Ciudad

Crónica

Hay un tiempo en que las letras hacen más tolerable la quimio

Una vez por mes poetas de la ciudad leen a los pacientes que se tratan en el servicio público que tiene el Cemar.


La gota reemplaza al segundero de un reloj y marca una hora lenta. Cae hacia un tubo conectado y entra al paciente sentado en la sala de quimioterapia del Centro de Especialidades Médicas Ambulatorias de Rosario (Cemar). El servicio, creado para quienes no gozan de obra social en la ciudad, reúne en una habitación a desconocidos.

De forma aleatoria, comparten entre una y cuatro de esas horas eternas por semana dependiendo del caso. Tres sillones de cada lado. Los pacientes están enfrentados. Es jueves y la televisión se apaga. Un pibe desdobla un par de hojas y se sienta en silla en uno de los extremos de la sala. “Ella me pidió que le devuelva el tiempo que pasamos ¿Cómo se hace eso? Porque las cosas, como los libros o los discos, se los puedo devolver. Por eso escribí este poema”, dice Fidel Maguna, joven poeta rosarino que recuerda un reproche de una ex novia. Gotas más tarde, suelta la prosa de desamor que exige la devolución de un abril. El auditorio no es el habitual para el poeta. Y menos el horario. Son las 9. No hay una luz tenue, música de suave o sillas de bar. Tampoco caminan mozos sino enfermeros. Monitorean que el goteo fluya y las agujas en las que terminan los tubos no molesten a los escuchas. Algunos miran a Fidel a los ojos mientras lee sus obras más una del santafesino Juan Manuel Inchauspe. Otros fijan los ojos en la pared blanca. Uno juega a armar una bolita con el pulóver que puso sobre su falda. Surgen anécdotas, preguntas al escritor y comentarios de una vieja noticia policial que despabila al más dormido. La hora, hecha de más de tres mil gotas, pasa.

Desde principio del año, el Cemar y la biblioteca argentina Juan Álvarez realizan horas de lectura en la sala de oncología ubicada en el subsuelo del edificio céntrico. Llevan poetas de la ciudad en un intento por mitigar el tratamiento a pacientes y también alivianar la carga a los enfermeros cuya sensibilidad se pone a prueba a diario. Para todos, según reconocen desde la organización, es un descanso. La iniciativa es parte del dispositivo de arte y salud que funciona en algunos centros de salud de la ciudad.

También replican la iniciativa en Instituto de Lucha Antipoliomielítica y Rehabilitación del Lisiado (ILAR).

Nacido de necesidad

A fines del año pasado los directivos del Cemar se pusieron en contacto con Federico Tinivela de la biblioteca argentina que creó hace dos años un proyecto llamado <Pasamanos, poesía en tránsito< en el distrito oeste. Se basó en llevar a escritores de la ciudad a escuelas y lugares no tradicionales para acercar poemas. “Había que batallar contra la idea de poesía rimada y densa. Hay movidas nuevas de la palabra en cuanto a narrativa: el slam de poesía, el stand up, el hip hop y rap. Queríamos abrir otros canales con poetas jóvenes. Es difícil porque no está instalado el libro de poesía en la cotidianidad. Los que lo tenemos, nos nublamos y creemos que todo el mundo lo hace pero no es así”, explica Tinivela, que organiza las horas de lectura en el Cemar. Desde la secretaría de Salud tomaron la idea y pidieron llevarla a un espacio sensible: la sala de quimioterapia que recibe cada semana a decenas de pacientes en distintos tratamientos contra el cáncer. Los días miércoles y jueves hay actividades con los pacientes que incluyen algún soporte artístico. El primer miércoles de cada mes Pasamanos llega al Cemar y los primeros jueves del mes al Ilar. Verónica Rodríguez, también parte del proyecto, recuerda: “Había una necesidad de apoyar a la gente que viene con miedo y ansiedad. Tratamos de ayudar a pasarla mejor”. La incomodidad y lo aséptico de un centro de salud más la enfermedad pusieron en aprieto a los enfermeros y directivos. Una forma de mitigar la carga emocional que lleva la tarea fue la hora de lectura. También se proyectan videos, utilizan historietas, entre otros soportes.

