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“Una maldición cayó sobre mí”

Por Ana Laura Piccolo.- Hace seis meses, su hija Laura y su nieta Mia fueron asesinadas en su casa de barrio La Lagunita. Por el crimen, que para la Policía fue durante un robo, hay dos detenidos, pero la mujer sospecha que hay algo más en torno al aberrante suceso.


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Cristina tiene 42 años y los pesares de su vida parecen sacados de la historia de Job, el personaje bíblico que es sometido a las opresivas pruebas de Satanás, con autorización de Dios, como ejemplo de fe. Y aunque su recompensa divina nunca llegó, la sostiene la esperanza de encontrar, al menos, justicia en el reino de los hombres. Tuvo a su única hija a los 16 y salió adelante pese a ser adolescente, soltera y pobre. Sus esfuerzos le permitieron más tarde obtener una vivienda en La Lagunita, un barrio humilde de zona oeste, donde logró acomodarse. Un mal día, rumbo al trabajo, un accidente de tránsito la dejó al borde la muerte. Perdió la capacidad de hablar y de comer por varios meses y estuvo a punto de sufrir la amputación de una pierna. Cuatro años sin caminar, el abandono de su pareja y diez intervenciones quirúrgicas no pudieron con ella. Y cuando por fin salió adelante y recuperó la movilidad, el diablo volvió a meter la cola. Fue con un martillo, disfrazado de ladrón, a la casa de su hija Laura. Dijo buscar un dinero que no había, la sometió a tormentos físicos, asesinó primero a la niña (su nieta), de cuatro años y luego a ella, de 27. Se llevó una Play Station, un DVD y dejó a Román, de 7 añitos, desmayado del shock debajo de la cama.

Fue en enero. Un domingo bien temprano. Laura trabajaba en el sector de mantenimiento de La Fluvial y ese día entraba a las ocho. Una hora antes, porque el viaje en colectivo era largo, llegaba una chica del barrio que hacía de niñera de sus hijos. La joven fue la primera en toparse con la desgarradora escena y no tardó en caminar unos metros hasta la casa de Cristina, a quien solo le anunció que habían entrado a robar en la casa de su hija.

“El que entró la sorprendió en el baño, cuando aparentemente estaba a punto de bañarse porque ella estaba desnuda de la parte de abajo. Los chicos estaban dormidos. Rocío, su niñera de siempre, abrió el portón y pudo salir Román y ahí fue y me avisó. Y me encontré con todo. No solo las vi, sino que las socorrí, pero ya estaban muertas”, relató Cristina.

“Laura estaba caída, con medio cuerpo en el inodoro y su cabeza colgando casi en la ducha y había sangre por todos lados. La bajé, le busqué el cuello y ya no tenía pulso. En eso salgo y veo a la nena tirada en la puerta e hice lo mismo. La levanté, le toqué el cuellito y la mano pero estaba más fría que Laura, por eso se que la mató primero. Romancito dice que su hermanita reconoció al muchacho y le gritaba que no le pegue más a su mamá y que ahí le arrojó un martillo”, dijo la mujer.

“El resto sólo lo escuchó, porque el agresor le advirtió que si no se iba también iba a matarlo a él. Se metió debajo de la cama y se tapó todo. Él dice que se durmió, y ahí fue cuando se desmayó”, recordó Cristina.

“Laura tenía los brazos apuñalados, sus deditos estaban todos quebrados como que la torturó. Su nene dice que el muchacho la arrastró desde el baño hasta la cocina y de ahí hasta la pieza, pegándole. Y que en los primeros golpes, él le decía «mamá levantate» pero ella le suplicaba que se vaya, que ya no veía, que estaba ciega. Y los martillazos seguían mientras la insultaba y le exigía que le diga dónde estaba la plata. Laura no murió al instante, ella se desangró”, agregó.

Cinco teorías

Cristina llegó al diario con una enorme cartulina donde están las fotos de la familia que perdió, junto a frases que piden Justicia. En un rincón se puede ver a Laura, sonriente, alzando a su hija Mia que a su vez tiene a un cachorro de tigre en brazos.

