las contribuciones de autores ya clásicos. Por cierto, en ese esfuerzo superamos con creces los requerimientos editoriales en cantidad de títulos, por lo cual los lectores y lectoras deben acudir a la web para consultar la totalidad de la bibliografía utilizada.

—Teniendo en cuenta el período amplio de tiempo que contempla el libro, ¿cuál es el tema o temas principales que aborda?

—Silvia: Justamente partiendo de ese propósito de abordar desde la historia social y política los procesos reformistas y revolucionarios decidimos recortar los problemas en seis capítulos, con una breve introducción y conclusión. En el primero de ellos analizamos el siglo XIX, que se abre y cierra con dos ciclos independentistas, subrayando el devenir de las disputas por el territorio, las transformaciones sociales –enfatizando en la población negra esclava y las comunidades indígenas– y los significados de la violencia política. El segundo capítulo coincide temporalmente con el primero, aunque profundiza en la constitución de nuevos órdenes políticos, tanto en territorios que gozaron de cierta estabilidad política como aquellos que debieron sortear momentos de graves crisis para consolidar el “orden” o la “paz y administración” finiseculares. En el siglo XX los procesos de reforma y revolución adoptan nuevos rasgos. De hecho, se podría afirmar que el siglo se abre con el gran acontecimiento fundante que representó la Revolución Mexicana, mientras buena parte de la geografía latinoamericana resulta rica en experiencias de reforma política. Si esos son los grandes temas del capítulo tres, el cuarto da cuenta del momento de la “nacionalización” de las reformas sociales al menos en algunos países latinoamericanos. El capítulo quinto analiza las tensiones sociales del campo latinoamericano para enfatizar los renovados debates entre revolución y reforma que recorren los años 60 y 70, devenidos de la Revolución Cubana. Revolución pasa a ser sinónimo de revolución socialista, y el reformismo de los años 40 se radicaliza, alentado por ese proceso y por la incapacidad de los regímenes populistas previos para atender las nuevas demandas. En el capítulo final explicitamos las respuestas de las clases dominantes y las fuerzas armadas latinoamericanas al extendido proceso de contestación, movilización social y a la lucha armada. Presentamos esos esfuerzos –los destinados a promover reformas para disminuir las brutales desigualdades sociales, y aquellos orientados a profundizar y perfeccionar el despliegue represivo estatal– como parte de un mismo intento por contener el proceso de radicalización, social y político. El libro se cierra con un análisis sobre las desigualdades que persisten y se profundizan con las dictaduras de los años 70 y no logran ser resueltas por los posteriores gobiernos democráticos y neoliberales de los 80 y 90. Allí la gran paradoja que subrayamos es el cambio de sentido de la idea de reforma, que será apropiada por el neoliberalismo, cuyos abanderados refieren a las “reformas estructurales” para nominar los brutales ajustes que sufren los sectores populares latinoamericanos del campo y la ciudad, y que justamente abrieron un ciclo de luchas con resultados que sólo hemos podido esbozar en el apartado de las conclusiones. En rigor, en todo el libro hemos querido precisar los sentidos diversos que iban adquiriendo los esfuerzos reformistas y revolucionarios.

—Diego: Como dice Silvia, uno de los desafíos principales fue seguir los cambios de los términos reforma y revolución y tratar de usarlos como disparadores para pensar las diferentes coyunturas, las tendencias generales y los casos nacionales. A esto le agregaría que intentamos mantener siempre como una suerte de bajo continuo los interrogantes de la historia social clásica. Aún cuando el libro analiza fundamentalmente procesos políticos, buscamos en todo momento que no quedaran en el aire, que se comprendieran en diálogo con las dinámicas socioeconómicas y las tendencias estructurales. Por ello, en parte nos distanciamos de nociones confusas e ideológicamente muy sesgadas como las de populismo y neopopulismo, a las que te encontrás hasta en la sopa. Totalmente dominantes en los ejercicios de síntesis de los últimos años y muy naturalizadas en el público europeo. Correrse de esos clichés es muy difícil. Igual lo intentamos.

—A este libro, ¿lo piensan como material del estudio? Si es así, ¿en qué ámbitos podría incluirse?

—Silvia: Creo que, al haber sido editado en España, este libro puede ser muy útil para introducir a un público europeo, académico o no, a los particulares desarrollos históricos latinoamericanos, reponiendo incluso procesos reformistas o revolucionarios escasamente conocidos o que se han leído bajo la lente de las dinámicas históricas europeas. Esto ya lo señalé en otra oportunidad. En el caso de América latina, lo cierto es que puede resultar un material introductorio para estudiantes de educación superior, un punto de partida para ampliar algunos de los temas y problemas abordados, o para contar con perspectivas de conjunto actualizadas, ordenadoras de la gran heterogeneidad y complejidad de los procesos latinoamericanos.

—Diego: Esa fue precisamente la idea. Si bien en un principio lo pensamos como un libro de síntesis para un público español y europeo, a poco de debatir, optamos por tratar de combinar ese destinatario con los lectores latinoamericanos, donde el libro puede funcionar como una introducción general y un disparador para la discusión. El libro tiene un estilo de escritura amigable e intentamos priorizar en todo momento la claridad. Por otro lado, si bien es cierto que, como siempre subrayamos, no aspiramos de ninguna manera a “descubrir la pólvora” ni inventar nada, visto de conjunto el ensayo propone de todas maneras algunas interpretaciones que se salen un poco de canon y dan para el debate. No quiero “spoilear” así que no digo más nada.

Réquiem para Marta

Reconocida como una de las intelectuales más importantes en las últimas tres décadas, Marta Bonaudo, fallecida en diciembre del año pasado, fue investigadora principal del Conicet en el instituto Investigaciones Socio Históricas Regionales (Ishir) y fundadora y directora de la Unidad Ejecutora en Red de Investigaciones Socio-Históricas Regionales desde 2008 a 2016, y directora del Ishir entre 2017 y 2020.

Ya en la década del 60 y como estudiante, Marta participó activamente de la renovación historiográfica que se puso en marcha por esos años en Rosario, colaborando en los grupos de investigación de Sergio Bagú y Nicolás Sánchez Albornoz hasta el golpe de Estado de 1966. A partir de entonces continuó formándose con la historiadora hispanista Reyna Pastor por fuera de la universidad, y después gracias a una beca del gobierno francés, partió hacia Aix-en-Provence para hacer su doctorado.

Con el retorno de la democracia se convirtió en directora organizadora de la Escuela de Historia de la UNR. Entre 1990 y 1994 fue vicedecana de la Facultad de Humanidades y Arte y en 1999 volvió a ser directora de la Escuela de Historia, alentando en todo momento la renovación de la historia regional en el país. Fue también una de las impulsoras del Doctorado en Humanidades y Arte y de la Maestría Poder y Sociedad desde la Problemática del Género.

Su trayectoria, remarcaron sus colegas se caracterizó más por el trabajo y el pensamiento colectivo que por desarrollar una carrera inividual. “Una producción, además, atenta a la historia comparada con América latina y Europa, que la han convertido en una historiadora reconocida en ambas orillas del Atlántico”, destacó el Conicet, postulando que su labor dejó “decenas y decenas de historiadores e historiadoras pertrechados de un pensamiento riguroso y crítico, comprometidos con la historia y la vida política, guiados por las esperanzas de un mundo más fraterno”.

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