Opinión

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Una moción de autocensura: dejemos de llamar justicia al Poder Judicial

La justicia, ha gobernado encarnando la representación de la ideología que sostenía la dictadura y lo siguen encarnando hasta estos días. Durante el régimen neoliberal último, la justicia gobernó sin ningún pudor.


Luciano Tamous / Especial para El Ciudadano

Un importante magistrado preguntó: ¿Si vamos al médico, o a un hospital decimos vamos a la salud? ¿Entonces, por qué cuando nos referimos al Poder Judicial decimos “la justicia”?

La justicia es un principio moral, es un valor. Destaco que es correcto llamar justicia al Poder Judicial, pero esta sinonimia es muy engañosa. A esas personas, que han sido elegidas por diversos procedimientos para ocupar la función de juzgar, se les llama en conjunto justicia. Llegamos incluso a catalogar de injusta a una resolución, o una sentencia que dicta la justicia. Entonces la justicia es injusta, pero le seguimos llamando justicia. Nadie puede estar en contra de lo que haga la justicia, porque estaría entonces a favor de la injusticia. Esta nominación otorga un halo de deidad: cuando decimos justicia, de alguna manera también se nos cruza la idea de la justicia divina.

Permítame citar uno de los libros más influyentes de occidente. Hace miles de años, nos dice la Biblia, existió un hombre que se llamaba Job. Era muy rico. Ojo: era rico pero era bueno, aunque usted no lo crea. Era tan bueno Job y tan rico, que podría haber integrado la burguesía nacional tan soñada por el peronismo. No solamente era bueno, sino que sus hijos (tenía cerca de diez), también lo eran.

Un día, Job perdió toda su fortuna. Seguidamente mueren todos sus hijos. Después de esto, Job padece una serie de pestes peores que el coronavirus y, por si fuera poco, lo visitan en su lecho unos amigos absolutamente insufribles. Y entre medio de sus gritos de dolor (porque en se momento Job era pobre, ya que había perdido toda su fortuna), esos amigos lo critican, indagan si se mandó alguna macana para despertar la ira de Dios.

Job, que ahora se encontraba arruinado, padeciendo sufrimientos físicos, mantiene su fe y sigue siendo leal a Dios. ¿Por qué Dios impone esta condena a Job? ¿Dios fue injusto? Algún teólogo nos responderá que ningún acto de Dios es injusto. ¿Por qué entonces Dios ha condenado de esa forma a Job? La respuesta sin dudas es esta: Dios no estaba juzgando, Dios estaba gobernando.

La justicia ha decidido gobernar desde hace mucho tiempo. La ley es un obstáculo para esta tarea, pasando a ser una fuente mediata del derecho. Puede o no aplicarla, puede o no tenerla en cuenta. Al ser indiferente la aplicación de la ley, se erige como una formidable herramienta de persecución política, de encubrimiento de todos los desaguisados del régimen al que representa.

No existen gobiernos sin ideologías. Lógicamente que el gobierno de la justicia las tiene. Con el regreso de la democracia, el Poder Judicial siguió funcionando sin que se hiciera ninguna purga. Muchos magistrados designados por la dictadura siguieron en sus funciones. Recordemos cuando miembros de la Sociedad Rural abuchearon al entonces presidente Raúl Alfonsín mientras dirigía un discurso. En la confrontación a sus agresores, Alfonsín les recuerda que nunca trataron mal a los dictadores cuando concurrían a esos actos. Y les enrostra que esa conducta respetuosa con los oradores de la dictadura respondía al miedo. Hoy sabemos que esa gente no tuvo miedo. Por el contrario, sabemos que fueron socios.

Esos magistrados siguieron siendo fieles a la ideología que sostenía al gobierno de facto. Esa ideología, permitió encubrir un genocidio. Tengamos presente que en los distintos juicios por crímenes de lesa humanidad, son muy pocos los civiles condenados que conformaron la parte civil del régimen dictatorial. Esta justicia custodia celosamente a los sectores de la sociedad que detentan la mayor parte de la riqueza.