“No hacemos un grupo de ayuda. No podemos. Siempre es gente diferente. Los tratamientos son variables en duración: dos semanas, seis meses, un año. Es colectivo pero no grupal. La aproximación debe ser abierta y voluntaria. El paciente que no quiere participar no lo hace”, señala Rodríguez. En general, según cuenta la funcionaria, quienes reciben el tratamiento y participan de la hora de lectura lo agradecen. Muchos señalan que el tiempo les pasó más rápido. Esto es vital porque ellos deben llegar muy temprano, a las 6, hacer un estudio de sangre y esperar el resultado que define si su cuerpo está preparado para la droga. Si están habilitados pueden pasar un puñado de minutos o varias horas sentados en el Cemar. Al entrar a la habitación para recibir las drogas, muchos no se conocen entre ellos. Para muchos, el cáncer es un problema más.

Inclusive posterior a otras situaciones de vulnerabilidad social. Por eso, insisten los organizadores de la hora de lectura, se ofrece una oportunidad para conectar con otro y no solo hablar de la enfermedad.

Temario

Fidel Maguna eligió cinco poemas para su hora de lectura en el Cemar. Forman parte de un próximo libro a publicar. Según el escritor, ese material ya tiene voz propia y necesita salir. “Borges decía que publicaba para no reescribir eternamente”, compartió con los pacientes entre lecturas en el Cemar. Momentos antes de llegar al centro de salud recibió una charla técnica, cual jugador de fútbol, de Tinivela. Aún más temprano había seleccionado piezas literarias luminosas que fueran disparadores a conversaciones y recuerdos cargados de vida. “Hay gente que tiene mucho leído (autores clásicos o contemporáneos) y otros no tanto. No importa. Hay temas universales en los que podemos conectar todos”, contó Rodríguez. En sintonía, Tinivela señaló: “Para todos significa un corte: Para los poetas, para los que gestionamos, los enfermeros, los pacientes y los demás. Este proyecto tiene que ver con la posibilidad de hacer más porosos los espacios de vulnerabilidad cultural. Cada familia y barrio tiene su cultura. Igual, es responsabilidad del Estado, ofrecer lo que tiene y llevarlo”.

Iniciativa nacida del Oeste, donde está el agite

Pasamanos. Poesía en tránsito empezó en 2012 en el distrito Oeste, un territorio donde el hip hop pega fuerte. Desde la parte de cultura del Centro Municipal de Distrito Felipe Moré llevaron poetas a varias escuelas de la zona con el fin de acercar las actividades del Festival Internacional de Poesía (FIP) cuya última edición terminó a fines del mes pasado.

Con el tiempo decidieron concentrar esfuerzos en menos escuelas. En 2013 fue una escuela del barrio Santa Lucía. Cada 15 días poetas locales visitaron la escuela y se proponía también escribir. En 2014 fue el turno de una escuela del noroeste y el Instituto Politécnico. “Para que la poesía deje de ser de elite y reducida a un círculo hay que salir a dialogar. Moverlo físicamente. Sabemos que por voluntad propia un pibe de Santa Lucía no va al festival de poesía a la Plataforma Lavardén. Hay que moverlo y meterlo en la cotidianidad como fue el caso de la orquesta del Ludueña”, señaló Tinivela.

En lo que va del año participaron del proyecto los artistas Alejandra Méndez, Patricio Raffo, Tona Taleti, Germán Roffler, María Paula Alzugaray, Rosana Guardalá, Ivana Simeoni, Jorgelina Paladini, Marcelo Valenti, Lucas Simeoni, Mercedes Gómez de la Cruz, María Zulema Amadei y Fernando Marquinez, entre otros.

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