“Eso fue en el zoológico de Luján”, aclara mientras se detiene en otra imagen donde se ve a la niña con su guardapolvo del jardín Burbujitas. “Si nos hicieron esto pensando que teníamos plata estaban tan confundidos, porque en los últimos días no teníamos ni para comer. Estábamos a polenta hacía una semana. Laura se había separado hacía ocho meses y había tenido que volver a trabajar por sus hijos. Si los llevaba en colectivo a la escuela, los traía caminando para ahorrarse un pasaje”, recordó.

Y en esa parte del relato surgió la primera de varias hipótesis que la mujer empieza a ensayar, acaso para encontrar una lógica a lo ocurrido. Como si mayor castigo que el de perder a sus seres queridos fuese no hallar explicación alguna para soportarlo.

“Quiero que se investigue a fondo porque son muchas las cosas que no cierran. ¿Por qué la saña, por qué la nena? Y si fue un robo, ¿por qué no se llevó sus anillos?”, se preguntó Cristina al tiempo que recordó que los únicos dos objetos robados, el DVD y la Play Station, fueron devueltos “todos ensangrentados”, por un chico que se acercó a la casa momentos después del hallazgo.

Días antes del doble homicidio, ella y su hija habían puesto las casas en venta a través de carteles en los frentes que lo anunciaban. “Nos queríamos ir del barrio porque ya no nos estaba gustando vivir ahí. Se está poniendo feo y nosotros teníamos otra forma de vida, más allá de que vivíamos ahí hacía muchos años. Una hipótesis es que hayan pensado que yo cobré el juicio por el accidente que tuve y que por eso pusimos las casas en venta. Por eso le pedían la plata”, dijo Cristina tras ensayar otra teoría de tinte pasional.

“¿Por qué mató a la nena, eso tampoco encaja? Algunos meses después de separarse, mi hija se puso de novia con un policía, algo que la ex de él nunca soportó y se la agarró con Laura. La amenazaba por Facebook o la seguía en el auto. Una vez la escupió, y dos días antes de que la maten, pasó por la puerta de su casa y la vio junto a su ex”, recordó Cristina, que quiere que se investigue al efectivo policial y a su ex mujer.

La tercera hipótesis está relacionada con Jony, el joven de 21 años que detuvieron ese mismo día y que está acusado de ser el autor del sangriento hecho (junto a otro de 29 conocido como Muqueco).

Según contó, era vecino, tenía graves problemas de adicción y había cometido varios robos en el barrio. La familia del joven conocía a Cristina y tanto su madre como su hermana la habían cuidado cuando se recuperaba del accidente.

Tiempo antes del episodio, el joven fue golpeado por vecinos de la zona acusado de algunos robos, entre ellos en la casa de Cristina. “Quizás se haya quedado con eso, porque una vez que le dieron su escarmiento, fueron y le pegaron una paliza”, recordó.

“También lo pudieron mandar las chicas del barrio, su novia y otra más, que tenían envidia de Laura, porque ella era humilde pero se vestía diferente, llamaba la atención”, apuntó  la mujer.

La última teoría de Cristina trae un consuelo. “Hay una parte en la Biblia que dice que la maldad, el pecado, cae hasta la quinta generación. Yo soy la hija más chica de cinco hermanos. Esta es una maldición que cayó sobre mí. Las mujeres de mi familia venimos de pasar muchas cosas. Y creo que con esto se tiene que cortar, porque saqué la cuenta y Mía era la quinta generación. Pero por la crueldad y la alevosía quiero que se investigue a fondo. Que aparezcan todos los culpables, si es que hubo una cabeza intelectual, porque fue premeditado. Porque no me cierra que haya sido un robo. Y cuando haya una condena, quiero que sea doble perpetua, aunque sé que en la Argentina no existe, ese es mi pedido”, concluyó.

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