Los sectores contrarios a los regímenes de facto, demoraron en darse cuenta que no se trató de una simple dictadura. Hace poco tiempo que se la llama dictadura cívico militar y eclesiástica.

La justicia, ha gobernado encarnando la representación de la ideología que sostenía la dictadura y lo siguen encarnando hasta estos días. Durante el régimen neoliberal último, la justicia gobernó sin ningún pudor. Comportamientos vergonzantes, que violentan a todos aquellos que creemos en la necesidad de un Poder Judicial que aplique la ley. Sigue gobernando con el apoyo de los poderes económicos de la sociedad, con el respaldo de lo que queda del régimen conservador (que no es poco, y que tiene sus serpientes y sus huevos de serpientes), que pretendió perpetuarse, y para ello utilizar a la justicia como una herramienta de persecución política. Es que es urgente perpetuar un régimen político que asegure la desigualdad. Es necesario un Estado desguazado, necesario para sostener desigualdades.

El apoyo de los medios de comunicación es indispensable: aúpan y endiosan a magistrados pertenecientes a la justicia. Castigan a aquellos que no están dispuestos a vender su alma al diablo. Este acompañamiento por parte de medios de comunicación, ha llevado a denigrar la profesión de periodista, convirtiéndolos en partenaires de servicios de inteligencia.

No solamente tienen el apoyo de los poderes formales y factores de poder locales. Además, cuentan con la venia de sus colegas magistrados de la región. Recordemos la recepción al juez brasileño Sergio Moro. Un juez de primera instancia recibido con fanfarrias por miembros de la Corte Suprema de Justicia Argentina. El juez Moro encarcela al ex presidente de Brasil en base a un procedimiento ilegal, pero es tenido en cuenta como un ejemplo de exhaustivo investigador.

En Ecuador, existe una causa donde un señor presentó un cuaderno escolar escrito con indicaciones sobre fechorías supuestamente cometidas por el gobierno del presidente Correa. Estos hechos no son casuales, no se dan por generación espontánea, sino que obedecen a una ideología que va más allá de nuestras fronteras. No puedo dejar de citar al embajador estadounidense que anunció que venía a fortalecer a la justicia.

Esta forma de actuar, contamina con éxito a aquellos jueces de menor exposición mediática, que por ejemplo deciden no aplicar fallos dictados por la Corte Interamericana de Derechos Humanos (decisiones violatorias de nuestra Constitución Nacional). Muchos magistrados (magistrades) de provincia sueñan con la pinta de Bonadío cuando encartan a un croto que roba para morfar.

 

Felizmente hay gente de una extrema grandeza. Juezas y jueces y distintos miembros del Poder Judicial que serán incluso quienes ayuden a develar las causas del fracaso de todo un poder de la República. A ellos les cabe la misión junto con la toda la sociedad de democratizar definitivamente al poder más conservador y antidemocrático de nuestra República.

Como hemos visto, la violación de derechos constitucionales. Sometimientos al adversario político con investigaciones de impacto televisivo demostraron no servir para nada. Los que quieren jueces que privilegien otra cosa que no sea el respeto y aplicación de la ley, sepan que ni siquiera tendrán una investigación aceptable: lo único que conseguirán será una persecución política. No pretendan esclarecer ningún acto delictivo, porque la aplicación de la ley no sólo preserva las garantías del imputado, sino que garantiza un proceso que determine si existe o no un delito.

El régimen neoliberal perdió las elecciones, pero nos gobierna a través de la justicia.

Le pido que considere mi moción de autocensura: por favor, dejemos de llamar justicia al Poder Judicial. Y sepamos que la reforma de este Poder Judicial es una asignatura pendiente para todos los ciudadanos. Sentir vergüenza, incluso asco, por este gobierno nos hará seguramente más dignos.

 

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